Millones de adultos evangélicos en Estados Unidos no tienen intención de vacunarse contra la COVID-19. En su decisión influyen los principios de la fe y la desconfianza en la ciencia.
Stephanie Nana, una cristiana evangélica de Edmond, Oklahoma, se negó a recibir una vacuna contra la COVID-19 porque creía que contenía “tejido celular de abortos”.
Nathan French, quien dirige un ministerio aconfesional en Tacoma, Washington, dijo que recibió un mensaje divino de que Dios era el sanador y libertador supremo: “La vacuna no es la salvadora”.
Lauri Armstrong, una nutricionista creyente en la Biblia a las afueras de Dallas, dijo que no necesitaba la vacuna porque Dios diseñó el cuerpo para curarse a sí mismo, si se le daban los nutrientes adecuados. Más que eso, dijo, “sería la voluntad de Dios si estoy aquí o si no estoy aquí”.
Las convicciones espirituales profundamente arraigadas o los argumentos contrafácticos pueden variar. Pero dentro del Estados Unidos blanco y evangélico, las razones para no vacunarse se han extendido tan rápidamente como el virus que los funcionarios de salud pública esperan vencer mediante la inmunidad de grupo.
La oposición tiene sus raíces en una mezcla de fe religiosa y una antigua desconfianza hacia la ciencia convencional, y se ve alimentada por una desconfianza cultural más amplia hacia las instituciones y la gravitación hacia las teorías de conspiración que están en línea. El tamaño de la comunidad plantea un problema importante para la capacidad del país de recuperarse de una pandemia que ha causado la muerte de medio millón de estadounidenses. Y las ideas e instintos evangélicos tienen una forma de extenderse, incluso a nivel internacional.
Hay unos 41 millones de adultos evangélicos blancos en Estados Unidos. Cerca del 45 por ciento dijo a finales de febrero que no se vacunaría contra la COVID-19, lo que los convierte en uno de los grupos demográficos menos propensos a hacerlo, según el Centro de Investigación Pew.
“Si no conseguimos que un número significativo de evangélicos blancos se den cuenta de esto, la pandemia va a durar mucho más de lo necesario”, dijo Jamie Aten, fundador y director ejecutivo del Instituto de Desastres Humanitarios del Wheaton College, una institución evangélica de Illinois.
A medida que las vacunas están más disponibles y se desarrollan variantes de virus preocupantes, el problema adquiere una nueva urgencia. En general, un número considerable de estadounidenses se resiste a vacunarse, pero los evangélicos blancos presentan desafíos únicos debido a su compleja red de objeciones morales, médicas y políticas. El reto se complica aún más por la desconfianza de larga data entre los evangélicos y la comunidad científica.