Las prótesis antiguas de metal con metal pueden liberar partículas microscópicas que generan inflamación severa, masas que imitan tumores malignos y, además, crean un ambiente propenso a infecciones profundas difíciles de tratar.

Un hombre de 75 años con múltiples problemas de salud (obesidad, diabetes, problemas cardíacos) fue derivado al servicio de oncología por una gran masa en la pelvis, descubierta en un scanner y una resonancia magnética.
La lesión, de más de 15 cm, tenía aspecto complejo y estaba adherida a importantes vasos sanguíneos, por lo que se sospechó inicialmente de un tumor maligno. El paciente llegó tras un año de hinchazón progresiva y severa en su pierna derecha, que había evolucionado a una elefantiasis (engrosamiento extremo de la piel y tejidos), y tras haber sido tratado previamente por una infección en la piel (erisipela).
Al indagar en su historia, se descubrió que 27 años atrás, al paciente se le había implantado una prótesis total de cadera de metal con metal. Esta prótesis funcionó bien durante dos décadas, pero en 2017 requirió una primera cirugía de revisión debido a dolor y signos de desgaste.
En esa oportunidad, se encontraron niveles elevados de cobalto y cromo en su sangre, indicativos de una reacción al desgaste de los metales, y se reemplazó solo el interior de la prótesis (el "liner").
Al analizar las imágenes con más detalle, se observó una relación anatómica muy estrecha entre la masa "tumoral" y la antigua articulación de la cadera protésica. Esto hizo reconsiderar el diagnóstico.
Se realizó una punción de la cadera, cuyos resultados no fueron concluyentes, en parte por la posible interferencia de los residuos metálicos. Frente a la sospecha de que se trataba de una reacción adversa local al desgaste de la prótesis (una complicación conocida pero poco frecuente que puede formar masas o pseudotumores), y no de un cáncer, los médicos decidieron intervenir.
La cirugía se realizó con dos equipos: uno para extirpar la masa principal (dejando un pequeño resto por seguridad, al estar adherida a vasos) y otro para revisar la prótesis de cadera. El análisis inmediato de la masa durante la operación no mostró células cancerosas.
Dentro de la articulación, se encontraron signos de corrosión en la unión de la cabeza metálica con el vástago. Dado que el vástago principal estaba bien fijado al hueso, lo preservaron, pero reemplazaron toda la parte acetabular (la copa) y la cabeza femoral por componentes modernos de cerámica y polietileno especial para mayor durabilidad.
El estudio definitivo del tejido extirpado confirmó que era un seudotumor: una masa formada por una reacción inflamatoria crónica a partículas microscópicas de metal y plástico del desgaste de la prótesis, mezclada con sangre antigua organizada.
No había tumor maligno. Tras la cirugía, la hinchazón de la pierna mejoró notablemente al liberarse la compresión vascular. Sin embargo, se identificó una infección profunda de la prótesis por una bacteria resistente (SARM), que no se había detectado en las pruebas previas.
A pesar de un tratamiento antibiótico dirigido, la infección persistió. Se decidió realizar un procedimiento en dos tiempos: primero se retiró toda la prótesis y el tejido infectado, colocando un espaciador de cemento con antibióticos, y se pospuso la nueva prótesis.
Durante la espera, el paciente enfrentó otras infecciones (pulmonar y urinaria). Finalmente, seis meses después, se logró reimplantar una nueva prótesis. Lamentablemente, una nueva infección por otra bacteria compleja llevó a la resección articular, que implica la extracción definitiva de todos los componentes sin reemplazo, dejando una cadera inestable pero sin infección.
Según los autores, Kriechbaumer, L. K. et al. (2025), las reacciones adversas a los tejidos locales inducidas por el desgaste y la corrosión de los implantes protésicos representan una complicación poco frecuente pero bien documentada, particularmente en artroplastias de larga evolución. En el caso presentado, esta reacción alcanzó una magnitud extraordinaria, generando una masa seudotumoral de dimensiones considerables que comprimió estructuras neurovasculares vitales y simuló clínica y radiológicamente una neoplasia maligna.
Este fenómeno se asocia comúnmente a interfaces de fricción metal-metal o a procesos de corrosión en las uniones modulares de los componentes, típicamente fabricados con aleaciones de cobalto-cromo. La capacidad de estas reacciones para formar masas y granulomas de apariencia agresiva puede crear un dilema diagnóstico significativo, retrasando el manejo adecuado y conduciendo potencialmente a intervenciones oncológicas innecesarias.
El desenlace final, que requirió una resección articular tras múltiples intentos de revisión, subraya la formidable dificultad que supone el manejo de una patología dual: una reacción al desgaste masiva y una infección persistente.
Aunque el paciente presentaba factores de riesgo sistémicos para la infección, como obesidad y diabetes mellitus, la sucesión de eventos infecciosos por diversos patógenos sugiere una vulnerabilidad inmunológica subyacente que pudo ser exacerbada por el estado inflamatorio crónico.
Este caso destaca la imperiosa necesidad de un alto índice de sospecha clínica ante masas atípicas en pacientes portadores de artroplastias de larga data. La evaluación multidisciplinaria temprana, con participación central de la cirugía ortopédica, es fundamental para evitar errores diagnósticos y orientar una estrategia terapéutica integral que considere desde el inicio la posibilidad de estas complejas y sinérgicas complicaciones.