Reumatólogo explicó cómo la reducción de dosis en pacientes en remisión con artritis reumatoide y espondiloartritis puede ahorrar millones al sistema de salud sin comprometer el control de la enfermedad.
El uso de medicamentos biotecnológicos ha revolucionado el tratamiento de enfermedades reumatológicas como la artritis reumatoide (AR) y la espondiloartritis (EspA). Sin embargo, su elevado costo plantea desafíos de sostenibilidad para los sistemas de salud, especialmente en países como Colombia.
En ese contexto, el Dr. Edwin Jáuregui, médico internista, reumatólogo y máster en epidemiología clínica, lideró un estudio que se propuso evaluar la viabilidad de reducir las dosis de estas terapias en pacientes con enfermedades como artritis reumatoide y espondiloartritis una vez alcanzada la remisión clínica.
En una entrevista exclusiva con la revista Medicina y Salud Pública, el Dr. Jáuregui sostuvo que: "El objetivo fue doble: disminuir la posibilidad de efectos adversos y ahorrar costos para lograr sistemas de salud mucho más sostenibles, porque realmente los costos de estos medicamentos son altos",
"Algunos pacientes evidenciamos que tienen características que permiten hacer una reducción de dosis sin comprometer los resultados clínicos", señaló Jáuregui.
En 2019, Colombia publicó el primer consenso nacional sobre la reducción y descontinuación de terapias biológicas en enfermedades reumatológicas, un documento que sirvió como base metodológica para este estudio.
"El consenso se basa en lo descrito en la literatura internacional, pero adaptado a nuestra realidad. Lo que queríamos con este estudio era mostrar esa experiencia en la vida real: cómo es el comportamiento de los pacientes y cuánto podemos ahorrar", explicó el reumatólogo.
Este consenso recomienda iniciar la reducción sólo si el paciente ha mantenido una remisión continua durante al menos un año, medida mediante índices clínicos específicos, con baja o nula actividad inflamatoria de la enfermedad, controlada con las dosis estándar de los biológicos.
El concepto de remisión no es abstracto: se determina objetivamente a través de herramientas estandarizadas.
En el caso de la artritis reumatoide, se emplea el índice DAS28, que evalúa el número de articulaciones inflamadas y dolorosas (de un total de 28), junto con la evaluación global del paciente y los niveles de inflamación en sangre, como la proteína C reactiva (PCR) o la velocidad de sedimentación globular (VSG).
"Ese índice está en remisión si el resultado es menor a 2.6. Si se mantiene así de forma continua por mínimo un año, el paciente puede iniciar la reducción de la dosis", puntualizó Jáuregui.
Para la espondiloartritis, en cambio, se utiliza el ASDAS, que considera variables como el dolor axial, el dolor periférico, la rigidez matutina, la percepción global del paciente y marcadores inflamatorios. "Aquí hablamos de inactividad cuando el ASDAS está por debajo de 1.3, también sostenido por más de un año", añadió.
El estudio contempló el ajuste de la frecuencia de administración de medicamentos biológicos en pacientes ya controlados. Algunos tratamientos, que normalmente se aplican cada 7, 14 o 28 días, fueron espaciados gradualmente según la respuesta clínica.
"Por ejemplo, en el caso del Rituximab, que se aplica cada seis meses o anualmente, observamos si podíamos extender su aplicación sin que el paciente perdiera la remisión", comentó el Dr. Jáuregui.
El seguimiento fue estricto. Los pacientes fueron evaluados cada tres meses, y si se detectaba un aumento en la actividad de la enfermedad, se revertía de inmediato a la dosis anterior.
Durante 18 meses, el equipo del Dr. Jáuregui hizo seguimiento a una cohorte de pacientes que habían iniciado el proceso de reducción de dosis. El seguimiento fue estricto, con controles cada tres meses para monitorear el estado de la enfermedad y tomar decisiones clínicas en caso de recaída.
"El 80% de los pacientes con artritis reumatoide permanecieron en remisión o en baja actividad de la enfermedad. En el caso de los pacientes con espondiloartritis, la cifra fue aún mejor: más del 90% se mantuvo sin actividad de la enfermedad o con una actividad mínima", aseguró el especialista.
En los pocos casos en los que se registró un aumento en la actividad de la enfermedad, se activó una ruta clínica de intervención inmediata: "Si el paciente llega a estar en actividad moderada o alta, el reumatólogo debe volver a la dosis anterior en la que el paciente estaba controlado. Por eso el seguimiento es clave", explicó.
Estos resultados respaldan que el desescalamiento de dosis, cuando se aplica con criterios clínicos estrictos, puede implementarse con seguridad y efectividad en la práctica diaria.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio fue el impacto económico tangible que esta estrategia puede tener sobre los sistemas de salud, especialmente en contextos de recursos limitados.
"En 18 meses, logramos un ahorro aproximado de 4.500 millones de pesos colombianos en la cohorte de pacientes con artritis reumatoide y espondiloartritis. Eso es un logro enorme que demuestra que esta práctica puede ayudar a financiar otras necesidades médicas, como el diagnóstico temprano o el acceso de nuevos pacientes a estas terapias", afirmó Jáuregui.
La posibilidad de liberar estos recursos se traduce en una mayor equidad en el acceso a tratamientos, especialmente considerando que los biológicos siguen siendo medicamentos de alto costo y, en muchos casos, de difícil acceso para la población general.
Además del impacto económico, reducir la exposición prolongada a estos medicamentos también tiene beneficios clínicos, al disminuir el riesgo de efectos adversos.
Estos tratamientos biológicos actúan inhibiendo componentes del sistema inmune, lo cual, si bien controla la inflamación, también puede predisponer al paciente a infecciones y otras complicaciones.
"El principal efecto adverso son las infecciones. En el grupo de medicamentos anti-TNF, la más prevalente es la tuberculosis, que es un riesgo importante en un país como Colombia. También vemos infecciones respiratorias, urinarias y, en casos más graves, neumonías o meningitis", detalló el reumatólogo.
El riesgo es mayor en pacientes con artritis reumatoide, quienes suelen recibir combinaciones de inmunosupresores. "Estos pacientes están inmunocomprometidos, por lo tanto, es fundamental hacer un monitoreo estrecho y personalizado", enfatizó.
Otros efectos adversos posibles incluyen alteraciones hematológicas, enfermedades autoinmunes inducidas (como lupus) o inflamación pulmonar intersticial, aunque estos casos son menos frecuentes.