Investigadores desarrollaron un hidrogel similar a un champú que busca proteger los folículos pilosos durante el tratamiento contra el cáncer, ofreciendo una alternativa menos dolorosa a los gorros fríos.
La alopecia inducida por quimioterapia afecta a la mayoría de los pacientes que reciben este tratamiento. Aunque no pone en riesgo la vida, representa una de las consecuencias más traumáticas del proceso oncológico.
Diversos estudios han documentado que la pérdida del cabello incide en la autoestima, la identidad y la vida social de los pacientes, hasta el punto de llevar a algunos a rechazar o retrasar sus terapias.
En este contexto, el trabajo liderado por Bryan Smith, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Estatal de Michigan, cobra relevancia. Smith explicó que no fue hasta que entrevistó a oncólogos y expacientes que comprendió la magnitud del problema:
"Esta es una necesidad en el ámbito personal de la atención oncológica que, como ingeniero, no reconocí plenamente hasta escuchar sus testimonios".
El producto, descrito como un hidrogel con consistencia de champú, se aplica en el cuero cabelludo antes de iniciar la quimioterapia. Su fórmula contiene lidocaína y adrenalina, sustancias que disminuyen el flujo sanguíneo local y, en consecuencia, reducen la llegada de los fármacos tóxicos a los folículos pilosos.
De esta forma, el cabello queda protegido mientras los medicamentos actúan sobre el cáncer. Al finalizar la terapia, el gel puede retirarse fácilmente con agua fría.
Otro aspecto innovador es su sensibilidad a la temperatura: se mantiene espeso a temperaturas más cálidas y se vuelve más fluido en entornos fríos, lo que facilita tanto su permanencia durante el tratamiento como su eliminación.
Actualmente, los gorros fríos son una de las pocas herramientas disponibles para disminuir la pérdida de cabello en pacientes oncológicos. Estos dispositivos enfrían el cuero cabelludo con temperaturas muy bajas, lo que ralentiza el flujo sanguíneo en la zona.
Sin embargo, este método no es accesible para todos los pacientes: puede resultar costoso, doloroso y requiere equipos especializados. El gel, en cambio, podría convertirse en una alternativa práctica, económica y menos invasiva.
Si se confirma su eficacia en humanos, este gel podría marcar un antes y un después en la experiencia de los pacientes oncológicos. No solo representaría un avance médico, sino también una mejora significativa en la calidad de vida de quienes enfrentan un diagnóstico de cáncer.
La iniciativa refleja un cambio en la mirada de la ciencia hacia aspectos que, aunque no son vitales desde el punto de vista clínico, resultan cruciales en el bienestar físico y emocional de los pacientes.