Más allá de regular la temperatura corporal, la transpiración refleja cómo responde el cuerpo al entorno físico y emocional.
El cuerpo humano suda todos los días, incluso sin notarlo. Sin embargo, la transpiración es mucho más que una forma de enfriar la piel: también es una ventana a lo que ocurre internamente.
De acuerdo con Amanda Meyer, profesora titular de Anatomía y Patología, y Monika Zimanyi, profesora adjunta de Anatomía en la Universidad James Cook, "la forma en que sudamos puede reflejar tanto nuestro estado físico como nuestro estado emocional".
Estas especialistas explicaron en The Conversation que existen dos tipos principales de transpiración: la caliente, que ayuda a mantener la temperatura corporal, y la fría, que se activa en respuesta a emociones intensas como el miedo o el estrés.
El sudor caliente —también conocido como transpiración termorreguladora— es la respuesta natural del cuerpo ante un aumento de temperatura. Puede desencadenarse durante el ejercicio, por calor ambiental o incluso por fiebre.
Cuando la temperatura interna sube, el hipotálamo, una región del cerebro encargada de mantener la homeostasis, envía señales a través de la médula espinal y los nervios periféricos. Esto estimula a las glándulas sudoríparas ecrinas, presentes en casi toda la superficie de la piel —especialmente en las palmas, plantas y frente—.
Estas glándulas liberan un líquido compuesto casi por completo de agua y sal, cuya evaporación sobre la piel ayuda a disipar el exceso de calor.
De esta manera, el cuerpo evita el sobrecalentamiento y conserva la temperatura óptima para el funcionamiento de los órganos.
"El sudor caliente no solo es normal, sino esencial. Sin él, el cuerpo no podría mantener su equilibrio térmico", señalan las expertas.
A diferencia del anterior, el sudor frío, también llamado transpiración emocional o psicológica, no surge por el calor, sino por una respuesta de alarma del sistema nervioso.
Ocurre cuando la persona atraviesa una situación de estrés, ansiedad, miedo o dolor, y el cuerpo se prepara para una posible amenaza.
En ese momento, la amígdala cerebral —centro del miedo y las emociones— estimula al hipotálamo, que a su vez activa las glándulas suprarrenales para liberar adrenalina y noradrenalina.
Estas hormonas viajan por la sangre y estimulan las glándulas apocrinas, localizadas en las axilas, el rostro y la zona genital.
El sudor producido por estas glándulas es más espeso, contiene grasas, proteínas y compuestos nitrogenados, y está estrechamente ligado al estado emocional.
Por eso, este tipo de transpiración puede aparecer incluso en ambientes fríos o sin actividad física, especialmente durante episodios de estrés o ansiedad.
Tanto el sudor caliente como el frío son inodoros al salir del cuerpo. El olor corporal aparece cuando las bacterias de la piel —como Corynebacterium o Staphylococcus— degradan los compuestos del sudor, liberando sustancias volátiles que producen ese aroma característico.
Sin embargo, no todos los olores son iguales. Los estudios señalan que el estrés produce un olor corporal más intenso y penetrante que el ejercicio.
Esto se debe a que las bacterias descomponen más fácilmente las grasas y proteínas del sudor apocrino —el que se genera durante emociones intensas—, mientras que el sudor ecrino, más acuoso, apenas contiene nutrientes para esos microorganismos.
Aunque la transpiración es un proceso fisiológico normal, cambios bruscos en su frecuencia, cantidad o localización pueden ser un signo de alteraciones en el sistema nervioso, hormonal o metabólico.
La hiperhidrosis, por ejemplo, es una condición en la que la persona suda excesivamente incluso sin calor ni ejercicio, mientras que la anhidrosis (ausencia de sudoración) puede indicar problemas en las glándulas o en los nervios que las controlan.
Las expertas recomiendan prestar atención a señales como:
Sudoración excesiva sin causa aparente.
Transpiración solo en un lado del cuerpo.
Olor corporal repentino o distinto.
Sudor frío persistente acompañado de palidez o mareo (que puede ser signo de una emergencia cardiovascular).
"El sudor puede ser una herramienta de diagnóstico. Observar cómo, cuándo y dónde se presenta ayuda a entender cómo responde el cuerpo ante diferentes estímulos", subrayan las investigadoras.