El carcinoma tipo linfoepitelioma (LELC) en el tracto genitourinario, específicamente en la uretra, es una variante extremadamente rara, con solo dos casos documentados en la literatura.
En octubre de 2019, un hombre de 60 años, residente de Madrid, España, fue referido al servicio de urología de un hospital público de tercer nivel debido a un tumor en el pene que había estado creciendo lentamente durante dos años.
Su historial médico incluía obesidad severa y alergia a la pirazolona, sin antecedentes familiares o quirúrgicos relevantes. El paciente describió una rigidez de crecimiento progresivo en la parte distal del pene, sin otros síntomas asociados como sangrado uretral, dolor al orinar o molestias durante las relaciones sexuales.
Durante la evaluación física, se identificó una masa de aproximadamente 2 cm en la región ventral y distal del pene, que afectaba el cuerpo cavernoso izquierdo, además de inflamación en los ganglios linfáticos.
En la primera consulta médica, se realizaron varias pruebas para obtener un diagnóstico más claro. Una ecografía del pene sin el uso de prostaglandina E reveló dos lesiones hipoecoicas: una de 10 mm en el cuerpo esponjoso distal y otra de 22,9 mm en el cuerpo cavernoso izquierdo.
La cistoscopia evidenció una leve estenosis en la fosa navicular, sin alteraciones visibles en la uretra ni en la vejiga urinaria. Además, una citología de orina no mostró evidencia de malignidad. Debido a la complejidad del caso, los médicos decidieron reevaluar al paciente un mes después.
En esta nueva consulta, se recomendó realizar una resonancia magnética para determinar con mayor precisión el estadio del tumor, pero el procedimiento no pudo realizarse debido a la obesidad del paciente. Tres semanas más tarde, se optó por una tomografía por emisión de positrones (PET/CT) con 18F-fluorodesoxiglucosa.
Este estudio confirmó la presencia de captación patológica en la región distal del pene, correspondiente al área tumoral, además de identificar ganglios linfáticos sospechosos en la cadena inguinal derecha y en ambas cadenas inguinales externas.
El caso fue presentado al Comité de Urología Oncológica en enero de 2020, tres meses después de la primera consulta. Tras evaluar la situación, se decidió realizar una penectomía parcial sin tratamiento neoadyuvante previo.
La cirugía tuvo lugar cuatro meses después del diagnóstico inicial.
Durante el procedimiento, los cirujanos despegaron la piel del pene y colocaron un torniquete en la base para controlar el sangrado. Posteriormente, se extirparon las áreas afectadas del cuerpo cavernoso y esponjoso, asegurando márgenes quirúrgicos de seguridad superiores a 5 mm.
También se realizó la reconstrucción del meato uretral y se colocó una sonda vesical, que se mantuvo durante un mes.
El análisis del tejido extirpado reveló un tumor de crecimiento endofítico de 3 x 2,4 cm que ocupaba la porción ventral del glande e infiltraba el meato uretral, el cuerpo cavernoso, el cuerpo esponjoso y la uretra. Los márgenes quirúrgicos profundos estaban libres de infiltración tumoral.
El estudio histopatológico concluyó que se trataba de un carcinoma tipo linfoepitelioma puro, una variante poco común. Este tumor estaba compuesto por células atípicas con núcleos prominentes, citoplasma eosinofílico y un infiltrado inflamatorio formado principalmente por linfocitos T y algunos linfocitos B.
Un mes y medio después de la cirugía, el paciente acudió a su primera consulta de seguimiento. Durante esta visita, se retiró la sonda vesical y se le explicaron los resultados histopatológicos.
El paciente presentaba una buena dinámica miccional y resultados estéticos satisfactorios, aunque reportó dolor perineal durante las erecciones.
En una consulta posterior, un mes más tarde, los médicos le propusieron realizar una linfadenectomía para tratar los ganglios afectados, pero el paciente rechazó cualquier intervención adicional.
Lamentablemente, antes de que se pudiera considerar un tratamiento adyuvante con quimioterapia, el paciente abandonó el seguimiento médico, quedando sin control clínico posterior.
El carcinoma tipo linfoepitelioma (LELC) es una variante tumoral poco frecuente, típicamente asociada al virus de Epstein-Barr (VEB) en localizaciones nasofaríngeas. Sin embargo, en regiones fuera de la nasofaringe, como el tracto genitourinario, se ha sugerido la posible implicación del virus del papiloma humano (VPH).
Este caso (José Moreno-Cortés, et al), particular de LELC uretral es el segundo documentado en la literatura, lo que deja en evidencia su rareza. Las pruebas de hibridación in situ en el paciente fueron negativas para el VEB, pero mostraron una fuerte positividad para p16, un marcador asociado al VPH, destacando un posible vínculo etiológico en este contexto anatómico.
El LELC puede presentarse en cualquier parte del tracto genitourinario, siendo más común en la vejiga y el tracto urotelial superior, mientras que su aparición en la uretra es extremadamente rara.
El diagnóstico de LELC es complejo debido a su semejanza clínica y macroscópica con otros tumores. La evaluación histológica e inmunohistoquímica es clave para confirmar la naturaleza del tumor y diferenciarlo de otras neoplasias.
En este caso, el diagnóstico definitivo se logró mediante análisis histopatológicos e inmunohistoquímicos, complementados por estudios de imagen como ecografía, cistoscopia y PET/TC.
A pesar de su invasividad local, las metástasis ganglionares de LELC son poco comunes (10-20% de los casos). El manejo de este tumor se basa en extrapolaciones de experiencias en la vejiga y el tracto urotelial superior.
Los linfoepiteliomas puros suelen responder mejor a la quimioterapia, como esquemas que incluyen gemcitabina y cisplatino o MVAC (metotrexato, vinblastina, doxorrubicina y cisplatino). La cirugía conservadora puede ser suficiente en casos selectos, pero los tumores focales a menudo requieren intervenciones más agresivas.
El LELC en el tracto urinario es extremadamente raro y presenta desafíos diagnósticos y terapéuticos. Este caso evidencia la necesidad de más estudios para comprender su etiología y tratamiento óptimo.
Aunque la cirugía y la quimioterapia ofrecen buenos resultados, el pronóstico varía según la proporción del componente linfoepitelial, siendo mejor en tumores puros o predominantes.