El abordaje incluyó corrección de la acidosis metabólica con líquidos, electrolitos, insulina y bicarbonato, además un tratamiento antibiótico dirigido contra la bacteria multirresistente, soporte nutricional con sonda nasogástrica y acompañamiento psicológico.
Un hombre de 21 años acudió al hospital debido a una inflamación y dolor intenso en el labio inferior derecho que llevaba cuatro días de evolución. Todo comenzó tras una pequeña herida en la piel de esa zona.
Al no conocer que padecía de diabetes, el paciente no controlaba sus niveles de azúcar en sangre e intentó tratarse por su cuenta con antiinflamatorios, los cuales no surtieron efecto. Tres días después, su estado empeoró drásticamente, presentando opresión en el pecho y dificultad para respirar, lo que motivó su ingreso hospitalario.
Al ser examinado, se observó una notable asimetría facial con hinchazón firme en el labio y la mandíbula derecha. Las pruebas de imagen revelaron una extensa infección en los tejidos blandos de la cara y ganglios linfáticos inflamados. Sin embargo, la situación era más compleja de lo que parecía.
Pronto se descubrió que el paciente sufría una condición metabólica grave: una Cetoacidosis Diabética (CAD). Esto significa que, debido a sus niveles extremadamente altos de azúcar en sangre (superiores a 30 mmol/L), su cuerpo había comenzado a producir cetonas, volviendo su sangre ácida.
Esta emergencia médica se manifestó con un descenso en su nivel de conciencia, pasando de estar despierto a un estado de confusión. El análisis de sus fluidos corporales confirmó una acidosis metabólica severa. Además, los cultivos microbiológicos identificaron al agente causante de la infección: Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM), una bacteria conocida por su dificultad para ser tratada con antibióticos comunes.
El manejo del paciente requirió una estrategia múltiple y urgente para abordar tanto la infección como la descompensación metabólica.
El equipo médico actuó con celeridad para corregir el desequilibrio ácido-base. Se administró bicarbonato por vía intravenosa para contrarrestar la acidez en la sangre.
Paralelamente, se inició una reposición intensiva de líquidos y electrolitos, como sodio y potasio, que se encontraban en niveles peligrosamente bajos. Se monitorizó constantemente su equilibrio interno a través de análisis de gases en sangre, logrando normalizar estos parámetros de forma progresiva.
Dado que la hiperglucemia era el desencadenante de la CAD, se estableció un control estricto de los niveles de azúcar. El paciente recibió insulina a través de una bomba de infusión, ajustándose la dosis minuciosamente según las mediciones frecuentes de glucosa en sangre.
Con el tiempo, y una vez estabilizado, se pudo establecer un régimen de insulina basal para un control a largo plazo.
La presencia de SARM requirió el uso de antibióticos específicos y potentes. La terapia inicial se ajustó basándose en los resultados del cultivo, iniciándose un tratamiento con vancomicina, combinada con otro antibiótico para cubrir un espectro más amplio de bacterias.
Además, se implementaron estrictas medidas de aislamiento para prevenir la propagación de esta bacteria multirresistente dentro del hospital. Para evaluar la respuesta al tratamiento, se monitorizaron marcadores inflamatorios en sangre, como la procalcitonina y la interleucina-6, los cuales mostraron una mejoría consistente.
Al no poder alimentarse por sí mismo inicialmente, el paciente recibió nutrición a través de una sonda nasogástrica para asegurar que su cuerpo tuviera la energía necesaria para combatir la infección.
También se le brindó apoyo psicológico, fundamental para un paciente joven que enfrentaba una enfermedad grave e inesperada, lo que le ayudó a mantenerse estable y cooperador durante su estancia hospitalaria.
Después de 21 días de un tratamiento intensivo y multidisciplinario, la evolución del paciente fue muy favorable. La inflamación en su rostro disminuyó significativamente, los hemocultivos se negativizaron y sus niveles de glucosa en sangre se estabilizaron en un rango seguro.
Fue dado de alta y, en una consulta de seguimiento tres meses después, se constató que se había reincorporado con normalidad a su vida académica y diaria, con un buen control de su diabetes.
Este caso subraya la importancia de considerar problemas de salud subyacentes, como la diabetes no diagnosticada, en pacientes jóvenes que presentan infecciones agudas con una progresión rápida y severa.
La lesión inicial en el labio actuó como puerta de entrada para una bacteria peligrosa, pero fue el ambiente de hiperglucemia no controlada el que permitió que la infección se propagara y desencadenara una complicación potencialmente mortal como la cetoacidosis diabética.
El diagnóstico precoz, un control metabólico agresivo y un tratamiento antibiótico dirigido fueron los pilares clave para lograr una recuperación exitosa.