El uso constante del celular y las redes sociales han desarrollado con el tiempo una adicción. Las notificaciones se asocian con disminución de la productividad y peor concentración.
El móvil se ha convertido en una herramienta tan indispensable para un gran número de personas en el mundo que ya casi parecería una extensión más de nuestro organismo. Desde luego, este dispositivo resulta increíblemente útil para una infinidad de cosas, pero esta dependencia también tiene un coste.
Hace un tiempo la doctora Karen Martínez, directora del Programa de Psiquiatría del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, brindó una entrevista hablando sobre el aumento considerable en los trastornos de ansiedad, especialmente en la población joven de Puerto Rico, entre 12 a 17 años. Según la experta, la ansiedad pudo haberse disparado hasta cuatro veces más de lo que sostenían los últimos estudios sobre el tema, publicados previos al desastre del huracán.
Sin embargo, dicha población es la que tiene mayor contacto con dispositivos móviles, pero es importante mencionar que esto no discrimina edades y los adultos también están en riesgo de trastornos producidos por el uso de móviles, consumo de redes sociales y pueden presentar estrés, ante el furor de la transmediación.
La llegada de notificaciones de distintas aplicaciones se convierte en algo constante, pese a que probablemente los usuarios ignoran la gran mayoría de ellas, y aún así, esto puede resultar tremendamente estresante y dañino para nuestra concentración.
Distracciones cada 10 o 15 minutos
Según un estudio publicado en el medio científico PLOS One, una persona media chequea su teléfono unas 85 veces al día, lo que viene a ser una vez cada 15 minutos. Eso sin contar que aproximadamente un tercio del día lo pasamos (o deberíamos pasarlo) durmiendo.
Tal y como reflexiona Sharon Horwood, profesora de Psicología de la Universidad de Deakin (Australia), en el medio The Conversation mientras hacemos cosas como ver la televisión, el hecho de que nuestra atención se desvíe cada 10 o 15 minutos no resulta algo especialmente trascendental; como mucho, nos perderemos algún detalle de la noticia o de la serie que estemos viendo. Pero en otros casos, como estudiar, trabajar o pasar tiempo con los seres queridos, este fenómeno sí que puede tener consecuencias importantes.
Y es que el teléfono móvil ejerce dos formas de influencia perniciosa sobre nuestra atención: una exógena, en la que la vibración o el sonido captan nuestra atención y se la arrebatan a la tarea que estemos realizando, y una endógena en la que somos nosotros mismos los que no podemos evitar pensar en nuestro teléfono incluso sin que medie para ello un estímulo externo.
Condicionados para obtener recompensa
Si atendemos a los postulados de la psicología conductista, lo que está sucediendo es que estamos siendo condicionados para esperar una recompensa (normalmente en la forma de una interacción social, aunque sea a través de una red social o un chat) cada vez que miramos el teléfono. Y este condicionamiento llega a ser tan fuerte que llega un punto en el que ni siquiera tenemos que esperar a la señal externa de que vamos a recibir esa recompensa (el sonido o la vibración) para sentir ganas de mirar el teléfono. Y eso que muchas de las veces que, teniéndolo en silencio, sintamos la urgencia de consultarlo ni siquiera vamos a obtener esa recompensa y lo único que vamos a encontrar son notificaciones que no nos interesan.
Tal y como señala la psicóloga, existe un corpus creciente de evidencia científica que apunta a que las notificaciones en el teléfono se asocian con una disminución de la productividad, una peor concentración y un incremento de las distracciones tanto en la escuela como en el colegio.
Incluso, esta autora cita un artículo, publicado en el medio científico Computational Intelligence and Neuroscience que encontró que los cerebros de las personas que usaban mucho su teléfono eran más susceptibles al mecanismo de 'recompensa' al ver notificaciones que los de las personas que usaban menos el teléfono, y que luego tenían más dificultades para recobrar la atención.
Cómo desengancharse de las notificaciones
El gran problema es que este condicionamiento es muy difícil de revertir, dice Horwood. De hecho, a un nivel fundamental funciona de una manera muy similar a la adicción al tabaco o a los patrones alimentarios compulsivos.
La experta, en este sentido, recomienda algunos trucos como desactivar todas las notificaciones que no sean esenciales; dejar el teléfono por la noche en otra habitación cargando, de manera que las notificaciones no nos impidan conciliar el sueño; cuestionar activamente la necesidad de consultar el móvil cuando se sienta el impulso de hacerlo; o dividir la atención en períodos manejables (25 minutos a media hora, por ejemplo) y luego darse una 'recompensa' consultando el teléfono)
Probablemente sea duro, especialmente al principio, de la misma manera que es duro dejar de fumar o comenzar un programa de entrenamiento físico. Pero con el tiempo se irá volviendo más sencillo y finalmente se traducirá en cambios duraderos.
Conclusiones de la incidencia de las notificaciones y el estrés causado al cerebro
El teléfono ejerce un condicionamiento en nuestro cerebro similar al de la adicción al trabajo.
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