“No es lo mismo que te diagnostiquen cáncer con un hijo de 10, 15, 20 o 30 años, a que te digan que tienes cáncer cuando un niño de 9 meses depende de ti para vivir”.
El cáncer y la familia, una historia de generaciones
Elsa Lavergne es una mujer puertorriqueña que en algún momento fue paciente de cáncer de seno, y actualmente se cataloga a sí misma como sobreviviente de cáncer de seno.
“Ya he llorado mucho. Ya llegó la parte de disfrutar este proceso porque todo tiene su lado bueno y su lado malo”, sostiene Elsa Lavergne, panelista y testimonio de vida en el evento celebrado este mes de octubre para exaltar la lucha de las mujeres que combaten el cáncer de seno realizado por la Revista de Medicina y Salud Pública.
“Mi testimonio viene desde mucho antes de mi proceso de cáncer, porque en mi familia corre el cáncer como si fuera la sangre en nuestro cuerpo”, comparte Lavergne.
Su experiencia con la oncología se remonta a su bisabuela quien perdió la batalla contra la enfermedad, y aunque no se sabe cuál fue el primario se entiende que fue de seno.
Asimismo, su tía falleció a los 39 años tras ser sometida a un procedimiento para remover la metástasis que presentaba, sin poder disfrutar la adolescencia de sus dos hijos.
A lo largo de su vida, se mantuvo al frente de una ardua batalla contra tres cánceres durante 20 años; Linfoma de Hodgkin a los 19, de colon a los 36 y de ovario a los 38.
“El año siguiente que muere mi tía, a mi mamá le da el primer cáncer de seno; sobrevive. En medio de esto, a mi tío de la leucemia y sobrevive; luego le da a mi mamá, el segundo cáncer de seno, y sobrevive”, comenta.
Para este momento, Elsa se ve en la obligación de posponer su boda en 2011 porque, para ese entonces, justo ese día, su mamá y su suegro estaban siendo operados en el Hospital Auxilio Mutuo. A ella le ponían el medport o sonda de quimioterapia para su tratamiento, y a él lo intervenían por cáncer de próstata, luego de superar esto y poderse casar.
Ese mismo año, “a mi mamá le da el tercer cáncer, fue de tiroides, así que a mí me han estado chequeando todo el tiempo. Ese 2011, me hicieron 4 sonomamografías, 2 mamografías, 1 biopsia y 1 MRI”.
Palabras que cambiaron su vida
Una de las cosas que más le afectó fue, en una cita con su mamá y con la doctora Viviana Negrón, fue que, “yo le pregunté cuántas etapas son del cáncer, y ella me dice que son cuatro, Yo pregunto por el caso de mi mamá, a lo que responde que está en la cuarta. Yo quería morirme y, ahí, Viviana me dice ‘si a los 35 años tú no has parido, yo te quiero sacar los senos’, y para mí eso fue traumático”.
Es entonces que Elsa toma una decisión radical, “dije ‘no, a mí no me va a dar cáncer como a toda mi familia’, así que me fui a lo natural: hice muchos cambios en mi vida, llegué a no usar nada de medicamentos, cambié mi alimentación, hice muchas cosas para prevenir el cáncer y viví una vida muy hermosa, porque nos sentíamos bien”, comparte. Adicionalmente, comenta que dentro de esa experiencia ella quedó embarazada.
Embarazo y cáncer, ¿cómo hacerle frente con un bebé?
Elsa afirma que comparte su historia porque, desde su experiencia, lo más importante siempre es la parte psicológica: “a mí todo el tiempo me estaban diciendo ‘te tienes que cuidar porque tú tienes herencia’, y yo llamé el cáncer porque la mente es lo más poderoso”.
Pero es entonces cuando, con 38 años, Elsa Lavergne detecta una masa en su seno. “Solamente Dios sabe por qué nos dan las cruces, e igual que creció mi bebé, creció el tumor. Mis doctores no saben si el tumor estaba antes del embarazo, o si surgió después y creció. Entiendo que estaba antes, porque los tumores pueden estar muchos años sin verse en un estudio”.
Para marzo del 2020, cuando empezó la pandemia, el embarazo de Elsa transcurre de forma natural y sin complicaciones, pues dio a luz en su casa por parto natural, justo como lo deseaba.
Sin embargo, narra que meses después del nacimiento de su hijo, este empezó a comer tarde. “Él tenía 9 meses ya y yo estaba bien preocupada porque no comía, se alimentaba solo de leche materna y me preocupaba dicen que tienen que empezar la alimentación complementaria a los 6 meses, pero no todos los video son iguales”, mencionó. Esta preocupación fue la que la llevó a realizarse el autoexamen y gracias a esto, detectó la masa.
“Desde ese momento yo supe que era cáncer, pero siempre uno añora que no lo es”, dice Lavergne, mientras sigue narrando que vio en la sonomamografía “aquella cosa negra, grande sin forma, y mi ginecóloga me había dicho que si no tenía forma, era cáncer. A mí se me cayó el mundo y en lo primero que pensé fue en mi hijo”.
Sin el ánimo de minimizar el resto de historias, porque ella misma confirma que cada una de las batallas que se luchan son diferentes y requieren un duelo, Elsa menciona el reto de ser diagnosticada con esta enfermedad teniendo a su cargo un ser que dependía 100% de ella en ese momento.
“No es lo mismo que te diagnostiquen cáncer con un hijo de 10, 15, 20 o 30 años, a que te digan que tienes cáncer cuando un niño de 9 meses depende de ti para vivir”, sostiene.
El 10 de agosto, llegó a donde su “primer ángel”, la Dra. Eva Cruz, radióloga y sobreviviente de cáncer, para una biopsia, “y empiezo a llorar y le digo, por favor dígame la verdad, porque yo no podía creer que estaba ahí. Ella me dice que no le gustaba lo que veía y para que un doctor diga eso, es porque sabe que es cáncer”.
“Me hicieron mil estudios”, inicia un proceso con el equipo multidisciplinario, con cirujano plástico, cirujano oncólogo, “todo salía negativo excepto la masa, y me dicen ‘te damos la opción para quitarte el seno o dejártelo’, yo no podía tomar esa decisión, yo soy joven tengo solo 38 años, y me dejaron mi seno”.
Los doctores detectan una discrepancia y para el mes de diciembre, le informan que es un cáncer triple negativo, que es un tipo de cáncer de mama que no tiene ninguno de los receptores que por lo general se encuentran en el cáncer de mama.
Según la Sociedad Americana de Oncología, “el cáncer de seno triple negativo difiere de otros tipos de cáncer de seno invasivo en que crece y se propaga más rápido, tiene opciones de tratamiento limitadas y un peor pronóstico (resultado)”.
“Ese día, se me cayó el mundo de verdad”.
Luego de esto, pasadas dos semanas, le pusieron el medport o sonda de quimioterapia, “y empecé quimioterapia. A diferencia de muchos de ustedes en el que utilizaron la quimio para reducir el tamaño de un tumor, en mi caso era preventivo, y actualmente estoy en radiación, tengo 28 radiaciones, llevo 17”.
¿Qué fue lo más difícil de enfrentar el cáncer?, se pregunta a sí misma.
Entender la magnitud de una enfermedad como el cáncer y cómo esta impacta, no solo en la vida del paciente, sino también de los familiares, es lo que hizo que Elsa pensara, en primer lugar, en la tácita opción de tener que dejar a su hijo: “¿Quién lo va a cuidar?”.
Pero por otra parte, menciona que su esposo ha sido un pilar fundamental en todo este proceso diagnóstico y de tratamiento. “Sin él yo no sé si estaría aquí contando esto”.
Ahora bien, uno de los retos más grandes, justamente, fue compartir la noticia con su mamá, “¿cómo le dices a tu mamá, que sabe exactamente lo que tú estás viviendo y lo que vas a vivir, que tienes cáncer?”, expresa. “Cuando le dije, su reacción fue llorar, porque ella sabía lo que yo iba a vivir”.
Tratamiento de quimioterapia y radiación desde una perspectiva positiva
Sin darse cuenta, “a las primeras dos quimioterapias fui con camisas con distintos mensajes positivos”, comenta mientras, muestra su camisa en la que se leía el mensaje ‘Soy un milagro en proceso’, y agrega que “todas somos un milagro en proceso”, gesto que terminó de conmover a los asistentes.
Esta idea de llevar mensajes positivos visibles surgió como una necesidad de darse apoyo a sí misma y de mostrar solidaridad con aquellas personas que tomaban el tratamiento con ella. En su momento, y al día de hoy, las lleva con orgullo queriendo compartir una perspectiva positiva de todo el proceso que significa el tratamiento”.
“He aprendido a valorar más la vida, a estar más cerca de Dios”, añade. A pesar de todos los esfuerzos en materia de tratamiento, Elsa encuentra recientemente un nódulo benigno en su cuerpo, que fue el impulso definitivo para que, al día de hoy, sea la voz de muchas luchadoras que enfrentan el cáncer.
“Soy feliz, el tiempo que me quede de vida, que son 60 años. Yo voy a morir como mi abuelo de 99 o 100 años, y está vivo. Así que, a lo mejor, duro más, y voy a morir de cualquier otra cosa que no sea cáncer. A mí, esto no me define”, concluye Elsa entre risas.
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