Antes de la visita al especialista, resulta útil preparar una lista de preguntas y síntomas, incluyendo cuándo empezaron, cómo evolucionaron y, crucialmente, cuántos días al mes hay dolor de cabeza, no solo los días de dolor intenso.

La migraña representa una de las principales causas de discapacidad a nivel mundial, según la Organización Mundial de la Salud, pero sigue siendo ampliamente incomprendida y subdiagnosticada.
La Dra. Amaal Starling, neuróloga especialista de Mayo Clinic en Phoenix, Arizona, es contundente: "La migraña no es solo un dolor de cabeza", sino una enfermedad neurológica compleja que requiere diagnóstico y tratamiento específicos.
En un panorama donde existen más de 200 tipos de dolor de cabeza, la identificación precisa resulta fundamental para evitar tratamientos inadecuados.
Starling lo explica con una analogía: así como la fiebre puede ser síntoma de gripe o COVID-19, el dolor de cabeza es un síntoma que puede corresponder a múltiples trastornos, desde la cefalea tensional hasta la migraña o la cefalea en racimos.
La cefalea tensional es el trastorno de dolor de cabeza más prevalente mundialmente. Se caracteriza por un dolor leve o moderado sin síntomas asociados como sensibilidad a la luz, sonido, olor o movimiento, ni náuseas. Quienes la padecen generalmente encuentran alivio con analgésicos de venta libre y rara vez necesitan atención especializada.
La migraña, en contraste, presenta un cuadro mucho más complejo. Además del dolor intenso e incapacitante, incluye síntomas como fotofobia, fonofobia, náuseas y vómitos. Afecta a una de cada cinco mujeres, uno de cada 16 hombres y uno de cada 11 niños.
La experta establece un criterio diagnóstico práctico: si una persona con dolor de cabeza presenta al menos dos de estos tres elementos (sensibilidad a la luz, discapacidad funcional o náuseas), probablemente se trata de migraña.
La cefalea en racimos destaca por su intensidad extrema y localización específica alrededor de un ojo. Los pacientes la describen como el dolor más intenso imaginable, acompañado de enrojecimiento ocular, lagrimeo, congestión nasal y una inquietud física marcada durante los ataques.
La Dra. Starling alerta sobre una realidad preocupante: la gran mayoría de las migrañas no se diagnostican ni se tratan adecuadamente. Entre las razones se encuentra la falta de consulta médica, la normalización del problema por antecedentes familiares y, especialmente, el estigma que afecta particularmente a las mujeres.
Un rasgo distintivo de la migraña es el aura, presente en el 25% a 30% de los casos. Este síntoma neurológico focal y transitorio, que suele durar alrededor de 20 minutos, se manifiesta más comúnmente como alteraciones visuales: destellos, líneas onduladas o figuras geométricas que se desplazan por el campo visual, generalmente antes del inicio del dolor.
Starling aclara una distinción fundamental: la migraña es una función anormal del cerebro con base genética, mientras que los desencadenantes son factores que activan los ataques en personas vulnerables. El estrés, la falta de sueño y los cambios climáticos pueden precipitar episodios.
En las mujeres, las fluctuaciones hormonales juegan un papel destacado. Durante la perimenopausia, las variaciones en los niveles de estrógeno pueden aumentar tanto la frecuencia como la severidad de los ataques.
Sobre los alimentos, la neuróloga matiza que, aunque algunos pacientes identifican desencadenantes alimentarios claros, investigaciones recientes sugieren que ciertos antojos, como el de chocolate, pueden ser parte de la fase inicial de la migraña y no el verdadero causante.
Un riesgo adicional es el uso excesivo de analgésicos o cafeína, que puede generar cefaleas por sobreuso de medicación. Consumir estos productos más de 10 a 15 días por mes puede crear un trastorno secundario que complica el problema original.
Para el manejo efectivo de la migraña, Starling propone el acrónimo SEEDS (semillas de éxito). El primer elemento es el sueño: dormir de siete a diez horas cada noche, con horarios regulares para acostarse y despertarse. La regularidad es más importante que la cantidad.
El ejercicio aeróbico regular, de 20 a 30 minutos al menos tres a cinco veces por semana, resulta muy beneficioso. Para pacientes más debilitados, la especialista recomienda comenzar gradualmente con actividades como ejercicios acuáticos, bicicleta reclinada o caminatas.
La dieta saludable, la hidratación adecuada y el manejo del estrés mediante técnicas como la atención plena o la terapia cognitivo-conductual completan el enfoque. Llevar un diario de cefaleas permite identificar patrones y evaluar la efectividad de los tratamientos.
Existen múltiples alternativas terapéuticas, desde fármacos orales e inyectables hasta dispositivos de neuromodulación externos. Para el tratamiento agudo se utilizan principalmente triptanes y gepantes; para la prevención, medicamentos diarios orales, inyecciones mensuales o trimestrales, y toxina onabotulínica A.
Starling anima a la persistencia: que las primeras opciones no funcionen no significa que se deba abandonar el tratamiento. La comunicación constante con el médico sobre qué funciona y qué no permite encontrar la mejor alternativa para cada paciente.