¿Fatiga constante, dolor abdominal o piel amarillenta? Podrían ser síntomas de hepatitis autoinmune

La hepatitis autoinmune, una enfermedad crónica que afecta el hígado cuando el sistema inmunitario ataca por error a los propios tejidos hepáticos, representa un desafío diagnóstico y terapéutico significativo.

Laura Guio

    ¿Fatiga constante, dolor abdominal o piel amarillenta? Podrían ser síntomas de hepatitis autoinmune

    En esta patología, el sistema inmunitario, diseñado para proteger el organismo, se vuelve contra el propio hígado causando inflamación y daño progresivo.

     Sin tratamiento adecuado, esta enfermedad puede evolucionar hacia complicaciones graves como cirrosis, insuficiencia hepática o incluso requerir un trasplante de hígado. Una de las principales dificultades que presenta esta enfermedad es su diagnóstico tardío. 

    ¿Cuáles son los síntomas?

    Los síntomas más frecuentes incluyen:

    • Fatiga persistente: Uno de los signos más comunes pero también más inespecífico

    • Ictericia: Coloración amarillenta progresiva de la piel y los ojos

    • Alteraciones en la orina y heces: Orina oscura (coluria) y heces claras (acolia)

    • Molestias digestivas: Dolor abdominal, náuseas y malestar general

    • Síntomas sistémicos: Fiebre y aumento del tamaño del hígado (hepatomegalia)

    • Manifestaciones específicas: Como amenorrea en mujeres jóvenes

    Sin embargo, el aspecto más preocupante es que en muchos casos la enfermedad permanece completamente asintomática durante sus primeras etapas, lo que retrasa significativamente su detección.

    "La mayoría de los diagnósticos se realizan a través de alteraciones encontradas en análisis de rutina, como la elevación de enzimas hepáticas, autoanticuerpos e inmunoglobulinas, o cuando la enfermedad ya está en fase avanzada", explican los especialistas.

    Tratamiento

    El abordaje terapéutico actual se basa en las recomendaciones de guías internacionales que proponen un tratamiento inmunosupresor estándar.

     Las guías europeas recomiendan como primera línea la combinación de corticosteroides y azatioprina (o micofenolato), con el objetivo principal de lograr una respuesta bioquímica completa que normalice las enzimas hepáticas y los niveles de inmunoglobulina G.

    Este enfoque ha demostrado ser efectivo para mejorar la calidad de vida y la supervivencia a largo plazo de los pacientes

    La personalización se vuelve especialmente crítica cuando los pacientes no responden al tratamiento estándar. En estos casos, los especialistas deben individualizar el tratamiento de segunda línea considerando la presencia de otras enfermedades autoinmunes como tiroiditis, lupus o artritis reumatoide, así como comorbilidades no autoinmunes como insuficiencia renal o diabetes.

    Factores clave para la personalización

    Los especialistas han identificado varios criterios fundamentales que permiten adaptar el tratamiento:

    Edad y comorbilidades: "No es lo mismo tratar a una persona joven que a una persona de edad avanzada que probablemente presente comorbilidades como hipertensión, diabetes u osteoporosis, que hacen que tengamos que utilizar dosis más bajas de corticoides", señala la Dra. Londoño.

    Presentación clínica: La personalización también depende de si la hepatitis autoinmune se presenta de forma crónica, aguda o aguda-grave. En este último caso, los pacientes requieren dosis más altas de corticosteroides desde el inicio del tratamiento.

    Consideraciones reproductivas: Para pacientes en edad gestacional o con deseo de embarazo, la selección de fármacos debe ajustarse cuidadosamente para garantizar la seguridad tanto de la madre como del bebé.

    El desafío de la cirrosis descompensada

    Los pacientes con cirrosis descompensada representan uno de los mayores retos terapéuticos, ya que existe incertidumbre sobre la efectividad del tratamiento disponible en estos casos avanzados.

    Esta investigación identificó factores clave que permiten determinar qué pacientes con cirrosis descompensada se beneficiarán del tratamiento inmunosupresor.

    Entre los predictores más relevantes se encuentran la ausencia de encefalopatía y una puntuación menor a 28 en la escala MELD-sodio (Model for End-Stage Liver Disease-Sodium) al momento del diagnóstico. 

    Estos parámetros ayudan a los médicos a tomar decisiones más informadas sobre cuándo iniciar o mantener el tratamiento inmunosupresor en pacientes con enfermedad avanzada.


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