La clamidia es una enfermedad de transmisión sexual, una infección bacteriana que, a corto plazo no es grave.
Este virus se ha asociado como una de las causas por las cuales se puede provocar infertilidad, tanto en hombres como mujeres. La infección bacteriana puede provocar una enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) en las mujeres o inflamación de los testículos y la próstata en el caso de los hombres.
Es importante destacar que unas son congénitas, como malformaciones o enfermedades genéticas, y otras adquiridas. Entre estas últimas encontramos algunas enfermedades o infecciones de transmisión sexual que, a menudo de un modo silencioso, pueden afectar gravemente a la capacidad para tener hijos.
Según la más reciente data de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, casi 2 millones de personas en los Estados Unidos tienen la enfermedad por transmisión sexual (ETS).
Los investigadores de la institución analizaron información de una encuesta nacional de más de 8,000 personas de entre 14 y 39 años que proporcionaron muestras de orina para las pruebas de ETS para la encuesta.
Además, encontraron que entre 2007 y 2012, aproximadamente el 1.7 por ciento de las personas en este grupo de edad tenía una infección por clamidia, que se traduce en aproximadamente 1.8 millones de infecciones en todo el país.
Las infecciones por clamidia fueron más comunes en personas que tuvieron dos o más parejas sexuales en el último año. Los investigadores encontraron que el 3.2 por ciento de las personas con dos o más parejas tienen clamidia, en comparación con el 1.4 por ciento de las personas que tenían una pareja.
Las mujeres sexualmente activas tuvieron una tasa de infección más alta que los hombres (2 por ciento en mujeres, frente a 1.4 por ciento en hombres). Las mujeres jóvenes tenían una tasa de infección particularmente alta: entre las mujeres sexualmente activas de entre 14 y 24 años, la infección por clamidia ocurrió en 4.7 por ciento. Entre las hembras negras jóvenes, la tasa de infección fue del 13.5 por ciento, en comparación con el 1.8 por ciento en las hembras blancas.
La prueba de detección de clamidia se recomienda para todas las mujeres sexualmente activas menores de 25 años, aunque menos de la mitad de las mujeres sexualmente activas son examinadas anualmente, según los CDC. La evaluación también se recomienda para mujeres mayores que tienen parejas sexuales nuevas o múltiples, y para hombres que tienen sexo anal.
¿Qué síntomas y problemas provoca?
Uno de los grandes peligros de la clamidia es su discreción, pues pueden pasar años sin que dé la cara. De hecho, no suele dar síntomas en el 75% de las mujeres y en el 50% de los hombres. Si se producen, estos son leves, como sensación de ardor al orinar, dolor durante las relaciones sexuales o flujo vaginal anormal. Esta falta de síntomas provoca, por un lado, que la infección siga avanzando, y por otro, que se siga transmitiendo sin que la persona que está infectada lo sepa.
Si se detecta a tiempo, se trata fácilmente con antibióticos, pero para ello, los pacientes deberán someterse a un examen -una citología en el caso de las mujeres-, algo que solo suele hacerse en las revisiones periódicas correspondientes o si el paciente presenta sintomatología. Además, al no ser una infección que produzca inmunidad, podemos contraer una y otra vez. Por eso, cuando se detecta la enfermedad, es necesario tratar también a la pareja.
Si la enfermedad no se detecta a tiempo, esta puede provocar consecuencias a largo plazo, como una enfermedad pélvica inflamatoria, algo que ocurre en el 50% de los casos de las clamidias no tratadas y que puede ser causa de infertilidad.
¿Por qué afecta a la fertilidad? ¿Es reversible?
La clamidia puede afectar tanto a la fertilidad de hombres como de mujeres. En el caso de los hombres, puede dar lugar a epididimitis, una inflamación en el epidídimo, la zona donde maduran los espermatozoides.
En el caso de las mujeres, lo más común es que se produzca una enfermedad pélvica inflamatoria (EIP), que causa infertilidad en el 13% de los casos si la tenemos una vez, pero que aumenta considerablemente si volvemos a padecerla, hasta el 35% después de dos y al 75% después de tres o más episodios.
La infertilidad en caso de EIP se produce por varios motivos. Por un lado, la bacteria puede llegar a adherirse a las células del cuello cervical, impidiendo con ello el paso de los espermatozoides al útero; por otro, extenderse después a los ovarios, alterando la fase de ovulación y, por último, producir una salpingitis (inflamación de las trompas de Falopio que puede acabar bloqueándolas).
En los dos primeros casos, se dificultará que el óvulo fuera fecundado por el espermatozoide, pero en caso de que se bloqueen las trampas de Falopio, puede complicarse aún más, pues además de dificultar la fecundación del óvulo porque este no puede descender al útero, podría dar lugar a embarazos ectópicos.
Los embarazos ectópicos, que son los que se producen fuera del útero, en las trompas, pueden ser muy peligrosos para las mujeres, pues provocan abortos e incluso la pérdida de las Trompas de Falopio.
En caso de que ya se hayan producido daños en las trompas que dificulten el embarazo en el caso de las mujeres, además de un tratamiento con antibióticos, se pueden someter a una intervención quirúrgica por laparoscopia para eliminar adherencias que obstruyen las trompas de Falopio. Esta intervención suele funcionar en casos leves, pero en los casos graves a menudo el daño es irreversible, y para poder quedarse embarazada, someterse a una fecundación in vitro sería la única opción.
Como en el caso del resto de enfermedades e infecciones de trasmisión sexual, la prevención es la mejor arma, y esta se consigue manteniendo relaciones sexuales seguras, utilizando el preservativo, y con revisiones ginecológicas frecuentes.
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