La inflamación crónica de la piel puede alterar el desarrollo neurológico y emocional en etapas clave de la infancia.
En el marco del evento "De la infancia a la adultez, una condición que nos acompaña" como parte de la campaña de la Alianza de Apoyo al Paciente con Dermatitis Atópica, la Dra. Doris Santos, psicóloga, explica cómo la dermatitis atópica puede interferir en dos etapas fundamentales del crecimiento:
En primer lugar, entre los 6 y 11 años, los niños atraviesan lo que Erikson denominó la etapa de "laboriosidad versus inferioridad". Durante este período, que coincide con los primeros años escolares, la construcción de la autoestima depende en gran medida de las interacciones sociales y el reconocimiento externo.
"En esta edad hay unos desafíos del desarrollo en cuanto a su salud mental, salud emocional, desarrollo psicosocial y adicional hay una condición, como la dermatitis atópica", señala la especialista.
Esta etapa se caracteriza por la necesidad del niño de sentirse competente y capaz. Sin embargo, cuando las lesiones cutáneas se hacen visibles o los síntomas como el picor interfieren con sus actividades, el desarrollo normal de esta fase puede verse comprometido.
"Esto no solamente ocurre a nivel emocional, me viene a enseñar una condición como dermatitis atópica que también impacta unos aspectos físicos y de repente no solamente soy diferente a nivel físico, porque estoy teniendo una exacerbación tópica en mi cuerpo, sino también hay un aspecto emocional que estoy pasando", explica Santos, aquí es donde pueden comenzar los sentimientos de inferioridad.
Al llegar a la preadolescencia y adolescencia (12-18 años), los jóvenes enfrentan el desafío de "identidad versus confusión de roles".
En esta fase, la apariencia física adquiere una gran relevancia y la dermatitis atópica puede convertirse en un obstáculo para la construcción de una autoimagen positiva. "Identidad versus confusión de roles, que la misma palabra nos va diciendo hacia dónde se va preparando ese joven", comenta la Dra. Santos.
La especialista enfatiza cómo esta etapa es necesaria para el desarrollo de la personalidad: "En la medida que ese joven identifica qué es lo que a mí me hace, qué es lo que yo quiero ser en cuanto a profesión y qué es lo que a mí me motiva en la vida, me ayuda a crear una fidelidad hacia mi mismo".
Sin embargo, cuando la enfermedad cutánea afecta visiblemente la apariencia, este proceso de autodescubrimiento puede verse seriamente comprometido.
La Dra. Santos describe los indicadores emocionales que pueden manifestarse en niños y adolescentes con dermatitis atópica:
"De repente veo que el nene cambia, o tiene una exacerbación en la dermatitis atópica y seguido lo veo bien enojado, bien irritado o ansioso". Estos cambios conductuales suelen aparecer antes o durante los brotes, creando un círculo vicioso donde el estrés empeora los síntomas y estos a su vez aumentan la angustia emocional.
Es fundamental comprender que "la ansiedad y la depresión vienen juntas", como señala la psicóloga. "Las diferentes señales emocionales pueden ser tristeza, aislamiento social, cambios en el apetito, episodios de llantos, dificultad para concentrarse y sensación de cansancio o falta de energía"
Esta interconexión entre lo físico y lo emocional es particularmente compleja en los jóvenes, cuyo cerebro aún está en desarrollo.
"Ustedes como padres, hablando de sí la mayoría de ese diagnóstico es en temprana edad, en la adolescencia o cuando el menor es menor, es importante que ustedes puedan decodificar, y esa es la palabra, decodifiquen esas señales claves", enfatiza.
En el ámbito escolar, recomienda acciones concretas: "Hay dermatitis atópica, vamos a tener una reunión con el maestro, explicarle lo de la condición, educarlo". Este trabajo de concientización debe ser continuo y adaptarse a las necesidades cambiantes del estudiante: "Si ven que entonces hay una exacerbación, llega el verano y esa es la peor etapa, vamos a tener una reunión, vamos a hablar con el nene".
La solución, según la especialista, radica en un abordaje integral y coordinado: "Trabajamos en equipo jugando todos para el mismo equipo, no divididos". Esto incluye no solo a la familia y la escuela, sino también a los compañeros: "Si los compañeritos en especial, es también otro potenciador más, porque la educación es lo que ayuda a que nos podamos apoyar".
Finalmente, la Dra. Santos destaca la necesidad de normalizar la condición y fomentar la empatía: "Cuando todos estamos hablando en una misma sincronía, así que eso es muy importante". Este enfoque colectivo puede marcar la diferencia en la calidad de vida de los jóvenes afectados por esta condición dermatológica.