Los lipomas uterinos son tumores benignos poco frecuentes cuya histogénesis aún es incierta. Debido a su rareza y a los hallazgos radiológicos inespecíficos, suelen confundirse con leiomiomas o incluso con tumores malignos.
Una mujer de 70 años, con antecedentes de hipertensión e hipercolesterolemia, acudió a su médico por infecciones urinarias recurrentes. Durante la exploración física se detectó de manera incidental una gran masa abdominal indolora.
En cuanto a sus antecedentes gineco-obstétricos, la paciente había tenido dos partos vaginales sin complicaciones y un antecedente de prolapso, sin uso de terapia de reemplazo hormonal.
Los tumores lipomatosos del útero son entidades poco comunes que representan menos del 0,25% de las neoplasias uterinas.
Dentro de ellos, los lipomas puros son extremadamente raros, con apenas algunos casos descritos en la literatura internacional.
Su importancia clínica radica en que, al no ser el tejido adiposo un componente habitual del útero, estas lesiones despiertan dudas diagnósticas y con frecuencia son confundidas con leiomiomas degenerados o con neoplasias malignas.
La histogénesis de los lipomas uterinos no está completamente esclarecida. Se han postulado varias teorías: desde metaplasia del músculo liso hacia tejido adiposo, hasta migración de células grasas a través de los vasos uterinos o diferenciación lipoblástica aberrante de restos mesodérmicos embrionarios.
En cualquier caso, el diagnóstico definitivo se establece únicamente mediante el estudio histopatológico.
Los estudios de imagen iniciales mostraron hallazgos contradictorios. La tomografía computarizada reveló una masa grasa de 160 × 123 × 144 mm que sugería un lipoleiomioma uterino.
Sin embargo, la ecografía pélvica describió una lesión de 124 × 123 × 111 mm más compatible con un teratoma del ovario derecho. Ante esta discrepancia diagnóstica se optó por realizar una histerectomía total con salpingo-ooforectomía bilateral para caracterizar la lesión de manera definitiva.
En la cirugía se obtuvo un útero de 1666 gramos que contenía una masa amarilla bien delimitada en la pared posterior, de 150 × 140 × 125 mm, sin evidencia de necrosis ni hemorragia. El estudio microscópico confirmó la naturaleza benigna de la lesión, compuesta por adipocitos maduros y tabiques fibrosos que contenían vasos de pared gruesa rodeados por músculo liso focal.
La inmunohistoquímica apoyó el diagnóstico, al mostrar positividad focal para desmina y SMA, negatividad para MDM2, HMB-45 y Melan-A, así como un índice de proliferación Ki-67 muy bajo. Con estos hallazgos se estableció el diagnóstico de lipoma uterino intramural benigno.
La evolución postoperatoria fue satisfactoria y la paciente se mantiene asintomática tras tres años de seguimiento.
De acuerdo con Noni Chan et al., los lipomas uterinos constituyen un reto diagnóstico por su rareza y por la similitud clínica e imagenológica con otras patologías uterinas más comunes.
Aunque la mayoría de las pacientes permanecen asintomáticas, en algunos casos pueden presentarse síntomas inespecíficos como sangrado vaginal, distensión abdominal o alteraciones urinarias, como ocurrió en este caso.
El diagnóstico diferencial incluye leiomiomas con cambios degenerativos, lipoleiomiomas, angiomiolipomas, teratomas ováricos e incluso liposarcomas. La resonancia magnética se considera la técnica más precisa para caracterizar este tipo de lesiones gracias a su capacidad multiplanar y a las secuencias específicas para grasa. Sin embargo, el diagnóstico definitivo siempre recae en la histopatología, que permite distinguir entre lesiones benignas y malignas.
La falta de correlación entre los hallazgos de la tomografía y la ecografía en esta paciente refleja la dificultad diagnóstica habitual en estos tumores, lo que explica que la mayoría de los casos descritos se identifiquen de manera incidental tras la cirugía y no en el estudio preoperatorio.