A los 6 meses se observa una mejora significativa en la función cardíaca en el grupo tratado con células madre, aunque no se registran diferencias estadísticas en mortalidad general o por causas cardiovasculares.

Un ensayo clínico pionero sugiere que la aplicación de células madre poco después de un infarto podría marcar un punto de inflexión en la medicina cardiovascular. Según los hallazgos publicados en The BMJ por investigadores de la Universidad de Ciencias Médicas de Shiraz, esta terapia regenerativa no solo fortalece la función cardíaca, sino que reduce significativamente el riesgo de desarrollar insuficiencia cardiaca.
El estudio, que ha seguido a pacientes durante casi tres años, reaviva la esperanza de una alternativa terapéutica que podría cambiar el pronóstico de miles de personas. Los datos revelan que "los pacientes con función cardíaca débil que reciben terapia con células madre poco después de un ataque cardíaco tienen menor riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca y estadías hospitalarias relacionadas en comparación con la atención estándar".
La investigación incluyó a 396 pacientes entre 57 y 59 años sin antecedentes cardíacos, todos ellos víctimas de un primer infarto con daño extenso al músculo cardíaco. El diseño del estudio separó a los participantes en dos grupos: 136 recibieron una infusión intracoronaria de células madre mesenquimales entre 3 y 7 días después del infarto, mientras los 260 restantes constituyeron el grupo de control con tratamiento convencional.
El seguimiento durante un promedio de 33 meses arrojó resultados significativos. Quienes recibieron la terapia celular mostraron tasas notablemente menores de insuficiencia cardíaca (2,77 frente a 6,48 por 100 personas-año) y reingresos hospitalarios por esta causa (0,92 frente a 4,20 por 100 personas-año). Además, la medida combinada de muerte cardiovascular y reingreso por infarto o insuficiencia cardíaca fue considerablemente más baja en el grupo tratado con células madre.
Uno de los hallazgos más alentadores apareció a los seis meses del tratamiento, cuando el grupo de intervención mostró una mejora significativamente mayor en la función cardíaca comparado con el grupo de control. Esta recuperación funcional sugiere que las células madre podrían estar facilitando procesos de reparación tisular que trascienden el mero manejo sintomático.
Sin embargo, el estudio no encontró diferencias estadísticamente significativas en cuanto a mortalidad por cualquier causa o reingresos por nuevos infartos. Esta aparente paridad en los indicadores de supervivencia contrasta con las claras ventajas en calidad de vida y reducción de complicaciones, planteando interesantes interrogantes sobre los mecanismos de acción de esta terapia.
Los investigadores reconocen ciertas limitaciones metodológicas, particularmente la imposibilidad de realizar un procedimiento simulado para el grupo control que hubiera permitido un diseño doble ciego. Tampoco se evaluaron biomarcadores específicos de insuficiencia cardíaca ni se investigaron los efectos fisiológicos a nivel tisular.
A pesar de estas consideraciones, los autores mantienen un optimismo cauteloso, señalando que "estos resultados sugieren que esta técnica 'puede servir como un procedimiento complementario valioso después de un infarto de miocardio para prevenir el desarrollo de insuficiencia cardíaca y reducir el riesgo de futuros eventos adversos'".
El camino hacia la implementación clínica rutinaria aún requiere confirmación mediante ensayos adicionales. Como concluyen los investigadores, se necesitan más estudios "para explorar los mecanismos subyacentes de la terapia con células madre mesenquimales y optimizar su aplicación en la práctica clínica".