Razones científicas que explican por qué las vacunas no causan autismo

Décadas de investigación desmienten las teorías antivacunas que resurgen tras las declaraciones de Robert F. Kennedy Jr. como secretario de Salud.

Laura Guio

    Razones científicas que explican por qué las vacunas no causan autismo

    Múltiples estudios científicos realizados durante más de 20 años han demostrado de manera concluyente que no existe relación entre las vacunas y el trastorno del espectro autista. 

    La evidencia refuta las tres principales teorías antivacunas: el conservante timerosal, la vacuna MMR y la "sobrecarga" del sistema inmunitario. 

    Con Kennedy Jr. al frente de la política sanitaria estadounidense, la comunidad médica internacional refuerza su posición, ya que durante décadas, Kennedy ha promovido la teoría desacreditada de que las vacunas causan autismo, una afirmación que la comunidad científica ha refutado repetidamente con evidencia sólida.

    Durante su audiencia de confirmación ante el Comité del Senado, el senador Bill Cassidy, republicano de Luisiana y médico de profesión, presionó a Kennedy para que "tranquilizara a las madres de forma inequívoca y sin calificación" sobre la seguridad de las vacunas.

     La respuesta de Kennedy fue evasiva: "Si los datos están ahí, definitivamente lo haré", prometiendo incluso disculparse por declaraciones previas. Sin embargo, los datos científicos han estado disponibles durante años, respaldados por instituciones de investigación de múltiples países y organizaciones internacionales de salud.

    El timerosal

    La primera gran teoría antivacunas se centró en el timerosal, un conservante que contiene mercurio utilizado en algunas vacunas

    Aunque este compuesto fue retirado de la mayoría de las vacunas infantiles hace más de 20 años como medida de precaución, las tasas de autismo continuaron aumentando, desmintiendo cualquier conexión causal.

    El estudio más contundente provino de Dinamarca, que mantiene registros de salud centralizados. Un análisis de 2004 de todos los niños vacunados entre 1971 y 2000 encontró que "no hubo tendencia hacia un aumento en la incidencia de autismo durante el período en que se usó timerosal". Los aumentos continuaron incluso después de suspender el conservante.

    Investigaciones adicionales en Reino Unido reforzaron estos hallazgos: un estudio de 14,000 bebés encontró que las vacunas, en todo caso, estaban asociadas con menos casos de autismo; otro de 103,403 niños confirmó la ausencia de relación entre timerosal y autismo.

    La vacuna MMR: Estudio fraude 

    La teoría que vincula la vacuna contra el sarampión, paperas y rubéola (MMR) con el autismo se originó en un estudio fraudulento de 1998 publicado por Andrew Wakefield en The Lancet. 

    El trabajo, que analizó apenas 12 casos, propuso un nuevo trastorno basado en niños que habían perdido habilidades y desarrollado dolor abdominal tras recibir la vacuna MMR.

    El estudio fue retractado tras una investigación que reveló que Wakefield había solicitado una patente para su propia vacuna contra el sarampión y no había obtenido permisos para realizar pruebas invasivas en niños. Wakefield perdió su licencia médica, pero el daño ya estaba hecho.

    La respuesta científica fue contundente: al menos 20 estudios posteriores en países como Finlandia, Reino Unido, Estados Unidos y Dinamarca demostraron que los niños vacunados con MMR no tenían mayor probabilidad de desarrollar autismo. Un estudio danés publicado en el New England Journal of Medicine incluso mostró que el riesgo era menor entre los vacunados.

    La teoría de "demasiadas vacunas"

    La tercera línea argumenta que el número creciente de vacunas sobrecarga el sistema inmunitario infantil. Esta teoría, popularizada por Donald Trump en 2015 cuando escribió sobre "38 vacunas en un bebé" siendo "totalmente una locura", también carece de sustento científico.

    Los investigadores han respondido señalando que las vacunas modernas son más específicas y contienen menos antígenos que las versiones anteriores. 

    Las vacunas actuales para enfermedades como la neumocócica contienen solo moléculas específicas, no el virus completo. Sumado a eso, los datos no muestran que las vacunas aumenten el riesgo de otras infecciones.

    Un estudio crucial de 2013 de los CDC midió los niveles de anticuerpos generados por diferentes vacunas y encontró que no había relación entre estos marcadores y el riesgo de autismo.

    ¿Cuál es el verdadero origen del aumento del autismo?

    El aumento en los diagnósticos de autismo se explica principalmente por cambios en los criterios clínicos, que hoy incluyen casos antes no reconocidos, así como por una mayor conciencia social y acceso a evaluaciones especializadas.

    Los científicos han identificado múltiples factores genéticos asociados con el autismo, algunos de los cuales están relacionados con mutaciones espontáneas que ocurren durante el desarrollo fetal. 

    Estudios también sugieren que la edad avanzada de los padres —tanto paterna como materna— puede aumentar el riesgo de autismo en los hijos, posiblemente debido a mutaciones genéticas acumuladas con el tiempo.

     Estas razones, tanto sociales como genéticas, resultan más sólidas que cualquier vínculo con las vacunas.

    El costo de la desinformación

    La vacuna MMR ha demostrado ser una de las intervenciones de salud pública más exitosas de la historia moderna. Antes de su introducción en 1963, Estados Unidos registraba 500,000 casos anuales de sarampión, resultando en 50,000 hospitalizaciones, 1,000 casos de inflamación cerebral y 500 muertes cada año. Para 2010, gracias a las altas tasas de vacunación, solo se reportaron 63 casos en todo el país, todos resultado de virus importados del extranjero.

    Como advierte el oncólogo Vinay Prasad: "Si RFK Jr. usa su posición como secretario del HHS para disuadir a los padres de vacunar a sus hijos con la vacuna MMR, podrían resultar graves repercusiones negativas, incluidos brotes de sarampión y muertes infantiles".

    De hecho, en Texas, el Departamento Estatal de Servicios de Salud (DSHS) ya enfrenta un brote significativo: desde enero se han confirmado alrededor de 762 casos, con 99 hospitalizaciones y la muerte de dos niños no vacunados sin condiciones previas. Aunque menos del 1% de los casos son actualmente contagiosos, la transmisión continúa en el condado de Lamar.

    Por lo mismo, para los profesionales de la salud y los padres, esta evidencia ofrece la certeza científica necesaria para tomar decisiones informadas sobre la vacunación infantil, independientemente de las posiciones políticas del momento.


    Más noticias de Salud Pública