Los síntomas de la artritis infecciosa pueden variar en función de la gravedad y del tipo de enfermedad que sufra el paciente.
La artritis -la inflamación de las articulaciones- puede producirse por muchos motivos, como enfermedades autoinmunes -como el lupus o la artritis reumatoide-, gota, desgaste de los cartílagos… pero también puede tener un origen infeccioso. Es lo que se conoce como artritis séptica, y, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de las artritis no suele tener un carácter crónico, sino que se asocia a un proceso infeccioso y cesa cuando este remite. Sin embargo, si no se trata a tiempo, pueden producirse daños permanentes en las articulaciones afectadas.
¿Qué es la artritis séptica y qué la causa?
La artritis séptica es una infección en las articulaciones provocada por gérmenes que se propagan por el torrente sanguíneo o de alguna lesión, herida, inyección o intervención próxima a la articulación afectada, pues el revestimiento de las articulaciones tiene poca capacidad para protegerse de las infecciones. La causa más común de la artritis séptica es de origen bacteriano (estafilococo o estreptococo), pero también puede ser de origen fúngico (hongos) o vírico.
Aunque puede darse en cualquier persona sana, los ancianos y niños menores de tres años (especialmente bebés) suelen ser los más vulnerables a este tipo de infecciones, que se dan con más frecuencia en caderas y rodillas. Como apunta Mayo clinic, hay una serie de factores de riesgo pueden hacernos más propensos a padecer una artritis séptica, como;
•Problemas existentes en las articulaciones. Las personas padezcan patologías que afectan a las articulaciones tienen más posibilidades de desarrollar una infección en ellas. Algunas de ellas son artrosis, gota, artritis reumatoide o lupus.
•Haberse sometido a una cirugía de reemplazo. Durante la intervención para sustituir una articulación dañada por una artificia, puede introducirse bacterias u otros gérmenes y provocar una infección.
•Tomar medicamentos para la artritis reumatoide. Estos medicamentos debilitan el sistema inmunitario y aumentan la probabilidad de infecciones.
•Tener la piel frágil y quebradiza. Sobre todo, si existen enfermedades como a psoriasis o eccema, se aumentan el riesgo de artritis séptica, pues la piel es más frágil y tiene una mayor tendencia a lesionarse y dejar pasar gérmenes patógenos. Por este motivo, las personas que se inyectan drogas también tienen un mayor riesgo de padecer estas infecciones.
•Sistema inmunitario débil. Las personas con un sistema inmunitario débil tienen un mayor riesgo de artritis séptica, como de cualquier otra infección. Esto incluye personas con diabetes, con problemas renales y hepáticos o que toman medicamentos para suprimir el sistema inmunitario.
•Traumatismo en las articulaciones. Los golpes, heridas, mordeduras de animales, etc., sobre todo si se producen en la propia articulación o una zona próxima, pueden dar lugar a artritis sépticas.
Qué síntomas provoca y cómo se trata
Los síntomas de la artritis infecciosa pueden variar en función de la gravedad y del tipo de enfermedad que sufra el paciente, pero en general, suelen causar un intenso dolor articular que empeora con el movimiento, enrojecimiento, inflamación, edema y dificultad -incluso incapacidad- para mover la articulación. También puede aparecer fiebre y malestar general. En general, los síntomas aparecen de manera rápida y, si la infección se prolonga puede dañar la articulación de manera permanente, especialmente en personas que ya tenían un daño previo en las articulaciones.
Para evitarlo, el tratamiento deberá empezar de inmediato. El más común es el antibiótico, que se deberá adaptar al tipo de patógenos, pues, aunque lo más común es que esté causada por bacterias, el origen de la artritis séptica también puede ser causada por hongos o virus. También puede acompañarse de otros medicamentos para tratar los síntomas, como antiinflamatorios y antipiréticos.
El tratamiento farmacológico debe estar acompañado de la extracción del líquido articular y el pus. Por un lado, para identificar el organismo causante de la infección y adaptar el tratamiento. Por otro, para acelerar la recuperación, pues el pus suele acumularse rápidamente y puede dañar la articulación. Los casos más graves o en articulaciones complicadas, como las caderas, pueden requerir incluso un drenaje.
Si la infección ha sido causada por una prótesis, es probable que se necesite quitar la articulación de reemplazo y sustituirla por otra cuando la articulación esté recuperada.
En algunos casos también puede necesitarse rehabilitación los meses siguientes para restablecer la función de la articulación dañada.
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