Hijos tiranos o el “síndrome del emperador”, cuando el maltratante es tu hijo

Es fundamental no tolerar faltas de respeto, ni físicas, ni psíquicas.

Yolimarian Torres Yolimarian Torres

    Hijos tiranos o el “síndrome del emperador”, cuando el maltratante es tu hijo

    La violencia venga de donde venga, es intolerable, y no solo se trata de violencia física, sino de aquella que también es ejercida a nivel psicológico. 

    Mucho se habla de la violencia de género, sin embargo, hay un aspecto que muchas veces pasa desapercibido como la violencia de hijos a padres, en este sentido se trata de violencia  filio-parental.

    La violencia filio-parental (VFP) es definida por los expertos como el conjunto de acciones y conductas reiteradas, ya sean agresiones físicas, verbales, no verbales o psíquicas dirigidas de los hijos a sus los padres. Quedan incluidas dentro de estas conductas las amenazas, golpes, insultos e incluso la ruptura de objetos, siempre que se realicen de manera reiterada.

    El problema, según los especialistas, es que los hijos pueden ser menores de edad y es posible que no tengan responsabilidad penal. Por lo tanto, en la violencia de los hijos hacia los padres encontramos cuatro supuestos en función de la edad del agresor:

    Existen múltiples factores que actúan como causales para que este síndrome se presente en los menores, desde aspectos genéticos, ambientales y características en la relación padre, hijo

    La vida moderna, con una carga de obligaciones cada vez más grande, con procesos y exigencias que requieren resoluciones cada vez más inmediatas y una tendencia absoluta hacia el exitismo, facilitan escenarios para que los niños desarrollen este tipo de síndrome. La principal problemática involucrada en la aparición de este síndrome es la falta de conciencia en el individuo. 

    Respecto al punto de vista genético, se ha observado que los niños con este síndrome, presentan una estructura cerebral que altera y entorpece los vínculos afectivos y el proceso de desarrollo de la conciencia. 

    Generalmente, son menores que, desde su estructura genética, tienen dificultades para experimentar emociones como la empatía, la compasión, el respeto o la responsabilidad, lo que facilita la ausencia del sentimiento de culpa, desarrollando una relación totalmente utilitaria con sus padres, utilizándolos como herramientas que los ayudan a saciar sus impulsos y conseguir sus objetivos, sin tener ninguna consideración de las consecuencias que estas conductas pudieran tener en su entorno. 

    Estos niños tienen una tendencia a presentar problemas en el aprendizaje, promoviendo en los padres una constante y especial preocupación por su educación, lo que, muchas veces, termina siendo una excusa para que aparezcan más conflictos.

    Desde el punto de vista del contexto familiar, en muchos casos, los padres de estos niños maltratadores tienen dificultades tanto en aspectos prácticos, como educativos. 

    La ausencia de tiempo para dedicar a la crianza, es un factor muy presente en la mayoría de estos casos, lo que dificulta todos los procesos de formación, interfiriendo también en el desarrollo de vínculos afectivos. 

    Al mismo tiempo, se advierte en los padres una ausencia de herramientas y habilidades con las que puedan establecer una relación vertical de respeto y autoridad con sus hijos y desde donde puedan emprender, de buena forma, la labor educativa hacia ellos.

    El círculo vicioso de la agresión

    Es muy común que, los padres, traten de encontrar solución a las conductas autoritarias de sus hijos, afrontándolas con estrategias de diferente naturaleza, lo que, generalmente, solo consigue que la violencia y las agresiones se vuelven más intensas. 

    En un primer momento, los progenitores se dan cuenta de que cuando enfrentan las situaciones de conflicto, ya sea castigando o reprimiendo, obtienen el efecto contrario al esperado, pues la frecuencia e intensidad del comportamiento agresivo aumenta y se intensifica. 

    Como una alternativa a esto, suelen probar cambiando de estrategia y adoptan una posición más conciliadora y persuasiva, buscando transmitir a su hijo que lo aceptan y entienden. Esta actitud no despierta ningún acercamiento, ni respuesta positiva por parte del niño, sino que, solamente, logra su indiferencia hacia las muestras de afecto y preocupación. 

    Todo este proceso, donde los padres buscan y ofrecen diferentes maneras de acercamiento y donde el niño no responde ni cede a ninguna de ellas, genera una sensación de frustración, rabia e irritabilidad en los padres, que se sienten indefensos y sin herramientas con las que afrontar esta problemática. La dinámica se vuelve cada vez más compleja y tanto el menor, como sus padres, responden intentando dominarla, imponiendo sus condiciones, lo que generalmente es inútil y contraproducente, provocando cada vez más violencia.

    En consecuencia, este tipo de comportamiento, presenta dos modalidades de aumento de la violencia.

    Escalada de dominio: Cada vez que los padres se muestran comprensivos y cercanos al niño, este aprovecha para aumentar sus exigencias.

    Escalada de compensación: En las ocasiones en que, los padres, adoptan una actitud más dura estableciendo límites, el niño como respuesta a esto e, intentando mantener su autoridad y control sobre ellos, ejerce más violencia.

    En este punto, la relación entre padres e hijos, se ve entrapada en un círculo vicioso donde no hay salida saludable posible y, donde, cada vez, el niño va ganando más poder y control sobre sus progenitores.

    Es normal observar que, producto de este comportamiento, los padres reaccionen con agresividad y violencia frente a los ataques de su hijo, pasando de ser un caso de violencia filió-parental a uno en que las agresiones son de ida y vuelta.

    Dentro del grupo de niños que presentan este síndrome, se pueden observar dos grandes grupos que se diferencian ente si por sus características particulares:

    *Niño narcisista: Pueden llegar a experimentar todas o casi todas la emociones, normalmente sin ninguna dificultad. Sin embargo, les cuesta mucho por no decir que les resulta imposible ponerse en el lugar de otros. No tienen la capacidad de entender lo que los demás sienten. En este caso, la falla no es en la capacidad de ser conscientes, sino de empatizar con las emociones y experiencias de las demás personas. Esta característica puede ocasionar graves problemas en la edad adulta al dificultar el desarrollo de relaciones saludables y equilibradas.

    *Niño tirano resentido: Este menor siente que la vida está en deuda constante con él, pues le ha quitado la posibilidad de disfrutar de un sin número de experiencias y habilidades que si han gozado otros con los que él se relaciona. Para en la única forma de arreglar esto es quitarle a los demás estos privilegios injustamente otorgados. Siente una necesidad de venganza muy intensa para lograr remediar esta injusticia que la vida le ha dado. Sus víctimas nunca entienden por qué son motivos de estos ataques ni de la hostilidad hacia ellos.

    Fuente consultada aquí


    Licenciada en Comunicación Social egresada de la Universidad de Los Andes, Táchira, Venezuela. Locutora Certificada por la Universidad Central de Venezuela. Redactora de Medicina y Salud Pública.

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