Las causas principales del síndrome son estructurales y económicas, siendo el pluriempleo, la falta de descanso, la presión laboral y la ausencia de una mejora profesional tras la residencia.
Un reciente estudio presentado en el 51° Congreso Argentino de Cardiología ha puesto en centro de atención la salud mental de los profesionales de la medicina. El 64,5% de los médicos argentinos experimenta síntomas de burnout, una forma de agotamiento extremo que supera los promedios internacionales.
Así lo explicó el cardiólogo Alejandro Meretta (MN 65971), jefe de Cardiología Nuclear en ICBA Instituto Cardiovascular, durante su participación en Infobae.
"Se trata de un cansancio crónico, que consiste en agotamiento físico, emocional y mental", enfatizó Meretta, quien detalló que este fenómeno "golpea con más fuerza a los médicos jóvenes y a las especialidades de alta demanda como terapia intensiva". Las declaraciones surgieron en el marco de un análisis sobre la crisis que atraviesa el sistema de salud.
El cardiólogo revela que "veintitrés sociedades científicas participaron de un foro y, tras una encuesta a tres mil médicos, surgió que más del 64% está con burnout".
El problema es universal "en todo el mundo, los médicos tienen tasas elevadas de burnout".
El fenómeno "si bien afecta a todos, castiga en forma particular al segmento más joven y a quienes cursan la residencia". Los números entre los residentes son especialmente preocupantes: "en los residentes, las encuestas llegan incluso hasta el 70% de prevalencia. Eso quiere decir que siete de cada diez médicos en formación padecen esta realidad, y el número se mantiene alto en las primeras etapas profesionales".
Al analizar los motivos detrás de esta crisis, Meretta identificó factores estructurales y culturales. Señaló que "existe un problema de pluriempleo: la mayoría de los médicos, para llegar a fin de mes, deben sumar tres o cuatro trabajos distintos. Eso implica dormir mal, trabajar bajo presión y cargar con múltiples responsabilidades desde muy temprano en la carrera".
La comparación con otros países resulta elocuente. "En los países donde la economía es más estable, el nivel de burnout tiende a bajar luego de la residencia. Acá, en cambio, esa transición no se da y las condiciones se mantienen difíciles", explicó.
Y profundizó: "En los primeros años, un residente puede afrontar síntomas severos de estrés y agotamiento. La diferencia es que, afuera, después del período formativo suele haber una mejora económica y profesional. En Argentina, esa mejora muchas veces no llega".
Uno de los aspectos más preocupantes que destacó Meretta es la crisis en las especialidades críticas. "La Sociedad Argentina de Terapia Intensiva presentó un informe alarmante: el 50% de los terapistas en el país tiene más de 50 años y cada vez menos jóvenes optan por esa especialidad. Son considerados la primera línea de batalla, pero las malas condiciones, la alta presión y la falta de incentivos desalientan a las nuevas generaciones", sostuvo.
Frente a esto, el especialista abogó por medidas concretas de contención. "La clave es la contención. No es lo mismo formarse en un entorno hospitalario donde hay soporte y acompañamiento emocional, que hacerlo en soledad. El sistema debe mejorar la atención al bienestar emocional de los residentes, asegurando descansos, controles y espacios de escucha".
Meretta también se refirió a la necesidad de transformar prácticas culturales arraigadas en la profesión. Mencionó que cuando ocurre la muerte de un paciente, "a menudo se transmite la idea de que hay que seguir adelante sin procesar el duelo. Esa lógica refuerza el riesgo de burnout, y hace falta cambiarla".
Pese al panorama desafiante, el cardiólogo compartió un dato que habla de la profunda vocación médica: "Según una estadística de la UBA, el 90% de los médicos volvería a elegir la carrera. Sin embargo, al menos la mitad está disconforme con su situación actual. Eso indica que, aunque predomina la vocación, hacen falta mejoras profundas en el entorno laboral".
Al cerrar su análisis, Meretta reflexionó sobre la evolución de la medicina hacia un enfoque más humanista, donde el paciente gana protagonismo y la medicina personalizada avanza a pasos acelerados. El desafío, sugirió, será aplicar los avances científicos manteniendo en el centro el bienestar integral tanto de los pacientes como de los propios profesionales de la salud.