Muchos pacientes con leucemia linfocítica crónica pueden vivir más de 10 años sin necesidad de tratamiento, siempre que no presenten síntomas clínicos graves ni mutaciones agresivas.
La leucemia linfocítica crónica (LLC) es un tipo de cáncer que compromete la médula ósea y la sangre, caracterizado por la producción excesiva de linfocitos, un tipo de glóbulo blanco. Se trata de una enfermedad de curso lento y progresivo, más frecuente en adultos mayores y poco común en niños.
Según la Dra. Maribel Tirado, directora del Programa de Fellowship en Hematología y Oncología de la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, "esta leucemia es particular porque, además de provocar alteraciones en los niveles de hemoglobina y plaquetas, puede asociarse con un agrandamiento del bazo y la presencia de ganglios linfáticos aumentados en diversas regiones del cuerpo".
En primer lugar, la presencia de nódulos linfáticos agrandados no debe interpretarse de forma automática como un signo de leucemia. Existen diversas causas posibles detrás de este hallazgo, siendo las infecciones la más frecuente.
"Un nódulo linfático agrandado puede indicar que usted tiene una infección, que es la razón más común; puede indicar que tiene leucemia, pero también puede indicar que tiene linfoma. Así que, cuando uno se siente cualquier pelotita en cualquier parte del cuerpo, hay que tener en cuenta que pudiera ser cualquiera de esas cosas", explicó la experta.
En el caso de la leucemia linfocítica crónica, lo que ocurre es una proliferación anormal de linfocitos, un subtipo específico de glóbulo blanco. Esta alteración puede darse sin que existan otros signos clínicos relevantes: el paciente puede presentar cifras elevadas de glóbulos blancos —50, 60 o incluso 70 mil— y, al mismo tiempo, mantener estables los niveles de hemoglobina y plaquetas, sin agrandamiento del bazo ni síntomas sistémicos como fiebre, sudoración nocturna o pérdida de peso.
Cuando estos casos corresponden al estadio 1, en el que la única anormalidad es la linfocitosis, la conducta médica habitual es la observación. No se indica tratamiento porque los estudios han demostrado que intervenir en esa etapa no mejora la supervivencia y, por el contrario, puede generar toxicidades innecesarias.
Asimismo, en los estadios iniciales, la leucemia linfocítica crónica no suele representar un riesgo inmediato para la vida ni comprometer significativamente el estado general del paciente.
"Esa persona va a seguir viviendo normalmente. En esa etapa uno no está en un riesgo aumentado de infecciones. A veces fallecen por otra cosa. Y me explico: estas leucemias linfocíticas crónicas tienden a ser unas leucemias de personas mayores. Así que, pues, a veces se mueren de viejos, de un derrame, un infarto, esas cosas, pero no necesariamente se fallecen de su leucemia".
De hecho, muchos casos se detectan de forma incidental, tras un examen de sangre rutinario o durante trámites médicos no relacionados, como la solicitud de un seguro de vida. Al no presentar síntomas evidentes, el diagnóstico suele sorprender tanto a los pacientes como a sus familias.
Sin embargo, cuando aparecen signos clínicos como infecciones recurrentes, sudoraciones nocturnas, pérdida de peso inexplicable o ganglios linfáticos agrandados, el abordaje cambia. En estas etapas más avanzadas sí se contempla iniciar tratamiento, ya que la enfermedad comienza a generar un impacto clínico concreto.
Por otra parte, el inicio del tratamiento en la leucemia linfocítica crónica está condicionado por la aparición de síntomas clínicos más severos. Es decir, no todos los pacientes diagnosticados requieren terapia inmediata.
"Cuando ya empezamos a tener problemas, que los nódulos están grandes, están creciendo mucho, cuando empezamos a tener fiebre, pérdida de peso, anemia, trombocitopenia... esos casos son los que nosotros tratamos. Históricamente les dábamos principalmente quimioterapia e inmunoterapia, pero en los últimos años se han desarrollado una serie de medicamentos, muchos de ellos orales, pastillas que se han diseñado para tratar esta condición", explicó la Dra. Tirado.
Actualmente, existen diversas familias de tratamientos dirigidos que han transformado el abordaje terapéutico. Entre ellos se encuentran los inhibidores de tirosina quinasa, los inhibidores de la quinasa de Bruton y moléculas como el venetoclax, que actúa sobre la proteína BCL-2.
Por ello, resaltó que el desarrollo de estas terapias se basa en un mayor entendimiento de las mutaciones y alteraciones moleculares que caracterizan a las células malignas, lo que permite diseñar estrategias más específicas y menos invasivas.
A su vez, la especialista subrayó que el pronóstico de la leucemia linfocítica crónica depende en gran medida de las mutaciones presentes en las células malignas. "Una vez una persona tiene el diagnóstico, lo que va a pasar depende mucho de las mutaciones que tenga la enfermedad. Hay pacientes que pueden vivir 10 o 12 años sin tratamiento, y otros con mutaciones más agresivas que en menos de un año van a necesitarlo".
En cuanto a las opciones terapéuticas, la inmunoterapia continúa siendo un recurso relevante. En este contexto, se utilizan principalmente anticuerpos monoclonales como el rituximab, los cuales actúan sobre blancos específicos del sistema inmune. Aunque existen algunos casos de predisposición genética, estos son poco frecuentes y la mayoría de los pacientes no presentan antecedentes hereditarios vinculados a la enfermedad.
Además, detalló que los tratamientos disponibles permiten a muchos pacientes mantener una buena calidad de vida. La mayoría de las terapias actuales son orales o de administración ambulatoria, lo que facilita que las personas continúen con sus rutinas cotidianas sin requerir hospitalización, a diferencia de las leucemias agudas. Muchos siguen trabajando o cumpliendo con sus actividades diarias mientras reciben tratamiento.
En muchos casos, como ya se mencionó, la leucemia linfocítica crónica se detecta de manera incidental a través de exámenes de rutina. Por eso, la vigilancia médica anual es fundamental, ya que permite identificar alteraciones hematológicas como la linfocitosis, incluso antes de que aparezcan síntomas clínicos evidentes.
Además, es importante estar atentos a cambios físicos que podrían pasar desapercibidos. Un bazo agrandado, por ejemplo, puede confundirse con un aumento de volumen abdominal, lo que lleva a suponer que se trata de un simple cambio en el peso o la dieta. Sin embargo, corresponde al médico determinar si esa transformación corporal está asociada a una condición clínica subyacente. También se recomienda acudir a consulta si se perciben masas o nódulos en el cuello, las axilas o cualquier otra parte del cuerpo.
"Visite a su médico. Si tiene algún cambio en su cuerpo, como un aumento del abdomen o nódulos en el cuello o axila, es importante que se haga revisar. Aproveche las pruebas de cernimiento que se ofrecen en los centros especializados", concluyó