La epilepsia es un problema de salud pública mundial que requiere una adecuada respuesta.
Las personas con epilepsia (PWE) tienen una tasa de mortalidad más alta que la población general. Las muertes relacionadas con la epilepsia han aumentado a pesar de que la mortalidad por todas las causas ha disminuido en la población general antes del COVID-19. Planteamos la hipótesis de que los factores clínicos y de estilo de vida pueden identificar a las personas con mayor riesgo.
La epilepsia es un problema de salud pública mundial que requiere una adecuada respuesta. Es una condición clínica con auto-remisión en hasta el 50% de los casos. Según reportes de la OMS, un estimado entre 50 a 69 millones de personas padece esta enfermedad, la mayoría vive en países en desarrollo.
Muchas más personas, sin embargo (un estimado de 200 000 000), también se ven afectados por este trastorno, ya que son los miembros de la familia y amigos que conviven con estos pacientes. Se puede aseverar que la epilepsia afecta entre 1-2% de la población mundial.
Dos millones de nuevos casos ocurren en el mundo cada año. La incidencia anual de crisis epilépticas no provocadas es 33-198 por 100 000 hab/año, y la incidencia de la epilepsia es de 23 a 190 por 100 000 hab/año.
Es significativo que alrededor de 45 millones (65%) de las personas que padecen de epilepsia, viven en áreas rurales de países clasificados en desarrollo y de estos, 17 millones residen en áreas urbanas. Sin embargo, siete millones de pacientes (10%) viven en países considerados como desarrollados. Todo ello relaciona la alta incidencia, prevalencia y mortalidad de la epilepsia en las clases socioeconómicas más bajas.
La prevalencia global de la epilepsia activa (una persona con epilepsia que ha tenido al menos un ataque de epilepsia en los 5 años anteriores, independientemente del tratamiento antiepiléptico), varía desde 2,7 hasta 41 por cada 1 000 habitantes, aunque en la mayoría de los informes la tasa de epilepsia activa está en la variación de 4-8 por 1 000 habitantes.
Esta enfermedad, a su vez, puede conllevar a la muerte, peligro que no siempre se tiene en cuenta y podría ser evitable. Puede reducir la expectativa de vida en 10 años en los pacientes con epilepsia sintomática y en 2, en los que padecen epilepsia idiomática.
Las estadísticas internacionales muestran tasas anuales de mortalidad de 2,1 por 100 000 habitantes por año, variando de 1 a 8 en los diferentes países. Las causas de muerte por epilepsia, por tanto, deben ser identificadas y se deben realizar acciones, incluyendo el tratamiento y la educación, para evitar muertes prevenibles.
La mortalidad asociada con la epilepsia puede relacionarse con las categorías siguientes:
- La provocada directamente por las crisis epilépticas. Es la más frecuente y ocurre debido a complicaciones en el curso de un estado epiléptico prolongado, siendo frecuentes los accidentes, incluyendo ahogamiento.
- La asociada indirectamente, o en parte, con la epilepsia, como el suicidio y la depresión, las cuales tienen un papel importante en las causas de mortalidad prematura.
- La que obedece a otros factores, por ejemplo, las causas de la enfermedad o sus complicaciones.
- Existe un mayor riesgo de muerte súbita inexplicable en epilepsia (SUDEP), con una incidencia estimada de 1,8 por 1 000 pacientes/año. Esta es la mayor causa de mortalidad prematura en pacientes con epilepsia y más aún si es de difícil control. El factor de riesgo más importante es la historia de una crisis tónico-clónica generalizada. El riesgo ha sido estimado 24 veces más alto en personas jóvenes que en personas de la misma edad.
- Se ha reportado, además, un aumento de la mortalidad en pacientes con inhabilidades intelectuales con el uso a largo plazo de los fármacos antiepilépticos (FAE) y en la epilepsia postictus en pacientes jóvenes.
El estudio indica que los resultados obtenidos se suman a la evidencia existente de que las muertes por epilepsia están aumentando. Los estudios futuros podrían centrarse en identificar las PWE en alto riesgo y abordarlas con intervenciones clínicas o una mejor autogestión. La identificación de factores de riesgo específicos para las personas más jóvenes debe ser una prioridad, ya que la epilepsia puede ser un factor en casi la mitad de las muertes de PWE menores de 35 años.
Implicaciones clínicas
La necesidad de un mejor manejo de la epilepsia es el núcleo de nuestros hallazgos. Varios factores de riesgo están vinculados dentro de este tema, como la asistencia al departamento de emergencias, la polifarmacia, la ausencia de lesiones y convulsiones.
Las visitas a los servicios de urgencias o las admisiones de emergencia se asociaron con un riesgo de muerte tres veces mayor, el riesgo más alto en nuestro modelo. Las visitas a los servicios de emergencia se asocian con lesiones, experimentar una convulsión o un cambio en la presentación normal de una convulsión y tener menos confianza en el autocuidado.
Por tanto, la asistencia a los servicios de urgencias por epilepsia podría considerarse un marcador sustituto de un peor control de la epilepsia.
"La Auditoría Nacional de Manejo de Convulsiones en Hospitales, realizada durante nuestro período de estudio en 2011 y 2013, encontró que el 63% de las PWE que acudieron a los servicios de emergencia por convulsiones no habían sido atendidas por un especialista en el año anterior. Además, solo la mitad de los asistentes fueron atendidos por un neurólogo en el lugar o remitidos a uno al recibir el alta. 34 Estas son oportunidades perdidas para hacer un seguimiento de los pacientes que pueden necesitar una revisión clínica y ayuda con el autocuidado, para mitigar su mayor riesgo de muerte", refiere el estudio presentado.
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