Estudio revela que la fragilidad, un estado de salud deteriorado y mayor vulnerabilidad física y mental, aumenta el riesgo de padecer demencia.
La investigación, dirigida por la Universidad de Queensland (Australia), fue publicada en la revista JAMA Neurology y sugiere que la fragilidad podría actuar como un signo temprano de alerta, mucho antes de la manifestación clínica de la enfermedad neurodegenerativa.
La fragilidad, según explican los expertos, es un estado en el que múltiples sistemas orgánicos pierden su resiliencia, lo que aumenta la probabilidad de sufrir consecuencias adversas para la salud, tales como caídas, discapacidad y hospitalización.
Es un fenómeno relacionado con el envejecimiento, pero que, como muestra este estudio, puede tener implicaciones mucho más amplias, particularmente en lo que respecta a la salud cerebral.
Por lo mismo, aquellos que presentan síntomas de fragilidad —como pérdida de masa muscular, disminución de la movilidad, fatiga excesiva y problemas de equilibrio— tienen un riesgo significativamente mayor de desarrollar demencia en las décadas siguientes.
Hallazgos de la investigación
El Dr. David Ward, del Centro de Investigación de Servicios de Salud, lideró un análisis exhaustivo de los datos de casi 30.000 personas provenientes de cuatro estudios longitudinales realizados en el Reino Unido y los Estados Unidos.
Los investigadores rastrearon la salud y el funcionamiento de los participantes durante más de dos décadas, lo que les permitió detectar patrones que podrían anticipar el diagnóstico de demencia hasta 20 años antes de que se manifestara clínicamente.
"Observamos que la acumulación de enfermedades relacionadas con la edad es indicativa de una fragilidad creciente, que se acelera hasta nueve años antes del diagnóstico de demencia", explica el Dr. Ward.
Según los hallazgos, por cada cuatro o cinco problemas de salud adicionales en una persona, el riesgo de desarrollar demencia aumenta en promedio un 40%. "Esto sugiere que la fragilidad no es simplemente una consecuencia de la demencia no detectada, sino que contribuye activamente a su aparición", añade.
¿Cómo prevenirlo?
"Al comprender la conexión entre el envejecimiento, la fragilidad y la demencia, podemos emplear estrategias de intervención específicas para reducir el riesgo y mejorar la calidad de vida de las personas mayores", señala el Dr. Ward.
Los expertos destacan que este hallazgo resalta la importancia de incorporar la detección de fragilidad en los controles médicos rutinarios, lo que permitiría implementar intervenciones tempranas para prevenir o mitigar el impacto de la demencia. Programas de salud que promuevan un estilo de vida activo, con ejercicio y una nutrición adecuada, podrían ser fundamentales para frenar la progresión de la fragilidad y, por ende, reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.
Según la Organización Mundial de la Salud, actualmente más de 55 millones de personas en todo el mundo padecen demencia, y cada año se registran aproximadamente 10 millones de nuevos casos,
El descubrimiento de que la fragilidad puede ser un factor determinante en el riesgo de demencia abre nuevas oportunidades para la prevención. Con la detección temprana y la intervención adecuada, especialmente en etapas iniciales del envejecimiento, sería posible reducir significativamente el riesgo de desarrollar esta enfermedad.
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