Aunque la exposición a la luz azul se ha convertido en motivo de preocupación, los estudios científicos actuales no respaldan la alarma generalizada ni la eficacia de las gafas y cosméticos que aseguran bloquearla.

En los últimos años, el término "luz azul" se ha popularizado como sinónimo de un enemigo invisible que amenaza la salud visual, el sueño e incluso la piel.
Sin embargo, esta luz no es ajena a la naturaleza ni a la biología humana. Se trata de la franja del espectro visible con longitudes de onda entre 400 y 500 nanómetros, la de mayor energía entre los colores que componen la luz blanca del sol.
Su alta energía explica su capacidad de penetración en el ojo y su dispersión en la atmósfera, responsable de que percibamos el cielo azul.
Pero, lejos de ser perjudicial, la luz azul cumple funciones esenciales: ayuda a regular el ritmo circadiano —el ciclo biológico que organiza la alternancia entre vigilia y sueño—, estimula la atención, mejora el estado de ánimo y favorece la capacidad de reacción.
"La luz azul, mayoritaria en la luz solar, favorece la atención, el ánimo y la capacidad de reacción, por lo que cumple una función ventajosa en condiciones normales", explican los expertos en neurofisiología ocular.
Aunque es cierto que la exposición a la luz en horario nocturno puede alterar los patrones de sueño, los efectos de la luz azul de las pantallas parecen ser mínimos.
Una revisión sistemática de 11 estudios experimentales, publicada en 2024, concluyó que las personas que usaban pantallas antes de acostarse solo tardaban 2,7 minutos más en dormirseque quienes no lo hacían, sin diferencias significativas en la duración ni en la calidad del sueño.
"El mensaje de que la luz azul de las pantallas te dificulta el sueño es esencialmente un mito, aunque uno muy convincente", afirmó Chelsea Reynolds, investigadora de la Universidad Flinders (Australia).
Reynolds explicó que la intensidad luminosa de las pantallas —entre 80 y 100 lux— está muy por debajo del umbral necesario (1.000 a 2.000 lux) para afectar significativamente la producción de melatonina. En otras palabras, la cantidad de luz azul que emiten los dispositivos digitales es insignificante en comparación con la luz solar natural.
Algunos cosméticos aseguran proteger contra la luz azul, aunque la exposición cutánea a las pantallas es insignificante frente a la solar.
El fotobiólogo Ludger Kolbe, de la compañía Beiersdorf, calcula que una semana frente a una pantalla equivale a un minuto bajo el sol del mediodía.
El dermatólogo Michael Freeman, de la Universidad Bond (Australia), señala que "aunque los cosméticos para proteger contra la luz azul son prometedores, se necesitan más pruebas para determinar si realmente funcionan".
Los expertos coinciden en que lo importante no es bloquear la luz azul, sino moderar el uso de pantallas y cuidar los hábitos visuales:
Seguir la regla del 20/20/20 (cada 20 minutos, mirar un objeto a 6 metros durante 20 segundos).
Parpadear con frecuencia y usar lágrimas artificiales si es necesario.
Evitar las pantallas dos o tres horas antes de dormir.
Priorizar la exposición a la luz natural durante el día.