La medicina llamó su atención desde muy pequeña, pero fue a través de unos mentores en su etapa de medicina interna que se enamoró de la endocrinología, una subespecialidad que vela por el funcionamiento de todo el cuerpo y que lleva practicando hace 39 años en Humacao.
La medicina llamó su atención desde muy pequeña, pero fue a través de unos mentores en su etapa de medicina interna que se enamoró de la endocrinología, una subespecialidad que vela por el funcionamiento de todo el cuerpo y que lleva practicando hace 39 años en Humacao.
Para la doctora Myriam Allende ser endocrinóloga no solo le permite ayudar al paciente a tratar problemas de salud con relación al metabolismo, crecimiento o reproducción, sino que además le brinda la oportunidad de tener una relación duradera y de confianza con ese paciente. “Es una satisfacción porque cuando tu tratas al paciente que tiene un problema endocrinológico o que tiene una deficiencia se la puedes suplir. Si tiene un exceso de hormonas se lo puedes aguantar y bajar. Son pacientes que permanecen contigo mucho tiempo”, dijo la doctora quien nació en Santurce, pero se crió en Carolina.
Como estudiante disfrutaba de materias como la química y fue a través de escuelas e instituciones públicas en el País que desarrolló su inquietud por la salud de las personas. Entre estas la Escuela Secundaria de la Universidad de Puerto Rico, la propia UPR y el Recinto de Ciencias Médicas en Río Piedras.
La también profesora retirada del Recinto de Ciencias Médicas recordó la emoción que sintió cuando se enfrentó por primera vez a realizar su práctica como endocrinóloga sin la supervisión de otros médicos. “Cuando ya has terminado la especialidad y te tiras a la calle y estas sentada en la oficina privada dices ‘wao no hay nadie a quien preguntarle’. Pero como llevas tanto años (de estudio y buena supervisión) sales con las herramientas para hacerlo bien”, dijo la madre de tres hijos, una radióloga, un abogado y un veterinario.
Un proyecto que mantiene a la doctora Allende ocupada desde hace un año es un centro de educación para pacientes con diabetes que estableció en su oficina y cuyo propósito es “apoyar a ese paciente que necesita más educación y cuidados especializados”. Mientras se esmera en atender a sus pacientes, también disfruta de los momentos que le permiten compartir con su familia, seguir conociendo el mundo a través de los viajes y ayudar en causas o eventos educativos dirigidos a médicos y otros profesionales de la salud. “Siempre he querido hacer un programa de prevención de diabetes a nivel Isla. Seguiré activa mientras Dios me lo permita y tenga fuerza y energía”, finalizó.