Estudios demuestran que las mujeres son más propensas a desarrollar trastornos del sueño en edades avanzadas y durante la menopausia.
Con los cambios en los ciclos biológicos de la vida y el cambio hormonal extremo en relación con la menopausia, se aumenta el riesgo de trastornos del sueño como el insomnio, mala calidad del sueño, así como, la apnea obstructiva del sueño (AOS), el síndrome de piernas inquietas (SPI), la depresión y varios trastornos relacionados con el estado de ánimo y la ansiedad.
Actualmente, los trastornos del sueño y el insomnio continúan siendo una medida de diagnóstico clínico a la hora de hablar de menopausia, y que representa todas las quejas de las pacientes.
Al ver las cifras, la incidencia de trastornos del sueño oscila entre el 16 % al 47 % en la perimenopausia y entre el 35 % y el 60 % en la posmenopausia, donde el insomnio, ya sea con o sin ansiedad asociada, y los trastornos del estado de ánimo son las manifestaciones asociadas más comunes.
Existe evidencia emergente de que la pérdida hormonal asociada a la menopausia contribuye a un riesgo elevado de trastornos del sueño. Estudios han reportado dificultad para dormir en el 38 % de las mujeres mayores y las tasas ajustadas por edad se han reportado más altas en las mujeres perimenopáusicas tardías (45.4 %) y quirúrgicamente posmenopáusicas (47.6 %).
Los síntomas vasomotores (VMS) son un componente clave de la interrupción del sueño durante dicha transición, además, se ha demostrado una alta asociación entre la fibromialgia, la perimenopausia temprana y tardía así como la menopausia quirúrgica son otros factores que producen una alta incidencia de trastornos del sueño en la transición a la menopausia.
Comorbilidades que se pueden desarrollar de un trastorno del sueño
Los estudios epidemiológicos afirman que las mujeres experimentan dificultades relacionadas con el sueño y síntomas depresivos en torno a momentos en los que generalmente hay alteración en los niveles de hormonas sexuales, como en el momento de la pubertad y la menopausia.
Sumando el riesgo independiente frente a la rigidez arterial, en la menopausia, puede haber una mayor incidencia de morbilidad relacionada con el sistema cardiovascular.
También, la apnea obstructiva del sueño (AOS) es un trastorno crónico del adulto que se caracteriza por episodios de obstrucción recurrente de las vías respiratorias superiores, acompañado de una reapertura frecuente de las vías respiratorias durante el sueño.
Fuentes que pueden influir en estos trastornos
En las mujeres posmenopáusicas, el IMC alto y la obesidad abdominal son factores de trastornos del sueño, disminuyendo el sueño profundo y la eficiencia del sueño, al tiempo que aumentan el riesgo de AOS. También es bien sabido que la prevalencia de trastornos respiratorios del sueño (SDB) entre las mujeres posmenopáusicas aumenta en pacientes con obesidad o comorbilidades metabólicas.
Además, también se han encontrado afecciones como:
Enfermedad por reflujo gastroesofágico.
La neuropatía diabética.
La deficiencia de vitamina D
Calambres musculares.
También se sabe que muchos medicamentos como betabloqueantes, broncodilatadores, corticosteroides, diuréticos, antidepresivos estimulantes, estimulantes del sistema nervioso central también afectan negativamente la calidad del sueño.
Premenopausia Vs. Postmenopausia
En comparación con las mujeres premenopáusicas o perimenopáusicas, se informó que las mujeres posmenopáusicas tenían con mayor frecuencia dificultad para conciliar el sueño y posible trastorno de insomnio al inicio del sueño.
Las mujeres posmenopáusicas también tenían más probabilidades de dar positivo en la prueba de AOS en comparación con las mujeres premenopáusicas. Los dos grupos no variaron en la insatisfacción del sueño, la somnolencia diurna, el trastorno de insomnio de mantenimiento del sueño y el síndrome de descanso de las piernas.
Tratamientos
El tratamiento de la ansiedad, la depresión o la psicosis asociadas es importante y la línea principal de tratamiento es el uso de sedantes como complemento y la suspensión gradual después de 3 a 6 meses.
Sin embargo, el riesgo de tolerancia y abuso es máximo entre los insomnes crónicos, por lo que es preferible un fármaco de eliminación lenta debido al insomnio de rebote y los síntomas de abstinencia asociados con dichos fármacos.
Para el tratamiento del insomnio a corto plazo, la dosis efectiva más baja de benzodiazepinas, 30 minutos antes de dormir después de tres noches de sueño aceptable, omitir algunas dosis y luego usar de 2 a 4 veces por semana, no más de 3 semanas, es la estrategia de tratamiento recomendada en estos días.
De manera similar, para el insomnio transitorio, ha aumentado el uso de dosis bajas de benzodiazepinas, con acción de corta duración durante 2 a 3 noches, preferiblemente hipnóticos no BZD más nuevos, debido a su rápido inicio de acción, deterioro mínimo al día siguiente y ausencia de acumulación o mínima posibilidad de insomnio de rebote al parar.
Fuente: IntraMed