Expertos puertorriqueños destacan la importancia del abordaje multidisciplinario y los avances en tratamientos biológicos para mejorar la calidad de vida de los pacientes
La dermatitis atópica es mucho más que una condición dermatológica. Según el doctor Wilfredo Cosme, presidente de la Asociación Puertorriqueña de Alergistas y alergista inmunólogo, en una entrevista exclusiva de la revista Medicina y Salud Pública, explicó que esta enfermedad inflamatoria crónica de la piel afecta significativamente la calidad de vida, el sueño y la salud mental de quienes la padecen, especialmente en un clima tropical como el de Puerto Rico.
Durante el Simposio 2025 de la Asociación Puertorriqueña de Alergistas, el doctor Cosme explicó que la dermatitis atópica representa un problema de barrera cutánea que hace a los pacientes más vulnerables a alergias y otras complicaciones de salud.
"Una piel normal es como una pared de ladrillos bien alineados. Los pacientes con dermatitis atópica tienen esos ladrillos separados", explicó el doctor Cosme, utilizando una analogía para describir cómo funciona esta condición. Esta barrera comprometida permite que el agua escape fácilmente, causando resequedad, y que alérgenos e infecciones penetren con mayor facilidad.
La condición se caracteriza por piel reseca, enrojecida y con picazón intensa. Aunque puede afectar cualquier parte del cuerpo, presenta patrones específicos según la edad: en bebés afecta principalmente las áreas extensoras (rodillas, codos, cara), mientras que en niños mayores migra a zonas flexoras (frente al codo, rodillas) y en adultos predomina en manos y cuello.
Uno de los aspectos más preocupantes de la dermatitis atópica es su efecto en la salud mental. El doctor Cosme reveló que estudios han demostrado que los pacientes tienen mayor riesgo de ansiedad, depresión e incluso intentos suicidas.
"Cuando llegan adolescentes con dermatitis atópica severa, siempre hago un screening de salud mental", señaló el especialista. "Muchos son víctimas de bullying, se sienten diferentes y su condición limita sus actividades diarias".
El experto compartió casos de adolescentes que prefieren usar abrigo en pleno calor puertorriqueño para ocultar su piel, lo que agrava aún más su condición debido a que las temperaturas extremas y el sudor exacerban los síntomas.
"Tener dermatitis atópica en Puerto Rico es un reto especial, especialmente con las temperaturas tan altas que estamos experimentando", advirtió el doctor Cosme. El calor y la humedad, característicos del clima caribeño, representan factores agravantes para estos pacientes, quienes además enfrentan la limitación de que muchas escuelas no cuentan con aire acondicionado adecuado.
El manejo de la dermatitis atópica requiere un enfoque escalonado que comienza con medidas básicas pero fundamentales:
Baños cortos con agua tibia
Uso constante de cremas humectantes
Productos libres de fragancias
Control del picor para evitar romper la barrera cutánea
Para casos moderados a severos, existen antiinflamatorios tópicos de diferentes potencias, incluyendo opciones sin esteroides para quienes tienen preocupaciones sobre efectos secundarios.
Sin embargo, el verdadero cambio revolucionario ha llegado con los tratamientos biológicos e inmunomoduladores orales. "Me siento afortunado de poder entrenar en esta época con estas herramientas disponibles porque el cambio que pueden causar en la vida de los pacientes es de 180 grados", expresó el doctor Cosme con entusiasmo.
Estos medicamentos de avanzada son altamente específicos, dirigidos a moléculas alteradas en la enfermedad, y presentan menos efectos secundarios sistémicos. No interactúan con otros medicamentos ni afectan órganos como hígado o riñones, a diferencia de algunos tratamientos tradicionales.
El doctor Cosme aclaró que tanto alergistas inmunólogos como dermatólogos son especialistas capacitados para tratar la dermatitis atópica.
Sin embargo, los alergistas ofrecen una ventaja adicional: "Como estas personas usualmente tienen riesgo de otras condiciones alérgicas, en nuestra consulta tratamos de ver todas las cosas en un mismo lugar, evitando la fragmentación del servicio".
Esta condición está asociada con un desbalance del sistema inmune que favorece el desarrollo de rinitis alérgica, asma y alergias alimentarias, condiciones que los alergistas manejan de manera integral.
Para el doctor Cosme, la educación del paciente es fundamental. "Esto es un trabajo de equipo", enfatiza. Su enfoque incluye crear empatía, establecer expectativas realistas y advertir que la condición es crónica y puede tener altibajos.
El especialista es enfático sobre la importancia de recurrir a fuentes confiables de información y evitar tratamientos basados en evidencia anecdótica. "Aquí no es 'one size fits all'. Porque alguien usó una crema que le fue bien, no quiere decir que a ti te va a ayudar. Es importante practicar medicina basada en evidencia".
El Simposio 2025 de la Asociación Puertorriqueña de Alergistas tiene como objetivo principal fomentar la colaboración entre especialidades médicas. Durante el evento, alergistas comparten escenario con hematólogos oncólogos y perinatólogos para abordar temas complejos desde múltiples perspectivas.
"El sistema de salud en general está fragmentado. Cada cual tiene su oficina, no nos comunicamos", lamentó el doctor Cosme. "Estamos aquí para trabajar al final por el bien del paciente, que es el objetivo".
Esta iniciativa cobra especial relevancia en Puerto Rico, donde la población enfrenta desafíos adicionales. El archipiélago tiene una de las prevalencias más altas de asma, y los puertorriqueños son, desafortunadamente, la población latina con mayor mortalidad por esta condición.
Los avances en investigación prometen tratamientos cada vez más específicos y efectivos. "Cada vez se estudian más moléculas que están involucradas, entonces son tratamientos mucho más dirigidos", explicó el especialista.
Para los pacientes y familias que enfrentan esta condición crónica, el mensaje es de esperanza: con el tratamiento adecuado, adherencia y un equipo médico comprometido, es posible lograr una calidad de vida similar a la de cualquier persona sin la condición.