Paciente presenta ruptura intraperitoneal de quiste parasitario después de presión abdominal súbita, manifestando dolor intenso en hipocondrio derecho con irradiación al hombro.
Una adolescente de 16 años llegó al departamento de emergencias con un dolor abdominal devastador que había comenzado pocas horas después de recibir lo que ella describió como un "abrazo de oso" de un amigo.
El dolor, agudo y constante, se localizaba principalmente en el cuadrante superior derecho del abdomen y se irradiaba característicamente hacia el hombro derecho.
La joven relató que durante los últimos meses había experimentado molestias abdominales vagas y una sensación progresiva de plenitud abdominal, síntomas que había minimizado y por los cuales no había buscado atención médica.
Junto con el dolor intenso, desarrolló una erupción difusa con picazón que apareció simultáneamente con el inicio de las molestias abdominales más severas.
Durante el examen físico, la paciente se encontraba visiblemente incómoda, con signos vitales que reflejaban su estado de distress. Presentaba temperatura ligeramente elevada, taquicardia y una palidez notable. Lo más llamativo era una erupción urticarial difusa, más prominente en el tronco y las extremidades proximales, que sugería una reacción alérgica sistémica.
La exploración abdominal reveló una masa firme palpable sobre el borde hepático en el cuadrante superior derecho, acompañada de marcada sensibilidad y rigidez en toda la región abdominal superior, particularmente en el área subcostal derecha.
Estos hallazgos físicos, combinados con la historia clínica, orientaban hacia una patología hepática con componente inflamatorio agudo.
Los estudios de laboratorio aportaron datos clave: el hemograma evidenció leucocitosis (18,600/µL) y una marcada eosinofilia del 21%, hallazgo característico de procesos parasitarios.
Adicionalmente, las pruebas de función hepática mostraron elevación de AST, ALT y bilirrubina total, lo que confirmó afectación hepatocelular y sugirió un proceso agudo sobre una condición hepática previa.
En cuanto a las imágenes diagnósticas, la radiografía abdominal resultó poco concluyente, mostrando solo un patrón inespecífico de gases. La ecografía identificó una extensa zona hipoecogénica en hígado con bordes irregulares y líquido libre peritoneal, lo que orientó hacia una lesión quística complicada.
Finalmente, la tomografía computarizada confirmó el diagnóstico definitivo al mostrar una masa quística en el segmento IV hepático, con comunicación a la vesícula biliar y presencia de líquido libre intraabdominal, hallazgos compatibles con la ruptura de un quiste hidátido.
El diagnóstico de equinococosis o enfermedad hidátida se estableció considerando el contexto epidemiológico. La paciente convivía con dos perros en su hogar, factor de riesgo fundamental para la transmisión de Echinococcus granulosus.
Este parásito mantiene un ciclo de vida entre perros como huéspedes definitivos y diversos mamíferos, incluyendo humanos, como huéspedes intermedios accidentales.
La infección ocurre cuando los humanos ingieren huevos del parásito presentes en las heces de perros infectados, ya sea por contacto directo con los animales o por consumo de alimentos contaminados.
Los embriones eclosionan en el intestino delgado, penetran la mucosa intestinal y son transportados por la circulación portal hacia el hígado, donde se desarrollan lentamente formando quistes hidátidos durante años.
El tratamiento requirió intervención quirúrgica de emergencia la misma noche del ingreso. Los hallazgos intraoperatorios confirmaron la ruptura tanto intraperitoneal como intrabiliar del quiste hidátido hepático.
El procedimiento incluyó la evacuación cuidadosa del líquido quístico y sus elementos, esterilización con solución salina hipertónica para eliminar protoscoleces viables, colecistectomía y colocación de un tubo en T para el drenaje biliar.
El manejo postoperatorio involucró el inicio de albendazol, un antiparasitario de la familia de los benzimidazoles que penetra efectivamente en los tejidos y mantiene actividad escolicida.
La paciente permaneció hospitalizada durante aproximadamente dos semanas y fue dada de alta con indicación de continuar el tratamiento antiparasitario durante tres meses.
El caso ilustra de acuerdo a los autores, Elena Zafirova, et al., perfectamente cómo una enfermedad típicamente asintomática puede transformarse súbitamente en una emergencia médica. Los quistes hidátidos hepáticos suelen crecer lentamente durante años a una velocidad de 1-3 centímetros anuales, permaneciendo asintomáticos hasta que alcanzan un tamaño considerable o se complican.
La ruptura intraperitoneal del quiste, desencadenada por el trauma contuso del "abrazo de oso", resultó en la liberación del contenido quístico hacia la cavidad peritoneal.
Esta complicación, que ocurre en aproximadamente el 10-15% de los casos, puede manifestarse dramáticamente con dolor abdominal intenso, reacciones alérgicas que van desde urticaria hasta anafilaxia, y diseminación secundaria del parásito en la cavidad abdominal.