El infarto podría ser un indicador de enfermedad cerebrovascular, ya que el daño en los vasos sanguíneos puede afectar también al cerebro y favorecer el desarrollo de epilepsia.

Una investigación de la Universidad Brigham Young revela que las personas que han sufrido un infarto podrían enfrentar consecuencias neurológicas a largo plazo, específicamente un mayor riesgo de desarrollar epilepsia de aparición tardía.
El estudio, publicado en 'Neurology', revista médica de la Academia Estadounidense de Neurología, siguió a 3.174 adultos durante un período máximo de 30 años, recopilando nueva evidencia sobre la conexión entre la salud cardiovascular y neurológica.
Aunque es necesario recordar que esto no significa que vaya a ocurrir en todos los casos. Es una relación, pero no prueba causalidad hasta ahora.
El mecanismo que explicaría esta asociación reside en la enfermedad vascular subyacente. El autor del estudio, Evan L. Thacker, de la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, explica para Infosalus: "en adultos de mediana edad y mayores, la enfermedad vascular puede obstruir, debilitar o estrechar los vasos sanguíneos, y a menudo afecta a varias partes del cuerpo a la vez".
El investigador añade que "nuestro estudio halló que un primer infarto puede ser un indicador de enfermedad cerebrovascular, una afección que afecta a los vasos sanguíneos del cerebro, lo que puede aumentar el riesgo de epilepsia".
Los datos mostraron que entre las personas que sufrieron un infarto, 7 de cada 1.000 personas-año desarrollaron epilepsia posteriormente, en comparación con solo 2 de cada 1.000 personas-año entre quienes no experimentaron un evento cardíaco.
Después de ajustar factores como edad, tabaquismo y peso, los investigadores determinaron que las personas que habían tenido un infarto tenían aproximadamente el doble de probabilidades de desarrollar epilepsia de aparición tardía.
El estudio también reveló hallazgos significativos sobre la mortalidad. La tasa de mortalidad por causas vasculares distintas a un accidente cerebrovascular fue de 99 muertes por cada 1.000 personas-año después del desarrollo de epilepsia tardía, en comparación con 16 por cada 1.000 personas-año en quienes nunca desarrollaron la condición neurológica.
Tras los ajustes estadísticos, las personas con epilepsia de inicio adulto mostraron casi 3 veces más probabilidades de fallecer por causas vasculares.
Los investigadores exploraron además la direccionalidad de esta asociación, analizando si las personas con epilepsia tenían mayor riesgo de sufrir posteriormente un infarto, pero no encontraron una relación significativa en este sentido.
Esta ausencia de asociación bidireccional se acerca más a la hipótesis de que el daño vascular por un infarto podría ser un factor predisponente para complicaciones neurológicas posteriores.
La identificación de pacientes con mayor riesgo de desarrollar condiciones neurológicas permitiría implementar estrategias de monitorización e intervención temprana.
Los autores reconocen como limitación que el número de personas que desarrollaron ambas condiciones fue relativamente pequeño, lo que afecta la precisión de las estimaciones.
No obstante, los resultados aportan evidencia para comprender las consecuencias a largo plazo de la enfermedad vascular y dejan ver la necesidad de un enfoque integral en el manejo de pacientes que han experimentado un infarto, considerando tanto su salud cardiovascular como neurológica en los años posteriores al evento inicial.