Las hermanas habrían recibido la dosis de la vacuna a principios de febrero, cuando se trasladaron a Abu Dhabi para visitar a Don Juan Carlos.
Las hermanas habrían recibido la dosis de la vacuna a principios de febrero, cuando se trasladaron a Abu Dhabi para visitar a Don Juan Carlos.
Cristina de Borbón y Grecia y Elena de Borbón y Grecia, infantas de España
Katherine Trujillo Useche
Servicios combinados con información de El País
El martes pasado se publicó que las Infantas Elena y Cristina se habían vacunado contra la COVID-19 en una visita a su padre, Juan Carlos. Con esta noticia se evidencia la influencia y la manipulación que se tiene en el manejo de la vacuna, similar a lo que ocurre en con los países poderosos que acaparan y se apropian de la misma, mientras que los países menos favorecidos no tiene la capacidad de compra o la influencia para hacerlo en forma inmediata.
“Se nos ofreció y accedimos”, así fue como las hermanas del Rey Justificaron haberse vacunado contra el COVID-19 en Emiratos Árabe Unidos, cuando fueron a visitar a su padre, Juan Carlos en la primera semana de febrero.
José Antonio Zarzalejos, autor del libro Un Rey en la Adversidad, dijo que en imaginario colectivo, las hermanas del Rey son miembros de la Familia Real y eso es muy complejo de cambiar, además, aunque estrictamente ya no formen parte de la misma, sí que están en el orden de sucesión de la Corona, ellas y sus hijos. La única forma que se desvinculen por completo es que renuncien a sus derechos dinásticos, por improbable que resulte que un día pudieran llegar a ejercerlos.
En su opinión la vacunación de las infanta ha sido una nueva “zancadilla”, voluntaria o no, a los esfuerzos del Rey por recuperar el prestigio de la institución por parte de personas que “no parecen tener conciencia de quienes son”. Todo ello, concluye, con la dificultad añadida que supone la falta de comunicación en una “familia rota, desestructurada”, algunos de cuyos integrantes no se hablan y mantienen diferencias “que se ha ido enquistando con los años”.
Elena y Cristina tendrían que haber esperado meses para ponerse la vacuna en España, pues no entran en ningún grupo prioritario. Las infantas tienen 57 y 55 años, respectivamente, y no se dedican a ninguna profesión de riesgo. Doña Elena trabaja en la Fundación Mapfre y su hermana desarrolla su labor entre Ginebra y Barcelona, en las fundaciones Aga Khan y La Caixa.
Dada esta circunstancia y que ninguna de las dos tiene patologías previas que las convierta en grupo de riesgo, es previsible que en España debieran esperar varias semanas o meses antes de recibir la primera dosis de alguna de las vacunas que se ponen en nuestro país.
Tal vez por eso las hermanas decidieron inyectar la vacuna en una visita a su padre. Junto a sus hijas, Don Juan Carlos también se ha vacunado, aunque es cierto que el Rey emérito podría haber accedido a algún tipo de vacuna en España al ser mayor de 80 años y paciente de riesgo por sus patologías previas.
Desde la Casa Real no se pronuncian sobre la vacunación de las infantas, pues no pertenecen a la Familia Real. "El Rey no es responsable de los actos de sus hermanas", se justifican.
Las mismas fuentes de La Zarzuela quieren aclarar que ni los Reyes ni sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía, se vacunarán hasta que no sea su momento. "Seguirán el procedimiento cuando les toque", porque el Rey no quiere ni desea ningún trato especial para su familia.
Mientras esto ocurre, América Latina y el Caribe no tienen la cantidad de vacunas contra la COVID-19 que necesitan. Hasta este viernes, la región había recibido 37 millones de dosis, que deberá repartir entre 630 millones de personas. La cifra alcanza para administrar menos de 6 dosis por cada 100 habitantes: manteniendo un criterio de dos por persona, hoy la región puede inmunizar al 2,8% de su población. En Estados Unidos, mientras tanto, casi uno de cada cuatro ciudadanos ya ha recibido la vacuna. Las desigualdades en el reparto global dibujan el mapa de las diferencias entre países ricos y pobres, como lo denunció en enero la Organización Mundial de la Salud.
"Las dos terceras partes de las vacunas han sido asignadas a los 50 países más poderosos y el 0,1% a los 50 países más pobres”, advierte Diego Tipping, presidente de la Cruz Roja Argentina. México llevó hace dos semanas el reclamo por una mayor equidad en la distribución ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Y sumó el apoyo de Argentina, país con el que ha acordado fabricar antes de julio 250 millones de dosis en sociedad con Oxford-AstraZeneca.
La capacidad de América Latina y el Caribe para atender a sus poblaciones se pone en duda, porque el 87% de las dosis están en manos de sólo cuatro países: Brasil (15 millones), Chile (8,6 millones), México y Argentina (4 millones). Coincide que los cuatro países integran el grupo de las cinco mayores economías de la región, con la única ausencia de Colombia. Mientras que países como Cuba (que prepara su propia fórmula) y Honduras no han recibido ni una sola dosis. Otros apenas cuentan con unas pocas miles, como Paraguay (4.000), Ecuador (73.000) o El Salvador (20.000). Las diferencias entre ricos y pobres son evidentes.
Basado en las lógicas del libre mercado y no en una estrategia sanitaria global, los países con vínculos comerciales aceitados han tenido más éxito que el resto. Chile ha sido el mejor ejemplo de ello: 30 tratados comerciales en vigencia y una madura cultura de negociación permitió al país andino cerrar contratos por 60 millones de dosis en tres años, de las cuales ya ha recibido casi 9 millones para repartir entre 16 millones de habitantes.