Hiroshima, 80 años después: Las heridas invisibles que dejó la bomba atómica en la salud pública

El 6 de agosto de 1945 cambió la historia de la humanidad. Más allá de la devastación inmediata, la explosión atómica en Hiroshima tuvo consecuencias profundas y duraderas para la salud de generaciones enteras.

Laura Guio

    Hiroshima, 80 años después: Las heridas invisibles que dejó la bomba atómica en la salud pública

    A las 8:15 de la mañana del 6 de agosto de 1945, el bombardero estadounidense Enola Gay lanzó la bomba atómica "Little Boy" sobre Hiroshima, una ciudad con una población estimada de 350.000 personas.

     La explosión liberó una energía equivalente a 15.000 toneladas de TNT. En segundos, la ciudad fue arrasada por una ola de fuego, calor y radiación.

    Se estima que unas 70.000 personas murieron de inmediato, mientras que otras 70.000 fallecieron en los meses siguientes por heridas, quemaduras y enfermedades relacionadas con la radiación

    Pero las cifras no terminan ahí: el legado del desastre sanitario se ha extendido durante décadas, dejando un impacto silencioso, pero devastador, en la salud pública

    Radiación y enfermedad: Secuelas

    Aunque muchas personas lograron sobrevivir al estallido inicial, no pudieron escapar a la radiación ionizante. 

    Durante años, científicos japoneses y estadounidenses estudiaron los efectos a largo plazo en más de 90.000 sobrevivientes, creando una de las bases epidemiológicas más importantes sobre los efectos de la radiación en seres humanos.

    Los estudios revelaron un aumento significativo de casos de:

    • Leucemia aguda, especialmente en niños, apenas dos años después de la explosión.

    • Cánceres sólidos, como el de mama, tiroides, pulmón, estómago e hígado, que comenzaron a aparecer una década después y se mantuvieron elevados durante décadas.

    • Daño genético, con un aumento de mutaciones y malformaciones congénitas en hijos de sobrevivientes, aunque no tan alto como se temía inicialmente.

    • Trastornos inmunológicos y enfermedades cardiovasculares, también asociadas con la exposición a la radiación.

    Estos hallazgos han sido clave para establecer límites internacionales de exposición radiológica y para el manejo médico en situaciones de desastres nucleares.

    Impacto psicosocial: Entre la resiliencia y la discriminación

    Muchos de los hibakusha (sobrevivientes) no solo enfrentaron problemas de salud física, sino también profundos traumas psicológicos. Muchos desarrollaron estrés postraumático, insomnio, pesadillas recurrentes y ansiedad crónica.

    Pero quizás más doloroso fue el rechazo social. Temores infundados sobre la "contaminación" o la "herencia genética" de los hibakusha llevaron a que muchos fueran marginados, perdieran oportunidades laborales y fueran excluidos del matrimonio, educación y seguros de salud.

    Salud pública, ciencia y memoria

    El bombardeo de Hiroshima marcó un antes y un después en la medicina. Por primera vez, la comunidad científica enfrentó los efectos a gran escala de la radiación nuclear. 

    La Fundación para la Investigación de los Efectos de la Radiación (RERF), creada en 1947, ha recopilado información valiosa que hasta hoy se utiliza en estudios sobre radiación, cáncer y genética humana.

    Sumado a eso, los casos de Hiroshima y Nagasaki sirvieron para establecer protocolos de atención a víctimas nucleares, diseñar planes de respuesta médica ante desastres y reforzar el papel de la salud pública en la gestión de emergencias.

    80 años después

    Hoy, Hiroshima conmemora 80 años de aquel día con ceremonias de paz, mensajes de los hibakusha y el tradicional minuto de silencio. El Memorial de la Paz y la Cúpula de la Bomba Atómica siguen en pie como testigos del horror.

    Pero el mensaje no es solo para recordar: es para prevenir. En un mundo con más de 12.500 armas nucleares activas, según datos del Instituto Internacional de Estocolmo, Hiroshima sigue siendo un símbolo urgente de lo que no debe repetirse.


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