El estrés, las malas posturas y las deficiencias vitamínicas están entre las principales causas de este síndrome de dolor miofascial que puede irradiarse a otras zonas del cuerpo.
Los puntos gatillo musculares representan una de las causas más frecuentes de dolor crónico en la población. Estas zonas hiperirritables, que se sienten como pequeños "nudos" al palpar los músculos, afectan a un porcentaje sorprendentemente alto de personas: hasta el 85% experimentará puntos gatillo en algún momento de su vida.
Al presionarlos, estos puntos provocan una respuesta dolorosa intensa, a menudo desproporcionada respecto a la presión aplicada. Además del dolor, pueden causar rigidez muscular, debilidad y reducción notable del rango de movimiento en la zona afectada.
Los puntos gatillo no surgen por una única razón. Entre los factores desencadenantes más comunes se encuentran:
Factores físicos: Lesiones musculares previas, movimientos repetitivos, mala postura, sobrecarga muscular, inactividad prolongada y exposición al frío.
Factores psicológicos: El estrés y la ansiedad juegan un papel fundamental en la aparición y cronificación de estos nódulos dolorosos.
Factores nutricionales: Las deficiencias de vitamina D, folato, B12, zinc o magnesio pueden aumentar significativamente el riesgo de desarrollar puntos gatillo.
Otros factores: Problemas metabólicos, alteraciones hormonales, infecciones crónicas y debilidad muscular general.
El dolor desproporcionado que caracterizan los puntos gatillo se explica por un proceso de sensibilización de los receptores nerviosos. Los cambios químicos que ocurren en el músculo sometido a estrés crónico generan una respuesta exagerada al dolor.
Esta situación crea un círculo vicioso: las fibras musculares permanecen contraídas, lo que favorece la formación de más nódulos y perpetúa el malestar. Además, el dolor miofascial suele acompañarse de síntomas secundarios como cefaleas, fatiga, alteraciones del sueño y estados de ansiedad.
Aunque comparten algunas características, los puntos gatillo del síndrome de dolor miofascial y la fibromialgia son condiciones diferentes que requieren abordajes distintos.
Los puntos gatillo provocan dolor referido a otras zonas y generan una respuesta de contracción muscular al presionarlos. Por el contrario, los puntos sensibles de la fibromialgia no irradian dolor ni producen respuesta refleja.
Adicionalmente, la fibromialgia se caracteriza por dolor generalizado en todo el cuerpo, mayor cantidad de zonas dolorosas, fatiga intensa y síntomas adicionales como problemas digestivos o sensaciones de ardor y hormigueo. El dolor miofascial, en cambio, suele ser más localizado.
No existen análisis de sangre ni estudios de imagen específicos para detectar puntos gatillo. El diagnóstico se basa en la exploración física realizada por un profesional de la salud.
Durante la evaluación, el médico palpa los músculos buscando bandas tensas y aplica presión sobre los puntos sospechosos.
Si el paciente experimenta dolor localizado o irradiado, o presenta espasmo muscular, se confirma la presencia del punto gatillo. En casos donde los síntomas puedan confundirse con otras enfermedades, pueden solicitarse estudios complementarios para descartar otras causas.
El abordaje del dolor miofascial requiere combinar diferentes estrategias terapéuticas:
Terapias manuales y físicas: Fisioterapia, masaje terapéutico, punción seca, técnicas de "rociar y estirar", terapia láser, ultrasonido y estimulación eléctrica.
Automasaje: Uso de pelotas, rodillos de espuma u otros dispositivos para aplicar presión controlada sobre los puntos gatillo.
Aplicaciones térmicas: Calor o frío según el caso, para relajar la musculatura y reducir la inflamación.
Medicación: Cremas analgésicas, antiinflamatorios no esteroides y, en casos resistentes, inyecciones de anestésicos locales o esteroides.
Terapias complementarias: Acupuntura, electroacupuntura y, en investigación, terapia con plasma rico en plaquetas.
Evitar la recurrencia del dolor miofascial es posible adoptando hábitos saludables:
Actividad física regular: El ejercicio moderado fortalece la musculatura y previene contracturas.
Gestión del estrés: Técnicas de relajación como yoga, meditación o respiración consciente ayudan a reducir la tensión muscular.
Corrección postural: Mantener una ergonomía adecuada en el trabajo y las actividades diarias.
Nutrición antiinflamatoria: Seguir una dieta equilibrada, preferentemente mediterránea, evitando alimentos proinflamatorios como frituras, lácteos, refinados, procesados y bebidas azucaradas.
Hidratación adecuada: Mantener una correcta ingesta de líquidos.
Descanso suficiente: Dormir las horas necesarias y mantener una buena higiene del sueño.
Suplementación: Corregir deficiencias vitamínicas bajo supervisión médica.
Ante un dolor muscular que persiste más allá de unos días, que limita las actividades cotidianas o que se acompaña de otros síntomas, es fundamental consultar con un profesional de la salud.
Los especialistas en medicina física, fisiatría o manejo del dolor pueden diseñar un plan terapéutico personalizado que combine las opciones más adecuadas para cada caso, facilitando la recuperación y ayudando a prevenir futuras recaídas.