Con el retiro de las mascarillas en el progreso a la normalidad, se podrían presentar varias afecciones emocionales y psicológicas como la dismorfia, especialmente en adolescentes.
Durante los últimos dos años durante la pandemia, se estableció a nivel mundial, como ordenamiento de salubridad, el uso de mascarillas -tapabocas- que fue una de las herramientas más efectivas para evitar, controlar la expansión del virus, pero que creo en la comunidad en general algunas inseguridades pues permite ocular su rostro.
Sobre todo en adolescentes, que están en una etapa donde las inseguridades por su propio aspecto aumentan debido a la transición en la que se encuentran, generándoles trastornos sobre la percepción de su propio cuerpo, como el trastorno dismórfico que consiste en tener una percepción contraria o errónea sobre su fisionomía.
Pero la progresiva normalización de la situación epidémica ha traído una importante relajación de las restricciones, incluyendo los supuestos en los que la mascarilla es obligatoria. Generando incomodidad al quitar esa barrera que establecía un poco de seguridad.
"Son dificultades psicológicas que generan malestar, los manuales diagnósticos han definido el trastorno dismórfico corporal como la preocupación sobre imperfecciones percibidas en el aspecto físico que no se observan de forma objetiva por el entorno", explico Iván Chamizo, psicólogo clínico del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), a la revista 20Minutos.
"Esta definición", prosiguió, "no explica por qué aparecen estas dificultades ni mucho menos por qué se mantienen, que es lo relevante a la hora de abordarlas clínicamente. Por eso es más adecuado hablar de ellas como lo que son: dificultades psicológicas que se presentan de manera diferente en cada individuo y que generan un malestar clínicamente significativo".
Puede llevar a una serie de conductas de evitación en las que es sencillo entender el papel que ha tomado la mascarilla. "Si no me gusta mi cara", ejemplifica el experto, "y con el objetivo de aliviar el malestar, probablemente pondría en marcha conductas como evitar mostrar mi rostro, evitar quedar con otras personas o acudir a lugares concurridos. A corto plazo, producen sensación de alivio y control sobre la situación; pero a largo plazo fomentan el mantenimiento del malestar y otras consecuencias desagradables".
"Las personas que presentan dificultades con su imagen corporal (en este caso, con su aspecto facial), suelen experimentar un alto nivel de malestar o ansiedad. Por eso, frente a una situación en la que tengan que exponerse públicamente, lo más probable es que eviten enfrentarse a ella. A largo plazo, esto provoca niveles cada vez más altos de ansiedad al enfrentarse a la misma situación", explica Chamizo.
Poniendo sobre la mesa, el acompañamiento que deben dar los padres si su hijo presenta estos trastornos en relación con su imagen, que permita que caiga en la tendencia de evitar la relación o interacción con la sociedad, por lo que es necesario crear espacios seguros y limitados que van desde la familia, amigos, cercanos, y evitando el uso de la mascarilla, lo que ayudaría a no empeorar el malestar en el largo plazo.
Sin embargo, advierte el psicólogo, "hay que evaluar muy bien las conductas de cada persona para entender la función de las mismas y conocer el procedimiento adecuado para atajarlas, retirar las mascarillas de forma repentina puede generar niveles muy intensos de ansiedad que dificultarían el problema"
"Hay que validar las emociones de los adolescentes" Así, expreso Chamizo, se debe buscar una estrategia por la que los adolescentes que estén empleando la mascarilla como conducta evitativa en el contexto de un trastorno dismórfico corporal asuman niveles de ansiedad de manera progresiva.
Para ello, es fundamental en un primer lugar dar la importancia debida al problema. "El entorno de los adolescentes, en algunas ocasiones y con la mejor intención, suele restar importancia a las dificultades sobre la imagen corporal", apunta.
"Comentarios como '¿cómo puedes decir eso?', o '¡no digas tonterías, tienes una cara muy bonita!', pueden emitirse con la intención de animar al/la adolescente, pero en realidad suponen una consecuencia desagradable para la expresión emocional de estos. Es decir, de forma involuntaria se estaría castigando que los adolescentes cuenten cómo se sienten y qué les ocurre".
"Por otro lado, a veces, se tiende a comparar a los adolescentes con sus iguales con el objetivo de devolverles que están equivocados sobre sus preocupaciones. Esto no hace sino fomentar la conducta de comparación en estas edades y, además, incrementar el malestar asociado a ellas", prosigue.
Es importante validar el malestar que pueda generar, sobre todo entendiendo y valorando su opinión frente a la situación, sin necesidad de juzgar o rechazar estas emociones, en los adolescentes, con el fin de poder establecer un lazo que permita el acercamiento a un servicio de asistencia psicológica.
"El mejor consejo posible es que, si lo necesitan, acudan a un servicio de asistencia psicológica para abordar estas dificultades psicológicas cuando les están generando un malestar muy intenso", concluye Iván Chamizo, psicólogo clínico del Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).