El babeo forma parte del normal desarrollo de los niños. Generalmente comienza cerca de los dos meses de vida, y finaliza hacia los dos años.
En un principio, los niños no logran tragar saliva tan seguido y tan rápido como lo hacemos nosotros, de manera que la retienen en la boca. Y es que no debemos olvidar que la saliva es producto de la actividad de la glándula sublingual, pero no es hasta el cuarto mes hasta que inicia el babeo en exceso con el inicio del funcionamiento de la glándula parótida.
No se debe solo a la aparición de los dientes
La salivación en grandes cantidades se debe a dos factores importantes en el crecimiento del niño:
El primero, es la salida de los dientes. Desde el tercer mes de vida, el niño empieza a experimentar los primeros movimientos en los núcleos dentarios en las encías, lo que les causa molestias e irritaciones. En este caso, la saliva actúa como un lubricante que permitirá, de alguna manera, aliviar en cierta medida las sensaciones que incomodan al bebé.
Por otro lado, el inicio de la alimentación complementaria estimula el funcionamiento de las papilas gustativas, que en su desarrollo segregarán más saliva. Además, favorece la lubricación del bolo alimenticio, para que poco a poco puedan aceptar trozos más grandes y alimentos más sólidos.
Otras posibles causas
¿Cuándo debo acudir con un especialista?
Cuando el bebé babea más de lo normal, puede ser indicar la presencia de microorganismos, de manera que se recomienda asistir con un especialista para descartar posibles infecciones. De igual manera, si el babeo se extiende más allá de los dos años de edad, podría significar algún problema del sistema nervioso que complique la acción de deglutir.