Lleva 31 años siendo el pediatra de cientos de niños en Puerto Rico, muchos de ellos ya convertidos en adultos, y siente la misma pasión por su profesión como aquel primer día.
Para el doctor Richard Cortés no hay mayor satisfacción que ver crecer a sus pacientes pediátricos y que estos después regresen a su oficina a compartirles todos sus logros. “Independientemente de no ser la especialidad más remunerada, definitivamente es la más gratificante a nivel personal. El ver tus pacientes crecer, que ellos de adolescente quieran seguir yendo a tu oficina, que te comparten sus logros de graduaciones, te presentan la noviecita o el
el noviecito. Ver que hace unos años atrás esos nenes de 6 o 7 años se han convertido en padres. Y ahí te digo yo, el que me lleven sus hijos... Si uno le tiene cariño a sus pacientes, los hijos de los pacientes son como más míos que de nadie”, dijo con orgullo el doctor quien lleva 11 años como Director de Pediatría del Ashford Presbyterian Community Hospital.
La pediatría lo escogío a él
Según relató Cortés, desde pequeño quería estudiar medicina y tratar a los pacientes para curarlos, pero fue su amor y conexión con los niños lo que eventualmente lo llevó a decidirse por esta especialidad. Aunque en el inicio de sus estudios en el Recinto de Ciencias Médicas en Río Piedras quería convertirse en psiquiatra, eso cambió luego de una rotación clínica en pediatría. “Yo entré a medicina con miras a que quería ser psiquiatra, pero cuando tengo mi experiencia clínica con pediatría, con los niños, vi que era algo que tenía buen prognóstico o sea veía que ellos se curaban. Yo recuerdo como ahora el día que lo decidí, vi un paciente en dificultad respiratoria y era mi primera experiencia viendo un niño que le faltaba el aire. Yo estaba como aturdido (pensando) que iba a pasarle algo al niño. Cuando regreso al otro día al hospital, yo veo a este niño contento, llamando al doctor, saludando y me di cuenta que era bien gratificante el que tú tratando alguna condición verdaderamente ibas a ver los resultados”, rememoró el médico quien tiene su práctica privada en la avenida Esmeralda en Guaynabo.
Origen humilde no es sinónimo de fracaso
Cortés nació en Nueva York, donde sus padres emigraron y residieron con sus tres hijos hasta que el futuro pediatra cumplió cuatro años de edad. Regresaron a su pueblo natal de Gurabo luego de que su padre enfermara de una condición de salud mental. Años después, en séptimo grado fue aceptado en la Escuela Secundaria de la Universidad de Puerto Rico (UHS), lugar al que le agradece su formación como líder y persona responsable.
Entrar a esa escuela también lo enfrentó a las diferencias de clases sociales en el país. “La diferencia social ese primer año era bien marcada. Yo le decía a mi familia que esa escuela no me gustaba. Si (mis compañeros) decían me voy a estudiar a la piscina de casa o yo hice la asignación en la oficina de papi, yo lo veía como que se la estaban echando. Pero no, ellos nacieron teniendo piscina. Mi hermano mayor me ayudó mucho en eso. Al llevarme 13 años y haber pasado quizás por situaciones similares, pues me establecía esa diferencia social, pero yo nunca oculté de dónde venía”, precisó el también Assistant Professor de la Escuela de Medicina de Ponce.
Pero venir de un origen humilde no lo apartó de lograr sus metas y triunfar. Todo lo contrario. A pesar de las dificultades económicas, de unos padres con poca escolaridad y hasta de la condición de salud mental de su progenitor, este doctor aprendió el respeto hacia los demás como la clave para obtener triunfos en la vida. “Cuando no se podía algo, simplemente nos decían no tenemos los medios económicos, pero siempre nos lo decían con amor, estableciendo que el amor y el respeto hacia los individuos son los que nos dan el triunfo en cualquier cosa que hagamos. Haber venido de una familia humilde no fue una barrera para no lograr lo que siempre quise. Yo creo que eso debe ser de inspiración a la gente de que uno no se puede limitar”, subrayó el galeno, el menor de los tres hermanos.
Su hermano mayor ha sido pieza clave en su desarrollo como persona y como profesional, pues debido a la enfermedad de su padre, éste se tornó en otra figura paterna para el doctor. “A quien mas yo admiro verdaderamente es a mi hermano mayor. Nada más que de decírtelo se me aguan los ojos. Ese es mi roca. Él ha sido sumamente significativo en mi formación profesional y de entereza de no tomar los no como contestación al desarrollo de uno como individuo. Él me facilitó las cosas. Fue mi mayor motivación. Si él teniendo todo en su contra lo logró, cómo yo no lograrlo”, expresó emocionado.
¿Qué hace en su tiempo libre?
Y cuando no se encuentra atendiendo a alguno de sus pacientes, al doctor Cortés lo pueden encontrar ejercitándose o tomando el sol en la playa. “Yo necesito sol, necesito playa. Me gusta coger mi horita de sol y eso lo saben mis pacientes y sus padres”, dijo soltando una carcajada.
También es fanático del voleibol, deporte que practicó en sus años de escuela intermedia y superior. De hecho, fue parte del Team Doctor tanto del equipo femenino como del masculino de los Mets de Guaynabo. Y hasta el voleibol le ha traído pacientes a su consulta. “Tengo muchos hijos de voleibolistas como pacientes y de estrellas de Puerto Rico. En Guaynabo me llevan a sus hijos porque saben que después si me tienen que consultar algo me encuentran en la cancha”, agregó.
A las futuras generaciones de médicos
A sus estudiantes de medicina les aconseja que “escojan una profesión que mas que los remunere económicamente que los llene de satisfacción”. Así como lo ha hecho la pediatría con él. “Una vez a ti te satisface lo que haces vas a ser exitoso porque las personas se dan cuenta que lo estas haciendo con amor”, concluyó el galeno.