Registran cambios cerebrales en niños expuestos a ciertos grados de contaminación atmosférica

La investigación estima que respirar aire contaminado puede alterar la conectividad estructural del cerebro en la preadolescencia.

Pedro Felipe Cuellar

    Registran cambios cerebrales en niños expuestos a ciertos grados de contaminación atmosférica

    Esta investigación observó que la exposición a las partículas PM2,5 aumenta el volumen del putamen, lo que se asocia con algunos trastornos psiquiátricos.

    “El estudio resulta novedoso porque identifica los periodos de susceptibilidad a la contaminación atmosférica”, confirma Anne-Claire Binter, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.

    ¿Qué es el putamen?

    Se trata de una estructura cerebral que funge en la preparación y la ejecución de los movimientos de las extremidades, hace parte de la región anatómico - funcional conocida como “ganglios basales” que, además, tiene como funciones la regulación de la motricidad voluntaria, los hábitos automáticos y el aprendizaje procedimental.

    Exposición a contaminantes atmosféricos

    Desde el vientre materno, el feto puede estar expuesto a diferentes tipos de contaminantes. 

    Asimismo, durante los primeros ocho años y medio de vida, esta sobreexposición altera la conectividad estructural del cerebro, sobre todo si se recibe en los primeros cinco años de vida, como lo confirma el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).

    La conectividad estructural es la existencia de fascículos o tractos de sustancia blanca que conectan diferentes regiones del cerebro. 

    Esta se mide estudiando la microestructura de la sustancia blanca y constituye un marcador del desarrollo típico del cerebro. Una microestructura de la sustancia blanca anormal se ha relacionado con trastornos psiquiátricos, como síntomas depresivos, ansiedad o, incluso, trastornos del espectro autista.

    Exposición a partículas PM2,5 

    Según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, EPA por sus siglas en inglés, las partículas PM2,5 constituyen uno de los seis criterios contaminantes del aire, pues incluyen, generalmente, sustancias químicas orgánicas, polvo, hollín y metales. 

    Estos contaminantes pueden provenir de automóviles, camiones, fábricas, la quema de madera, entre otras actividades.

    La asociación entre contaminación del aire y conectividad estructural del cerebro fue el eje central, pero el estudio también ha encontrado un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2,5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen.

    Al tratarse de una estructura subcortical, su implicación es bastante amplia y menos especializada que las regiones corticales. El estudio ha observado que, cuanto mayor es la exposición a las PM2,5, sobre todo en los primeros dos años de vida, mayor es el volumen de esta estructura.

    “Un putamen mayor se ha asociado con algunos trastornos psiquiátricos (esquizofrenia, trastornos del espectro autista y trastornos del espectro obsesivo-compulsivo)”, explican los autores.

    Asimismo, señalan que “fue necesario el uso de una escala temporal con el fin de poder analizar los datos mes a mes, cuando los estudios anteriores investigaban trimestres de embarazo o años de infancia. De este modo, hemos estudiado la contaminación atmosférica desde la concepción hasta los 8,5 años con una periodicidad mensual.”

    Estudio basado en una gran cohorte

    3.515 niños y niñas del Generation R Study de Rotterdam, Países Bajos, participó en este para conocer a qué contaminación atmosférica habían estado expuestos las niñas y niños. Se estimaron los niveles diarios de dióxido de nitrógeno (NO2) y de materia particulada (PM2,5 y absorbancia de PM2,5) registrados en el lugar donde habían residido desde su concepción, hasta los 8 años y medio.

    A los niños de entre 9 y 12 años, se les tomaron imágenes cerebrales mediante resonancia magnética y se calcularon varios volúmenes cerebrales y la conectividad estructural.

    Los niveles de NO2 y PM2,5 registrados en el estudio superaban las actuales recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (10 µg/m3 y 5 µg/m3, respectivamente), pero cumplían con la normativa de la Unión Europea, lo que sugiere que la contaminación atmosférica puede afectar al desarrollo del cerebro a niveles inferiores a las normas actuales de calidad del aire.

    “Una de las grandes conclusiones del estudio es que el cerebro es especialmente vulnerable a la contaminación atmosférica no solo durante el embarazo, como se ha señalado en estudios anteriores, sino también durante la infancia”, concluyen. “Habría que seguir repitiendo mediciones a estos niños y niñas para intentar comprender los posibles efectos a largo plazo de la exposición a la contaminación atmosférica en el cerebro”.

    Fuente consultada aquí.



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