Investigaciones recientes han identificado señales clave en las primeras etapas de la demencia, un trastorno neurodegenerativo que afecta a millones en todo el mundo.
El diagnóstico temprano y la adopción de hábitos saludables pueden ser cruciales para mejorar la calidad de vida de los pacientes y reducir el impacto de la enfermedad.
Uno de los principales signos tempranos de la demencia es la pérdida progresiva de la memoria, especialmente cuando se trata de tareas cotidianas y hechos recientes.
Aunque en las primeras etapas puede parecer un olvido inofensivo, este síntoma tiende a agravarse con el tiempo, interfiriendo en actividades diarias y dificultando incluso el reconocimiento de rostros familiares.
Los expertos señalan que este síntoma debe ser diferenciado de los olvidos ocasionales asociados al envejecimiento normal. Mientras que en el envejecimiento natural estos lapsos de memoria son puntuales, en la demencia la pérdida es persistente y afecta notablemente el funcionamiento cotidiano.
El médico Ramón Cristófol Allue, especialista en neurociencias, explica que además de la pérdida de memoria, existen factores de riesgo adicionales que pueden acelerar el desarrollo de la demencia. Según su análisis, algunos de estos factores incluyen:
Traumatismos craneales previos.
Inactividad física.
Consumo de tóxicos (alcohol, drogas).
Un nivel cultural bajo.
Dificultad para la adaptación social y psicológica.
Allue también menciona que la presencia de estos factores no garantiza el desarrollo de la enfermedad, pero aumenta las probabilidades de padecerla. Por ello, es fundamental conocer los posibles riesgos para tomar medidas preventivas.
Por otro lado, el experto destaca que existen varias estrategias para reducir el riesgo de desarrollar demencia. Entre las más eficaces se encuentran:
Consumo moderado de alcohol.
Seguir una dieta mediterránea, rica en antioxidantes como las vitaminas E y C y ácidos grasos insaturados.
La práctica regular de ejercicio físico.
Ejercitar la mente, a través de actividades como juegos mentales, lectura o aprendizaje de nuevas habilidades.
Según Allue, estos hábitos ayudan no solo a mantener el cerebro en óptimas condiciones, sino también a mejorar la salud general y prevenir otras enfermedades asociadas al envejecimiento.
Un cambio en el comportamiento y el estado de ánimo también se destaca como un signo temprano de demencia. Las personas afectadas suelen experimentar episodios de confusión, ansiedad o irritabilidad sin una causa aparente.
A veces, estos cambios pueden ir acompañados de un retraimiento social y una pérdida de interés en actividades que anteriormente solían disfrutar, como el ejercicio, hobbies o interacciones sociales.
Los especialistas recalcan que, ante la presencia de estos síntomas, es crucial buscar una evaluación médica a la mayor brevedad posible.
Un diagnóstico temprano puede abrir el camino a tratamientos que ralentizan el avance de la enfermedad y ayudan a gestionar mejor los síntomas.
Estos estudios y los que se están llevando a cabo en la actualidad, marcan un avance significativo en la comprensión y tratamiento de la demencia.
La enfermedad no solo afecta a los pacientes, sino que también repercute en sus familias y cuidadores. Por eso, reconocer las señales tempranas es un paso fundamental para mejorar el manejo de la enfermedad y ofrecer a los afectados una mejor calidad de vida.
El enfoque multidisciplinario para abordar la demencia, que incluye diagnóstico temprano, tratamiento adecuado y la promoción de hábitos saludables, es fundamental para frenar el avance de esta enfermedad.
En última instancia, la prevención y la detección temprana son las mejores herramientas para mejorar la calidad de vida de los afectados por demencia y de aquellos en riesgo.
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