Hace más de 13 años que el laureado neurólogo español, Ángel Viñuela, llegó a Puerto Rico de la mano de su esposa a quien conoció mientras trabajaba en un laboratorio de Boston, Massachussets, haciendo investigación sobre la enfermedad de Parkinson
Luego de laborar en distintas partes del mundo, Viñuela tuvo que insertarse en la academia en calidad de estudiante, ya que la experiencia y conocimientos acumulados chocaron con un problema local que lo llevó a realizar nuevamente la residencia durante tanto tiempo ejerció.
Así permaneció durante cinco años de su vida, pues el Centro Médico de San Juan rechazó su ingreso al haberse formado en otro lugar, aunque su preparación lo calificaba para trabajar en cualquier País que eligiera.
“Soy un madrileño que no nació en Madrid, como ocurre con la mayoría de las ciudades grandes. Siempre quise hacer investigación; nunca se me había ocurrido ser médico. Pero cuando tuve que elegir qué estudiar, yo pensaba que Farmacia porque tenía una tía-abuela que había hecho investigación profesional y era farmacéutica. Me di cuenta de que el tema que me interesaba era investigar el cuerpo humano, que era lo que se estudiaba en Medicina, así que hice Medicina para eso”, recordó el médico nacido en Oviedo, Asturias.
“Cuando me gradué de Medicina que ya empecé a ver pacientes, porque me gustó la parte clínica y neurología, porque de las dos ramas que me gustaban, neurología y las neurociencias para investigación y la parte clínica me gustaba mucho más la neurología y me di cuenta de que no quería ser neurólogo sino neurocientífico”, agregó.
Viñuela se trasladó a Estados Unidos con el objetivo de hacer investigación en Parkinson, pues le interesaba estudiar las enfermedades neurodegenerativas.
“Como me interesaba Parkinson hacía tiempo pues empecé a trabajar en un lugar en Harvard con un grupo bastante conocido que se dedicaba a las terapias regenerativas con células fetales, células madre para Parkinson. El motivo que elegí, dentro de la neurología, dedicarme a Parkinson, fue que para mí los trastornos del movimiento y enfermedades neurodegenerativas son de lo más interesante en la parte de investigación del cerebro, son enfermedades muy complejas que envuelven gran parte del sistema nervioso y envuelve la corteza cerebral y es lo más complejo que tenemos”, contó el médico de 50 años.
“Además, la clínica de ese tipo de paciente es muy interesante, se pueden mejorar sus síntomas y clínicamente es algo también muy interesante. Me gustaban también mucho las demencias, por la parte de investigación, pero la parte clínica mucho más compleja, el neurólogo tiene pocas herramientas, puede hacer menos cosas para ayudar al paciente. Por eso desde que empecé la residencia en neurología he estado centrado en el Parkinson”, sostuvo.
Pero el amor cambió sus planes de continuar en el laboratorio de Boston, para trasladarse a la tierra de la boricua que robó su corazón.
No obstante, al llegar a la Isla en el 2007, encontró una pared muy difícil de derribar.
“Al llegar a Puerto Rico, pensé por lo que había visto en Boston, que haciéndolo de esa manera a uno le convalidan Medicina. Por lo menos en las universidades grandes en Estados Unidos uno puede trabajar bajo el paraguas de la universidad como neurólogo y facturar privado, pero por lo menos puedo trabajar. Al llegar a Puerto Rico fue todo lo contrario”, manifestó.
“Por un lado, el sistema es complicado, pero también tuve mala suerte porque al llegar era justo el año, la época en la que se destapó el fraude de los exámenes de la reválida puertorriqueña. Entonces, cuando llegué a la Junta de Licenciamiento, veía que los ánimos estaban un poco caldeados. Cuando les dije lo que quería hacer, evidentemente me dijeron que en lo absoluto podía hacer nada de eso”, agregó.
“Hice los exámenes y me preparé para hacer la residencia en neurología otra vez, que también fue difícil porque hacer la residencia en Puerto Rico, especialmente en Centro Médico que es un lugar un poquito con tendencia a preferir a candidatos que se forman en Centro Médico. Entonces, uno se paraliza, para cualquier extranjero que viene a Puerto Rico, incluso para puertorriqueños que estudian en otras universidades en República Dominicana o México, entrar en la residencia es difícil”, relató.
“Yo había hecho la residencia, había acabado en el 2000, llevaba nueve años, venia de Harvard, había trabajado en Japón, en California, digamos que mi currículo no era malo y al principio no pude entrar. Ni me consideraron. Eventualmente durante un año hice medicina interna y entré en neurología y estuve cuatro años allí, o sea que fueron cinco años en total”, señaló.
Varios años después de instalarse en Puerto Rico, Viñuela se ha dedicado en cuerpo y alma a atender el aspecto clínico de la enfermedad, sobre todo, brindándole herramientas a los pacientes para que puedan tener una mejor calidad de vida.
“Está predispuestos negativamente hacia la enfermedad porque no la conocen mucho y lo que conocen es negativo. Está la imagen de una persona mayor, dependiente, que no puede caminar, entonces, cuando ves una persona con diagnóstico de Parkinson y piensan en eso y piensan que no importe lo que pase va acabar así, que es una enfermedad que va a hacer que su vida sea terrible y no tienen manera de hacer nada y realmente esto no es así; es una enfermedad que es muy diferente en cada persona”, dijo.
“Dentro de pocos años tendrá diferentes nombres porque no es solo una enfermedad, son diferentes inicios que llevan a un punto similar, pero la evolución es muy diferente. Cada uno tiene que seguir el paso de los síntomas y ser lo más optimista posible, estar activo, hacer ejercicios y las enfermedades, muchas veces, sorprende a los familiares y a los pacientes porque son más leves de lo que la gente piensa y casi siempre mucho más lentas de lo que la gente piensa”, resaltó al señalar la diversidad de tratamientos disponibles que permiten al paciente optar “por una vida activa durante muchos años”.
“La suerte que he tenido en Puerto Rico que al haber tan pocos médicos en Puerto Rico que se especializan en Parkinson, cuando uno se especializa en algo muy concreto pues sabe que el tratamiento o el cuidado que le da al paciente pues merece mucho la pena y es algo mejor de lo que puede hacer un médico que se dedica a más cosas. El ser uno de los pocos médicos que se dedica al Parkinson me trae la satisfacción de saber que estoy tratando pacientes que, si yo no los tratara, muy probablemente estarían peor y eso es muy bueno”, admitió al destacar que ha trabajado con cerca de 2,000 pacientes.
Igualmente, relató el propósito de la Fundación Puertorriqueña de Parkinson.
“Me di cuenta de que faltaba un grupo que pudiera realmente ayudar al paciente, darle un poquito más de visibilidad y mejorar un poquito el acceso a los servicios de todo Puerto Rico, pero especialmente fuera del área metropolitana y es un proyecto que ha ido un poquito lento”, manifestó.
“Ahora con la pandemia volvió a parar un poquito y lo que quiero es poder no solamente ayudar al paciente desde el punto de vista profesional, con el tratamiento y con los consejos para que se sientan mejor sino a que tengan mejor acceso a los servicios, que la sociedad conozca un poquito mejor lo que es el Parkinson porque todo eso ayuda mucho al final, el paciente con Parkinson, la familia y los cuidadores del paciente tengan una vida mejor para que se sientan aceptados y comprendidos” argumentó.
En tanto, compartió sus planes para el futuro en los cuales espera continuar trabajando al menos por una década más.
“En la parte profesional que es importante, yo no podría estar haciendo esto en España porque en Puerto Rico sé que soy un médico poco particular, y en España hay muchos médicos como yo porque es un país más grande y hago más diferencia aquí que es una cosa muy buena. Los pacientes puertorriqueños son muy agradecidos, es gente que se queja muy poco, que intentan seguir las instrucciones del médico y si no las siguen es porque no lo entienden, se ponen en manos del médico y confían y eso no ocurre todo el tiempo”, confesó el padre de tres niñas.
“Me gusta mucho lo que hago, voy a seguir trabajando mucho tiempo porque las niñas no me van a dejar ir a ningún sitio y por lo menos, los siguientes 10 o 12 años en los que tenga una familia grande, me quedaré aquí trabajando, aunque siempre me gustó mucho la parte de investigación, creo que mi papel ahora está en la parte clínica y voy a seguir desarrollándola. De ahí en adelante, en un futuro, veremos. Pero por ahora seguiré aquí, quiero conocer mejor la Isla, cuidar de mi familia y seguir trabajando con Parkinson”, concluyó.