Alexander Fleming, joven médico escocés, quedó horrorizado por la mortalidad de las heridas de metralla infectadas durante la I Guerra Mundial, por lo que decidió buscar un nuevo antiséptico y así comenzó la historia de la Penicilina.
En el verano de 1928, Alexander Fleminng, un joven médico escocés, se dio cuenta que unos cultivos de estafilococos se habían contaminado con un hongo. Más tarde, este fue identificado como Penicillium notatum, y la sustancia antibacteriana que segrega recibió el nombre de penicilina.
Este descubrimiento no hubiese sido tan trascendental si muchos científicos no hubiesen trabajado para producir el nuevo producto con suficiente pureza y escala para dar paso al antibiótico que hoy todos conocemos.
Primeramente, en el laboratorio de Howard Florey y Ernst Chain se propuso el método de fermentación en superficie, al inicio, en botellas de leche reutilizadas y luego en recipientes.
Para el estudio con animales y el ensayo clínico, era necesario purificar 500 litros de calor de cultivo a la semana. Este gran trabajo lo realizaron un grupo de mujeres, conocidas como “las chicas de la penicilina”, a quienes les pegaban 2 libras a la semana.
En febrero de 1941 se hizo la primera prueba en humanos. El policía Albert Alexander se había arañado la boca mientras podaba unos rosales y había desarrollado una infección en cara y pulmones. Se recuperó en pocos días, pero terminó muriendo porque las reservas de antibióticos se acabaron.
La II Guerra Mundial impidió seguir con la investigación en Europa, así que las farmacéuticas inglesas cedieron sus resultados al Gobierno de los Estados Unidos. Era muy importante producir suficiente penicilina para las tropas aliadas, puesto que los alemanes ya usaban la sulfamida.
Howard Florey llevó muestras de penicilina a Andrew Moyer, un investigador del Departamento de Agricultura, en Illinois. En pocas semanas podrán mejorar en el proceso, principalmente sustituir el cultivo en superficie por una fermentación con cultivo sumergido.
En Estados Unidos, quienes contaban con experiencia en fermentaciones de cultivo sumergido eran Jasper Kane y John McKenn, quienes trabajaron en Pfizer, la principal productora de ácido cítrico en fermentadores.
La guerra también impidió traer cítricos de Italia, así que se ideó una manera para sintetizar el ácido cítrico con microorganismo. En un plazo de 6 meses, ya pesar de las limitaciones de la guerra, Pfizer puso a punto una planta de 14 fermentadores de 28.500 litros cada uno y utilizando reactores cada vez mayores y mejor tecnología, en 5 años se multiplicó la producción de penicilina.
Por esta gran hazaña, Fleming, Florey y Chain recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1945. En la ceremonia el mismo Fleming advirtió el peligro de generar resistencia a los antibióticos, debido al uso indiscriminado.
La cristalógrafa Dorothy Hodgkin recibió unos años después el Nobel de Química por haber determinado la estructura de muchas biomoléculas, entre las que se encontraba la de la penicilina.
Durante el Desembarco de Normandía, desembarcaron en Francia 150.000 soldados aliados. Todos contaban en su kit médico con una dosis de penicilina para utilizarla si fueran heridos.
De este modo se cumplió el sueño que Fleming había tenido 25 años atrás, también en Francia. La penicilina se convirtió en un producto de lujo en aquella Europa devastada por la guerra.
Lamentablemente, algunas personas minusvaloran hoy día el descubrimiento de Fleming, el cual atribuyen a la casualidad.
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