Caracterizada por una piel seca, con picazón y enrojecida, esta afección no solo impacta la salud física, sino que también puede tener consecuencias profundas en el bienestar cerebral.
La dermatitis atópica (DA) representa una carga significativa para la salud, afectando a una parte sustancial de la población, tanto jóvenes como adultos. Ahora, un nuevo estudio está arrojando luz sobre una conexión intrigante entre la DA y el sueño, destacando la importancia de abordar ambos aspectos para mejorar la calidad de vida de quienes padecen esta enfermedad cutánea crónica.
Alrededor de los 6 meses de edad, los bebés establecen sus ritmos circadianos. El sueño, un proceso psicológico natural, está mediado por el sistema nervioso central (SNC). Existe evidencia que sugiere la implicación de diversas funciones neuronales en el proceso de dormir, incluida la facilitación de la conectividad cerebral. Durante los primeros años de vida, el desarrollo cognitivo y conductual se relaciona con cambios significativos en la sustancia blanca estructural y la conectividad funcional cortical. Estos cambios se reflejan en el electroencefalograma del sueño, lo que indica una relación bidireccional entre el desarrollo cerebral y el patrón de sueño.
La dermatitis atópica no solo afecta la piel; también puede tener un impacto significativo en los patrones de sueño de los pacientes. Se ha observado que tanto niños como adultos con DA experimentan alteraciones en el sueño, que van desde dificultades para conciliar el sueño hasta despertares nocturnos frecuentes. Estos problemas pueden ser especialmente pronunciados durante los brotes de la enfermedad, lo que agrava aún más la calidad del sueño y el bienestar general.
Un estudio reveló que más del 60% de los padres informaron que la DA afectaba el sueño tanto de ellos como de sus hijos. Incluso en períodos de remisión clínica, los niños con DA aún pueden experimentar una calidad de sueño inferior en comparación con sus pares sin la afección cutánea. Además, se ha encontrado que los niños con DA tienen más probabilidades de experimentar pesadillas, despertares tempranos y somnolencia diurna, lo que sugiere un impacto significativo en su calidad de vida y funcionamiento diario.
Otro estudio basado en cuestionarios, reveló que los niños también experimentan somnolencia diurna e irritabilidad. Se encontró una estrecha relación entre la actividad de la enfermedad y las alteraciones del sueño en una cohorte de niños con una edad media de 25 meses durante la fase activa de la dermatitis atópica. Se constató que el sueño se veía afectado en el 86% de las noches, siendo que para la mayoría de estos niños (59%) las alteraciones del sueño se concentraban en los momentos de mayor actividad de la dermatitis atópica. Además, se observó que las alteraciones del sueño eran más frecuentes en los niños con enfermedad más grave, así como en aquellos que también padecían asma o rinitis alérgica comórbidas.
Los resultados anteriores concuerdan con los escasos estudios que emplearon métodos objetivos de evaluación del sueño, como la actigrafía y la polisomnografía domiciliaria. Un estudio realizado en niños con dermatitis atópica en edad escolar, donde se aplicó la polisomnografía domiciliaria, resaltó la presencia de despertares frecuentes asociados con episodios de rascado, así como una disminución general en la eficiencia del sueño. Además, otra investigación evidenció una estrecha relación entre el rascado nocturno, medido mediante actigrafía de muñeca en las primeras 3 horas de sueño, y la severidad de la dermatitis atópica, evaluada mediante el Puntaje de DA (SCORAD) y los niveles plasmáticos de quimiocinas en niños.
La relación entre la dermatitis atópica y los trastornos del sueño es compleja y multifacética. Se cree que el prurito, una característica distintiva de la DA, desempeña un papel central en la alteración del sueño. El prurito, especialmente durante la noche, puede dificultar conciliar el sueño y provocar despertares frecuentes, creando un ciclo pernicioso de picazón y rascado que interrumpe el sueño reparador.
Además del prurito, se han identificado otros factores que contribuyen a los trastornos del sueño en pacientes con DA. La disfunción de la barrera cutánea, la inflamación crónica y los cambios en la actividad neuronal pueden influir en los patrones de sueño y contribuir a la fatiga diurna y la somnolencia.
En la dermatitis atópica, tanto las células inmunitarias como los queratinocitos liberan pruritógenos como la IL-4, IL-13, IL-31, TSLP, IL-33 y la sustancia P, lo que aumenta la sensibilidad al prurito. Estos pruritógenos interactúan con receptores como IL-31, IL-13, IL-33, TSLPR, NK-1R, MRGPRX+ e IL-4, presentes en las fibras C independientes de histamina, amplificando aún más la sensación de picazón. Además, tanto el TSLP como la sustancia P pueden promover indirectamente el prurito y la inflamación en la piel atópica al activar las células inmunitarias Th2.
Se ha comprobado que tanto la cantidad como la calidad del sueño son cruciales para el desarrollo de habilidades cognitivas como la memoria, el lenguaje, la atención sostenida, la velocidad de procesamiento y las funciones ejecutivas. En niños sanos, la falta de sueño durante los primeros 3 años de vida se relaciona con problemas de hiperactividad y un rendimiento cognitivo inferior en evaluaciones neurológicas realizadas a los 6 años. Esto pone de manifiesto cómo el sueño inadecuado en las etapas tempranas puede impactar negativamente en el desarrollo neurocognitivo.
Los enfoques de tratamiento que aborden tanto la enfermedad cutánea como los problemas de sueño pueden tener un impacto significativo en la salud física y mental de los pacientes.
Para abordar efectivamente los trastornos del sueño en pacientes con dermatitis atópica, es importante adoptar un enfoque integral que no solo trate los síntomas cutáneos, sino que también aborde las causas subyacentes de los problemas de sueño. Esto puede incluir el uso de tratamientos tópicos para controlar el prurito y la inflamación, así como intervenciones para mejorar la higiene del sueño y reducir el estrés y la ansiedad.
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