El diagnóstico tardío por estigma social llevó a necrosis tisular localizada. El tratamiento combinó remoción mecánica, desbridamiento quirúrgico y terapia antimicrobiana con evolución favorable.

Una paciente de medio rural, de 49 años, acudió a consulta refiriendo la presencia de gusanos en orina acompañado de prurito genital intenso de tres días de evolución.
Su actividad laboral incluía trabajo agrícola y cuidado de ganado ovino, caprino y bovino. Lo más relevante de su historia fue el reporte de flujo vaginal fétido durante seis meses previos, tiempo durante el cual evitó buscar atención médica por temor al estigma social.
Al interrogatorio, la paciente negó enfermedades crónicas, traumatismos o picaduras de insectos en la zona afectada. No había tenido relaciones sexuales en los últimos seis meses y mantenía ciclos menstruales regulares. Como dato de vestimenta, utilizaba habitualmente faldas para trabajar en la granja.
La exploración física evidenció eritema en labios mayores e ingle secundario al rascado persistente. El examen ginecológico reveló un cuadro alarmante: numerosas larvas ubicadas en meato uretral, labios menores y canal vaginal, extendiéndose hasta proximidades del cérvix, el cual permaneció intacto según colposcopia.
Se observó infección y necrosis en labios menores producto de la actividad necrofágica larvaria. Se extrajeron entre 50 y 60 larvas de labios menores y aproximadamente 10 del canal vaginal.
Los estudios complementarios mostraron hemograma normal, pero el examen de orina reportó múltiples larvas de hasta 4 mm sin otros elementos patológicos.
La cistoscopia demostró erosión y excavación de la pared uretral lateral izquierda, con coágulos conteniendo larvas dentro de la vejiga. El lavado vesical permitió extraer 30 larvas adicionales.
El manejo requirió un enfoque multimodal. Se realizó lavado vesical inmediato con colocación de sonda Foley por una semana.
Para eliminar larvas profundas en tejido vaginal se empleó cloroformo al 15% en aceite de parafina durante 48 horas. Las zonas necróticas de labios menores fueron desbridadas quirúrgicamente.
Como profilaxis de reinfección y bacteriemia secundaria, se administró amoxicilina-ácido clavulánico 1.2 gramos cada 12 horas más metronidazol 500 miligramos cada 8 horas durante siete días. La paciente permaneció hospitalizada una semana con evolución favorable.
Al egreso se enfatizaron medidas preventivas: higiene genital estricta, evitar uso de faldas durante actividades agrícolas y mantener limpio su entorno habitacional.
En control dos semanas después, la cistoscopia fue normal, las lesiones de labios menores mostraron mejoría significativa y no se identificaron larvas en el examen ginecológico.
La miasis urogenital representa solo el 0.7% de las infestaciones humanas por larvas de dípteros, siendo la vagina el sitio más frecuente en mujeres. Este caso ilustra, de acuerdo a Amir Mohammad Saleh et al., cómo factores socioeconómicos, ocupacionales y culturales convergieron favoreciendo la infestación.
El bajo nivel económico, las condiciones laborales con exposición directa a ganado, la vestimenta inadecuada para el trabajo rural y principalmente el retraso diagnóstico motivado por estigma social, permitieron la progresión de una infestación inicialmente superficial hacia compromiso profundo con invasión del tracto urinario bajo.