Mini-examen clínico: Picaduras de garrapatas e infecciones asociadas, parte I

Las picaduras de garrapatas representan una preocupación clínica importante, pues son posibles puertas de entrada para un amplio espectro de organismos patógenos

Redacción MSP

    Mini-examen clínico: Picaduras de garrapatas e infecciones asociadas, parte I

    Las picaduras de garrapatas representan una preocupación clínica importante, pues son posibles puertas de entrada para un amplio espectro de organismos patógenos (bacterias, virus y protozoos) que pueden causar enfermedades graves en humanos. La exposición a hábitats infestados de garrapatas eleva la sospecha de infección subsecuente incluso cuando no se recupera el vector y obliga a los clínicos a permanecer atentos a múltiples desenlaces posibles. La complejidad de los patógenos transmitidos por garrapatas se ve agravada por la posibilidad de coinfecciones, lo cual complica tanto los enfoques diagnósticos como las estrategias terapéuticas.[1]

    Estudios epidemiológicos recientes han subrayado aumento en el número de picaduras de garrapatas y de infecciones transmitidas por estas en todo el mundo, atribuibles en parte a cambios ambientales y a mayor tiempo de actividad al aire libre. La tendencia va acompañada de incremento en la conciencia pública —aunque no siempre una percepción adecuada del riesgo— que requiere mejores estrategias educativas y medidas preventivas. Estos hallazgos epidemiológicos son clave para guiar la práctica clínica, pues nos informan sobre perfiles de riesgo emergentes que varían según la región geográfica y la estacionalidad.[2]

    El tratamiento profiláctico inmediato tras la identificación de una picadura de garrapata ha surgido como estrategia valiosa cuando el riesgo de transmisión de patógenos se considera suficiente. La profilaxis antibiótica —sobre todo con doxiciclina— ha demostrado reducir notablemente la probabilidad de desarrollar enfermedad de Lyme si se administra dentro de una ventana crítica tras la picadura. Asimismo, los avances en las técnicas moleculares de detección de patógenos han mejorado nuestra comprensión de las infecciones por garrapatas, especialmente en el diagnóstico clínico, donde los métodos de cultivo tradicionales pueden resultar insuficientes.[3]

    La enfermedad de Lyme sigue siendo la infección por garrapatas más frecuente en la práctica clínica, sobre todo en regiones templadas de Norteamérica y Europa. La espiroqueta Borrelia burgdorferisensu lato, transmitida principalmente por garrapatas del género Ixodes, ha sido objeto de extensa investigación clínica, lo que ha permitido refinar criterios diagnósticos y protocolos de tratamiento. A pesar de estos avances, las manifestaciones clínicas de la enfermedad de Lyme son variables, desde lesiones cutáneas localizadas hasta afectación sistémica diseminada. El reconocimiento temprano del eritema migrans es fundamental para instaurar tratamiento inmediato y prevenir complicaciones.[4] ¿Cuánto sabes sobre la profilaxis de la enfermedad de Lyme y la identificación del síndrome de alfa-gal? Evalúa tus conocimientos con nuestro mini-examen clínico.

    Caso 1
    Un paciente de 38 años acude 10 días después de retirar una garrapata Ixodes repleta de sangre. Recuerda que apareció un sarpullido en el sitio de la picadura hace unos cinco días. Al examen se identifica una placa anular de 7 cm, uniformemente eritematosa, con leve aclaramiento central, que ha ido expandiéndose de forma lenta. No produce prurito ni dolor. 


    En el contexto clínico de las enfermedades transmitidas por garrapatas, distinguir el eritema migrans de las reacciones de hipersensibilidad local es crucial, ya que el primero es la presentación emblemática de la fase temprana de la enfermedad de Lyme. El eritema migrans se caracteriza por una lesión eritematosa extensa y expansiva que supera habitualmente los 5 cm de diámetro. Esta distinción es esencial porque las reacciones alérgicas locales suelen ser confinadas y transitorias, rara vez alcanzan tales dimensiones. Además, la expansión progresiva de la lesión durante varios días la diferencia de las reacciones estáticas o de rápida resolución propias de respuestas dermatológicas no infecciosas.[5]

    La lesión del eritema migrans aparece en el sitio de la picadura y crece gradualmente con el tiempo. A diferencia de las reacciones de hipersensibilidad local, que brotan de forma inmediata y suelen remitir espontáneamente en horas, el eritema migrans típicamente aparece entre 2 y 30 días tras la picadura. El umbral de 5 cm de diámetro es un criterio diagnóstico crítico enfatizado en estudios clínicos recientes. Este curso prolongado y progresivo indica un proceso infeccioso activo en lugar de una reacción inmunitaria aguda.[6]

    La evolución morfológica de la lesión puede variar desde una mácula uniformemente eritematosa hasta un aspecto en "diana" con aclaramiento central. Esta expansión refleja la respuesta inmunitaria del hospedero a la invasión espiroquetal. Cuando aparece un patrón de "diana" refuerza aún más el diagnóstico de enfermedad de Lyme. A diferencia de las reacciones alérgicas locales, que se presentan con un área fija de enrojecimiento y a veces con prurito, el eritema migrans muestra cambios dinámicos en varios días. Los criterios clínicos —diámetro >5 cm y crecimiento progresivo— aportan evidencia objetiva que distingue el eritema migrans de una simple reacción de hipersensibilidad.[7]


    Caso 2

    Un paciente de 52 años retira una garrapata Ixodes scapularis profundamente engrosada de su pierna tras una caminata al aire libre. El paciente recuerda que la garrapata estuvo adherida al menos 36 horas. Acude a tu consulta 60 horas después de retirarla. Se identifica positivamente la garrapata como Ixodes scapularis y la vigilancia local indica > 20 % de infección por Borrelia burgdorferi en las garrapatas. No tiene contraindicaciones para doxiciclina.


    La decisión de proporcionar profilaxis para la enfermedad de Lyme tras una picadura depende de varios criterios de estratificación de riesgo: identificación del vector, duración de la fijación de la garrapata, prevalencia de infección en la zona, ventana de intervención y ausencia de contraindicaciones. En este caso se trata de un Ixodes scapularis, vector principal de la enfermedad de Lyme en Norteamérica, adherido 36 horas y con una de infección local >20 %.[8]

    El momento es un determinante crítico: la dosis única de 200 mg de doxiciclina debe administrarse preferentemente dentro de las 72 horas posteriores a la retirada de la garrapata. La eficacia de la profilaxis disminuye si el tratamiento se inicia demasiado tarde. En este paciente la presentación a las 60 horas aún está dentro de la ventana óptima para prevenir la diseminación de Borrelia burgdorferi.


    Caso 3

    Una paciente de 45 años de Missouri, Estados Unidos, presenta episodios recurrentes de urticaria, cólicos abdominales y diarrea horas después de consumir carne de res o cerdo. Refiere una picadura de garrapata hace tres meses. La prueba cutánea (prick test) a extracto de carne de res es positiva, y en suero hay altos niveles de IgE contra galactosa-a-1,3-galactosa (a-gal).


    En las alergias alimentarias a inmunoglobulina E mediadas clásicas los síntomas (urticaria, angioedema, anafilaxia) ocurren minutos tras la ingesta, pues los mastocitos reaccionan rápidamente. En el síndrome de alfa-gal, los síntomas aparecen de forma característica entre cuatro y seis horas después de comer carne de mamífero, debido a la respuesta inmunitaria contra un epítopo carbohidrato en lugar de proteínas. Este retraso en el inicio de los síntomas es esencial para diferenciar el síndrome de alfa-gal de las hipersensibilidades inmediatas clásicas.[10]

    La sensibilización en síndrome de alfa-gal se inicia por picaduras de garrapata, que inducen la producción de inmunoglobulina E contra alfa-gal. La reactividad al carbohidrato y no a proteínas, explica el perfil clínico único del síndrome de alfa-gal, especialmente la demora en los síntomas. Los niveles elevados de inmunoglobulina E específica a alfa-gal en suero son un marcador diagnóstico clave.[11]

    La historia de picaduras es frecuente en pacientes con síndrome de alfa-gal y aporta contexto para el retraso en la reacción alérgica, diferenciándola de las alergias alimentarias clásicas mediadas por proteínas.[12]

    Más noticias de Administración y Gerencia Médica