Han deambulado por calles, estudios de cine, libros, óleos y acuarelas, canciones, poemas y novelas con la libertad del espíritu errante que no se detiene ante la tristeza.
Van Gogh, Chopin, Juan Ramón Jiménez, Julia de Burgos, Ernest Hemingway, Anthony Perkins y Reinaldo Arenas son sólo algunos nombres que podemos citar. Todos pertenecen al mismo club: la grandeza de su legado va de la mano de episodios sicóticos y del dolor que estremece hasta el músculo más interno.
Han sido la depresión y otras aflicciones mentales las que más han trastocado la vida de estas mentes fantásticas. En el caso de Frihda y Julia, el sufrimiento le sirvió de inspiración, saboreandoesa morbosa sensación de crear en medio de la angustia.
Van Gogh se cortó una oreja y más tarde se disparó, muriendo poco después; Julia murió en la calle, angustiada y sola; Frida se marchó de este mundo dibujando su dolor y alucinaciones; de Norma Jean -nombre real de Marilyn Monroe, aquella pobre huérfana que alcanzó la fama mundial a través de sus películas- aún se debate si se suicidó o fue asesinada por encargo cuando fue hallada sin vida el 4 de agosto de 1962.
Julia de Burgos, Marilyn Monroe, Frida Khalo y Van Gogh tenían algo en común. Eran seres humanos con una descomunal capacidad para sufrir y amar. Para crear y vivir atormentados. Fueron vidas trágicas y breves. Su evidente estado de depresión parecía inspirarlos al punto de estimular su creatividad.
Aristóteles se esforzaba en plantear que había un hilo secreto entre la locura, la melancolía y la inspiración. Así parece explicarse como la tristeza y padecimientos emocionales y físicos de estas personalidades era capaz de regenerarse y, hacer un viraje fenomenal, para tornarse innegable, válido y fecundo.
Por ejemplo, cuando empezaba a despuntar su carrera como compositor, Ludwig van Beethoven experimentó los primeros síntomas de su sordera y sin embargo esto no le impidió ser uno de los compositores más importante de la historia.
El caso del que se considera el precursor del romanticismo y de la pintura contemporánea fue más dramático. Cuando saboreaba el éxito, Goya perdió la audición y esa sordera produjo un dolor personal que tuvo un gran efecto en su obra, comenzando a ver la vida desde un punto de vista más crítico y menos amable. Mucho de su arte más venerado es un reflejo de su amargura y pesimismo.
Y aunque el sufrimiento, y a veces el deterioro que produce una enfermedad, lleva a muchos a un estado de descanso y recogimiento, en estas personas parecía que sus dolencias estimulaban su genio.
Con veinte años de edad, el escritor Juan Ramón Jiménez comenzó un proceso de hospitalizaciones en diversos centros de salud de Francia, Madrid, Argentina y Puerto Rico. Nunca dieron con un diagnóstico que ameritara una hospitalización. En medio de una de sus estadías en una clínica donde no se atendían problemas psiquiátricos, escribió: “En este ambiente de convento y de jardín he pasado dos de los mejores años de mi vida. Algún amor romántico, de una sensualidad religiosa, con paz de claustro, un olor a incienso y a flores, una ventana sobre el jardín, una terraza de rosales para las noches de luna”.
El poeta Rubén Darío, uno de los máximos exponentes del modernismo, le escribió: “Jiménez, triste Jiménez, no llores. El mundo es alegre, la vida es hiriente”.
La enfermedad mental del Premio Nobel de Literatura lo llevó al punto de mudarse a viviendas cercanas a consultorios médicos y hospitales. Nada de esto logró tranquilizarlo o convencerlo de que una terrible enfermedad lo acechaba y que estaba siendo mal diagnosticado por los múltiples médicos que le atendían. A su esposa le escribió: “Envuélveme con tu luz para que la muerte no me vea”.
Las penurias del ponceño Héctor Pérez -conocido como Héctor Lavoe-, que incluyó la muerte accidental de su hijo y las luchas internas con sus propios demonios, lo convirtieron en un generador de historias cantadas a través de sus inspiraciones o soneos. Las escenas que presenta en “La Fama”, “El Día de Suerte” y “Loco”, por mencionar pocas, muestran mucho de sus vivencias. Lavoe se burla tantas veces de sus propias tribulaciones y ataca los pecados de la sociedad con una ironía bien articulada en un gesto actoral sublime pues había dejado de ser un tipo alegre y feliz.
Ha sido así. La sensibilidad, abrazada por el dolor y el sufrimiento, ha sido capaz de pintar, cantar y escribir toda la belleza o la intoxicación de una sociedad. Y es que, en ocasiones, la vida pare gente así, genios angustiados, que vienen a ser un milagro en los reinos de este mundo.