Los investigadores han descubierto por qué los seres humanos desarrollaron este reflejo.
Cada minuto parpadeamos unas quince o veinte veces, lo hacemos de forma casi inconsciente. Así, el párpado superar mantiene limpios los ojos y los protege.
Se trata de un reflejo que comparten casi todos los vertebrados terrestres con extremidades, o tetrápodos, y casi ausente en los animales acuáticos.
Un equipo de biólogos evolutivos se propuso descubrir cómo y por qué evolucionó el parpadeo, por lo que recurrieron a los saltadores del fango, un grupo de peces anfibios que viven en las marismas de África y Asia y que desarrollaron el parpadeo independientemente de los tetrápodos.
Un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences revela que tanto los peces que no parpadean como los saltafangos siempre han tenido los músculos necesarios para parpadear. Esto significa que la transición de nuestros antepasados tetrápodos a la tierra seca (y la necesidad de ver bien) fue probablemente lo que impulsó el fenómeno del parpadeo.
El hecho de que los peces actuales tengan los músculos necesarios para parpadear "nos ha aportado una nueva perspectiva sobre algunos de los requisitos para ver realmente en tierra firme", afirma Sandy Kawano, bióloga evolutiva de la Universidad George Washington de Estados Unidos, quien no participó en el estudio.
Durante sus primeros miles de millones de años, la vida en la Tierra fue un asunto acuático. Sin embargo, hace unos 375 millones de años, unos pocos peces salieron del océano y se adentraron en tierra firme. Este nuevo mundo lleno de alimento potencial y ausencia de depredadores prometía oportunidades casi ilimitadas, pero solo si los tetrápodos podían verlas.
"Si sus ojos estaban diseñados para vivir bajo el agua, una vez en tierra, las cosas habrían sido muy borrosas. Habrían sido básicamente miopes", explica Kawano.
Para entender cómo evolucionó el parpadeo, los autores Tom Stewart, de la Universidad Estatal de Pensilvania, Brett Aiello, de la Universidad de Seton Hill, y Neil Shubin, de la Universidad de Chicago, se asociaron con el ingeniero Simon Sponberg, de Georgia Tech, para estudiar dos especies de peces del fango: saltafango atlántico (Periophthalmus barbarus) y Periophthalmodon septemradiatus.
Las grabaciones de video a alta velocidad de los saltafangos parpadeantes en el laboratorio revelaron que los peces "caminantes" logran esta hazaña metiendo el globo ocular en su órbita para permitir que la piel se cierre a su alrededor.
Las imágenes de tomografía computerizada de la musculatura de los peces del fango, en particular alrededor del cráneo, identificaron los seis músculos necesarios para retraer el ojo, músculos que compartían con otra especie estudiada, el gobio redondo (Neogobius melanostomus), estrechamente emparentado, pero totalmente acuático.
Pero, el hecho de que el parpadeo evolucionara de una manera en los saltafangos no significa que fuera lo que ocurrió en los tetrápodos, advierte Stewart. Sin embargo, ofrece a los paleontólogos un punto de partida para buscar pruebas de parpadeo en el registro fósil.
"La evolución convergente (la evolución independiente de rasgos similares en linajes diferentes) ofrece a los biólogos una forma muy interesante de entender cómo funciona la evolución", cierra Aiello.
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