Los hongos podrían estar evolucionando en respuesta al calentamiento global, afirma Arturo Casadevall, microbiólogo e inmunólogo.
En una investigación realizada por National Geographic, se evalúa el impacto que están teniendo actualmente los hongos en la salud de la comunidad en general. Aspecto que tiene en vilo a diferentes profesionales que han encontrado en sus pacientes con algunas comorbilidades estás condiciones.
Solo se han identificado unos 120 000 de las cerca de cinco millones de especies de hongos, de las cuales solo se sabe que varios cientos son perjudiciales para el ser humano.
Al mismo tiempo, los cambios en el medio ambiente y el clima, así como el uso excesivo de fungicidas en la agricultura, han contribuido a diseñar un microbio más fuerte, capaz de evadir el limitado arsenal que los humanos poseen para combatirlo.
"Lo que nos preocupa constantemente en el mundo de los hongos es su potencial para causar enfermedades humanas", dice Tom Chiller, epidemiólogo médico y jefe de la Sección de Enfermedades Micóticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.
Existen algunas bacterias resistentes, como el estafilococo áureo y que ha acaparado mayormente la atención, se espera que se centre el foco en algunos otros que estan empezando a crear alteraciones y preocupación, así lo afirma Chiller, “los hongos están aquí; estamos viendo cómo desarrollan resistencia y la gente está muriendo por estas infecciones resistentes".
Se plantea una tasa de mortalidad por infecciones fúngicas invasivas de hasta el 50 %, lo que se traduce, a nivel mundial, en 1,6 millones de muertes y 7.200 millones de euros en costes médicos al año, aunque estas cifras son subestimaciones dadas las continuas dificultades para diagnosticar con precisión los casos.
La pregunta se centra en tratar de entender por qué en este momento si los humanos llevamos conviviendo con los hongos siglos, para esto, Chiller desarrolla que “son varios los factores que han empujado a los hongos a la vanguardia, entre ellos la capacidad de los microbios para evolucionar rápidamente, el aumento de las presiones selectivas que les obligan a adaptarse y una creciente población de seres humanos susceptibles a la infección”.
La velocidad a la que evolucionan los hongos puede ser sorprendente.
La capacidad de virulencia de estas infecciones por hongos, son invasivas lo que las hace demasiado peligrosas a la salud humana, en comparación con los hongos que ya se han estudiado y que son más comunes como pie de atleta o la candidiasis.
Los hongos invasores excretan toxinas que destruyen los tejidos, de los que pueden alimentarse, de forma similar a como descomponen la materia orgánica como parte del ciclo de nutrientes de un ecosistema.
Al igual que las bacterias, los hongos pueden provocar el cierre de órganos por sepsis, una reacción exagerada del sistema inmunitario a los ataques microbianos. La resistencia no hace más que empeorar las cosas, presentando una tasa de mortalidad, 25% más alta cuando se trata de un patógeno resistente a los antifúngicos.
Aprovechando una de las pocas diferencias entre los seres humanos y los hongos, los fungicidas como los azoles se unen a una enzima que participa en el ensamblaje del ergosterol, una molécula parecida al colesterol en los seres humanos y un componente importante de la membrana celular de los hongos. Sin ella, la membrana se vuelve permeable y se desintegra, matando al microbio.
Una táctica más general que emplean muchos hongos resistentes a los fármacos es fabricar más bombas de eflujo (proteínas de transporte integradas en la membrana celular) que eliminan de las células fúngicas sustancias no deseadas, como metales pesados, contaminantes y otros compuestos tóxicos.
Es extraordinariamente eficaz, dice David Fitzpatrick, investigador de hongos de la Universidad de Maynooth (Irlanda), "porque el fármaco entra y es bombeado de nuevo tan rápidamente que no tiene tiempo de actuar en la célula".
Cambio climático y evolución de los hongos
La mayoría de nosotros no se da cuenta de que nuestra temperatura corporal es un componente de nuestro sistema de defensa microbiana.
"Pero el hecho de que seamos muy calientes en relación con el medio ambiente significa que muchos organismos simplemente no pueden crecer a la temperatura del cuerpo humano", dice Arturo Casadevall, microbiólogo e inmunólogo de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos).
El especialista calcula, que más del 90% de las especies de hongos no pueden sobrevivir a temperaturas cercanas a los 37 grados Celsius, prefiriendo, en cambio, un rango de 25 a 30 grados Celsius.
Sin embargo, con el aumento de las temperaturas, cambia el equilibrio, así lo afirma Casadevall, "me preocupan los organismos que hay por ahí, cargados de factores de virulencia, que pueden crecer a 34, 35 grados".
El mecanismo de esta adaptación al calor se desconoce por el momento y es objeto de estudios en curso. Pero Rhodes cree que no dependerá de una sola o incluso de un puñado de mutaciones. "Va a implicar cambios más masivos", dice, que van desde modificaciones en los genes hasta ajustes en los niveles de proteínas y cambios en las estrategias metabólicas.
Está claro que abrir líneas de diálogo entre las diferentes comunidades, todas con sus propias preocupaciones, es crucial.
"En los CDC estamos trabajando para mantener esas conversaciones y reflexionar sobre los riesgos para la salud humana", teniendo en cuenta la importancia de los fungicidas para nuestro suministro mundial de alimentos, dice Chiller. Brewer está igualmente preocupado por la noticia: "A mucha gente le preocupa ahora mismo que, después de todo este asunto con los azoles, esto pueda volver a ocurrir".
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