La lamivudina puede servir para combatir muchos problemas derivados del envejecimiento, que funcionan por un mecanismo genético similar al del VIH.
Según un nuevo estudio, un medicamento contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) reduce significativamente la inflamación relacionada con la edad y otros signos de envejecimiento en ratones. "Esto es prometedor para tratar los trastornos asociados con la edad, incluido el Alzheimer", afirma uno de los autores, John Sedivy, profesor de Ciencias Médicas y Biología en la Universidad de Brown, en Estados Unidos.
"Y no solo el Alzheimer, sino muchas otras enfermedades: la diabetes tipo 2, la enfermedad de Parkinson, la degeneración macular, la artritis, todas ellas cosas diferentes. Ese es nuestro objetivo", agrega este investigador. La inflamación derivada de la edad es un componente importante de muchos trastornos degenerativos típicos de la edad avanzada.
Los hallazgos de su investigación han sido publicados en la edición de este jueves de la revista 'Nature'. El proyecto de investigación colaborativa incluyó a investigadores en Brown, la Universidad de Nueva York, la Universidad de Rochester, la Universidad de Montreal (Canadá) y la Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia.
Según Sedivy, el medicamento contra el VIH actúa inhibiendo la actividad de los retrotransposones en las células viejas. Los retrotransposones (secuencias de ADN capaces de replicarse y moverse a otros lugares) constituyen una fracción sustancial del genoma humano. Los retrotransposones están relacionados con los retrovirus antiguos que, cuando no se controlan, pueden producir copias de ADN de sí mismos que se pueden insertar en otras partes del genoma de una célula.
Las células han desarrollado formas de mantener este fenómeno bajo control, pero a medida que las células envejecen, los retrotransposones pueden escapar de él, según mostraron investigaciones anteriores del laboratorio de Sedivy. En el artículo de 'Nature', el equipo mostró que una clase importante de retrotransposones, llamada L1, escapa del control celular en células humanas senescentes (células viejas que ya no se dividen) y ratones viejos, comenzando a reproducirse sin control. Los investigadores hallaron que la replicación de retrotransposón, específicamente en el caso de L1, dispara una respuesta inmune antiviral, llamada respuesta de interferón, provocando la inflamación en las células vecinas. Estos retrotransposones están presentes en cada tipo de tejido, lo que los convierte en un sospechoso convincente de un componente unificado del envejecimiento celular, dice Sedivy.
Entendiendo eso, el equipo descubrió la respuesta del interferón, el mecanismo potencial a través del cual estas copias genéticas pueden causar inflamación celular sin provocar necesariamente daño al genoma. "Esta respuesta de interferón fue un completo cambio de juego", afirma Sedivy, señalando que es difícil detectar la acción de los retrotransposones, especialmente la copia genética que generan.
Las copias estimulantes de interferón del ADN L1 requieren una proteína específica llamada transcriptasa inversa. El VIH y otros retrovirus también requieren proteínas de transcriptasa inversa para replicarse, afirma Sedivy. De hecho, AZT, el primer fármaco desarrollado para tratar el VIH/sida, detiene la transcriptasa inversa del VIH. Los cócteles actuales de múltiples fármacos utilizados para tratar o prevenir el VIH/sida todavía contienen inhibidores específicos de la transcriptasa inversa. Sedivy y sus colegas pensaron que esta clase de medicamentos puede impedir que el retrotransposón L1 vírico se replique y, por lo tanto, prevenir la respuesta inmune inflamatoria.
El equipo probó seis inhibidores diferentes de la transcriptasa inversa del VIH para ver si podían bloquear la actividad de L1 y la respuesta del interferón. Un medicamento genérico contra el VIH, la lamivudina, destacó por su efectividad y sus bajos efectos secundarios.
El crecimiento de células humanas en presencia de lamivudina no tuvo impacto cuando las células alcanzaron la senescencia o mataron a las células senescentes, explica Sedivy. Pero la lamivudina disminuyó la respuesta del interferón y el fenotipo secretor asociado a la senescencia en etapa tardía (SASP, por sus siglas en inglés), características importantes de las células senescentes que promueven la inflamación en sus vecinas. "Cuando comenzamos a administrar este medicamento contra el VIH a los ratones, notamos que tenía estos sorprendentes efectos antiinflamatorios --relata Sedivy--. Nuestra explicación es que, aunque los L1 se activan relativamente tarde en la senescencia, la respuesta del interferón refuerza la respuesta de la SASP y es responsable de la inflamación asociada con la edad".
El tratamiento de ratones de 26 meses de edad (aproximadamente equivalentes a humanos de 75 años) con lamivudina durante tan solo dos semanas redujo la evidencia tanto de la respuesta de interferón como de la inflamación. El tratamiento de ratones de 20 meses de edad con lamivudina durante seis meses también redujo los signos de pérdida de grasa y músculo, así como la cicatrización renal.
Los resultados fueron alentadores, según Sedivy, pero advierte que hay más trabajo por hacer. "Si tratamos con lamivudina, hacemos una mella tangible en la respuesta del interferón y la inflamación --señala--. Pero no vuelve a la normalidad. Podemos solucionar parte del problema, pero en realidad aún no se entiende todo el problema del envejecimiento. Las transcripciones inversas L1 son al menos una parte importante de este lío".
Sedivy está ansioso por probar estos hallazgos en humanos. Específicamente, le gustaría comenzar los ensayos clínicos de lamivudina para varias afecciones asociadas con la edad, como fragilidad, enfermedad de Alzheimer y artritis. La lamivudina fue aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense en 1995, se ha utilizado para tratar el VIH/sida durante décadas y su actividad farmacológica y su seguridad están bien establecidas, según Sedivy.
Los nuevos ensayos clínicos podrían simplificarse y enfocarse en la eficacia de la lamivudina en el tratamiento de los trastornos asociados con la edad, agrega.
También le gustaría desarrollar un nuevo inhibidor de la transcriptasa inversa específicamente para la transcriptasa inversa L1. Para ayudar a desarrollar un agente terapéutico específico con efectos secundarios mínimos, se debe determinar la estructura molecular de la transcriptasa inversa L1, puntualiza. Los investigadores podrían desarrollar además otros tipos de medicamentos dirigidos a los retrotransposones L1.