Es posible que muchas personas que están recibiendo tratamiento para el cáncer no tengan información suficiente sobre los efectos tóxicos de algunas terapias sobre el corazón.
Hasta un 25% de pacientes que recibe tratamiento oncológico desarrolla algún grado de cardiotoxicidad, que puede llegar a ser muy grave
Es posible que muchas personas que están recibiendo tratamiento para el cáncer no tengan información suficiente sobre los efectos tóxicos de algunas terapias sobre el corazón. La responsabilidad, en muchas ocasiones, no es de los médicos porque muchos ignoran la importante cardiotoxicidad de algunos tratamientos. Por ello, un nuevo estudio presentado en EuroHeartCare 2019, el congreso científico de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC), revela la necesidad urgente de cuidar los corazones de estos pacientes.
El cada vez mayor número de supervivientes a un cáncer y el creciente número de personas mayores de 65 años que necesitan terapia crónica contra el cáncer muestra una necesidad urgente: la necesidad de servicios de cardio-oncología.
Los grandes avances en el tratamiento del cáncer, una enfermedad de la que cada año se diagnostican 4 millones nuevos casos en Europa, tienen en algunas ocasiones un ‘peaje’ que pagar en forma de efectos adversos importantes, como es la cardiotoxicidad.
La cardiotoxicidad puede ocurrir incluso en personas sin factores de riesgo cardiovascular ya que los medicamentos como las antraciclinas y el trastuzumab son tóxicos para el corazón
Los investigadores revisaron los registros médicos de 46 pacientes con cáncer, seleccionados al azar, que tenían cardiotoxicidad. Sólo el 11% fue remitido a un cardiólogo antes de la quimioterapia y menos de la mitad (48%) a un servicio de cardiología después del tratamiento para el cáncer. Casi el 40% tenía sobrepeso o era obeso, el 41% fumaba o era ex fumador, el 24% era consumidor habitual de alcohol, el 48% tenía hipertensión y el 26% diabetes.
La Sociedad Europea de Cardiología publicó en 2016 unas recomendaciones sobre la cardiotoxicidad asociada a los tratamientos oncológicos y en 2018 lanzó el Consejo de Cardio-Oncología del ESC para promover la prevención, el diagnóstico temprano y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares relacionadas con la terapia del cáncer. En dicho documento se subraya la importancia de informar a todos los pacientes sobre los riesgos cardíacos antes de comenzar la terapia contra el cáncer, de ofrecer ayuda para dejar de fumar, comer de manera saludable, hacer ejercicio y controlar su peso, y se les debe informar sobre signos y síntomas de enfermedad cardiovascular.
La cardiotoxicidad se puede detectar mediante electrocardiograma (ECG), imágenes del corazón de resonancia magnética y biomarcadores. La frecuencia de la evaluación depende de una serie de factores; por ejemplo, se recomienda la evaluación de la enfermedad de la arteria coronaria, la isquemia y la enfermedad vascular en pacientes con antecedentes de radiación a partir de los cinco años posteriores al tratamiento y, posteriormente, al menos cada cinco años a partir de entonces, incluso si no tienen síntomas.
La atención cardiovascular se enfrenta a un cambio de paradigma, ya no se trata de evitar la cardiotoxicidad sino prevenirla o tratarla en un paciente con el tratamiento oncológico óptimo
Para prevenir o tratar la insuficiencia cardíaca asociada a las terapias se pueden administrar inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) o bloqueadores beta para prevenir o tratar la insuficiencia cardíaca. Y, además, es posible modificar la terapia contra el cáncer reduciendo la dosis o cambiando algunos de los fármacos que aumentan el riesgo de insuficiencia cardíaca cuando se toman juntos (por ejemplo, antraciclinas y trastuzumab).
«Controlar el corazón a lo largo del tratamiento del cáncer puede garantizar que esté protegido -señala profesor-. La cardiotoxicidad puede ocurrir incluso en personas sin factores de riesgo cardiovascular ya que los medicamentos como las antraciclinas y el trastuzumab son tóxicos para el corazón».
Actualmente, la atención cardiovascular se enfrenta a un cambio de paradigma, ya no se trata de evitar la cardiotoxicidad sino prevenirla o tratarla en un paciente con el tratamiento oncológico óptimo.