Según resultados vislumbrados por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford en Estados Unidos y publicados este lunes en la revista «Pediatrics», el éxito del tratamiento de respuesta fundamental (TRF) es que involucra a padres y tutores que trabajan conjuntamente con los niños, en contraste con otras terapias existentes para motivar a los niños con autismo y retrasos significativos en el habla, éste tratamiento a tenido resultados tanto significativos como satisfactorios.
«Los niños con autismo suelen estar menos motivados socialmente que otros niños y usualmente los padres no encuentran una forma efectiva de ayudarlos, los mecanismos o acciones que utilizan para este propósito a menudo no tienen éxito»
admite Grace Gengoux, profesora asociada clínica de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento.
La profesora Grace Gengoux cuenta que los resultados de dicho estudio fueron tanto gratificantes como emocionantes, porque allí descubrieron que los niños en el grupo TRF efectivamente mejoraron, y no sólo en sus habilidades de comunicación, sino también en sus habilidades sociales más complejas..
Heidi Pim y su hijo James de tres años participaron en el estudio, al pequeño le habían diagnosticado autismo y retrasos en el habla.
«Estaba realmente preocupada y ansiosa por no saber si alguna vez sería capaz de hablar»
admite Heidi Pim, madre de James.
Sin embargo los cambios que Heidi vio en su hijo realmente le impresionaron.
«Me siento muy agradecida y feliz de ver cuántas palabras y frases sabe James ahora. Él ya puede hablar con claridad y socializar también, acercarse a las personas y hacerles preguntas»
Destaca Heidi Pim.
El estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford contó un total de 48 niños que tenían entre 2 y 5 años y duró alrededor de seis meses. Los niños participantes tenían autismo y retrasos significativos en el lenguaje. La mitad de los niños recibió tratamiento de respuesta fundamental (TRF) bajo la supervisión de terapeutas y padres, mientras que los niños restantes continuaron recibiendo los tratamientos de autismo que habían recibido antes de que comenzara el estudio, que por obvias razones incluía otros tipos de análisis conductual aplicado y terapia del habla convencional.
Durante las primeras 12 semanas del estudio, los niños del grupo de TRF fueron expuestos a 10 horas por semana con un terapeuta capacitado. Conjuntamente los padres recibieron capacitación durante una hora por semana sobre cómo usar las técnicas de tratamiento durante las interacciones diarias con sus hijos.
Durante las siguientes 12 semanas del estudio, los niños en el grupo recibieron cinco horas por semana de tratamiento con el terapeuta, y sus padres tuvieron sesiones de instrucción mensuales.
En el tratamiento de respuesta fundamental, el padre o el terapeuta observa lo que le interesa al niño y usa dicho objeto para alentar el habla. Por ejemplo, si James quería un coche de juguete, Heidi Pim, su madre, debía levantar el coche, sostenerlo donde él pudiera verlo y animarlo a decir ´´coche´´. De esa manera cuando James trató de decir la palabra, fue recompensado con el juguete.
Al principio, James aprendió palabras sueltas. Luego pasó a frases como ´´coche verde´´ y ´´preparados, listos, ya»´´. Heidi Pim también usó este tratamiento para ayudar a James a aprender a expresar sus necesidades, como por ejemplo, decir ´´botella´´ si tenía sed.
«Solía no ser capaz de señalar algo o preguntar. El TFR realmente ha mejorado sus habilidades de vocabulario y comunicación. Nos ayudó a entender lo que él necesita y quiere»
declara Heidi Pim, madre de James.
Mientras avanzaba el estudio, Heidi Pim pudo observar cómo los niveles de estrés y frustración de James iban disminuyendo. Antes del tratamiento de respuesta fundamental el pequeño James no sabía cómo expresar sus sentimientos.
Cuando me iba por el día y regresaba, él no sabía cómo decir 'Mami, te he echado de menos', así que en cambio me pegaba o lloraba. Eso ha disminuido».
Manifiesta Heidi Pim, madre de James.
James ahora tiene 8 años y es un niño alegre que puede asistir a una escuela convencional sin ningún problema, disfruta jugando con su hermana Jessica. La madre de James aún practica técnicas del tratamiento de respuesta fundamental para poder involucrar a James en conversaciones, por ejemplo sobre sus temas favoritos.
Al finalizar este estudio, los niños en el grupo TFR hablaron más que aquellos que estaban en el grupo de terapia convencional, incluso estaban usando palabras comunes que podrían ser reconocidas por otros, un indicador muy importante de progreso puesto que muchos niños hablaban ininteligiblemente al comienzo del estudio.
Los niños en el grupo TFR además mostraron una mejoría bastante alta en cuanto a la comunicación social en general, que además es fundamental para un resultado óptimo a largo plazo.
De la misma manera los investigadores evidenciaron que los niños que comenzaron con capacidades de desarrollo más bajas se beneficiaron más de la intervención, un hallazgo sorprendente, ya que muchas terapias para el autismo son de mayor beneficio para los niños que tienen capacidades de desarrollo más alta.
Los resultados de este ensayo son prometedores, sin embargo los investigadores de Stanford dicen que estos hallazgos necesitan ser replicados en investigaciones más amplias.