Gladyra Archilla
Especial para MSP
Aquellos que han observado una monja en los talleres y convenciones dirigidos a la clase médica del país no han alucinado. Es ella, Sor Nelly Marie Arroyo Vázquez, residente en el Convento de las Hermanas Dominicas de Fátima en Guánica, fundado por Madre Dominga Guzmán en el 1949.
El servicio al prójimo llevó a Sor Nelly más allá. Sus pacientes principales han sido religiosas y desvalidos.
“Yo llegué a Yauco en el 1994, recién graduada del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico al hospital de área Dr. Tito Mattei, con la intención de empezar mi internado en lo que se abría un espacio en el Hospital La Concepción o en el Auxilio Mutuo. Sin embargo, la Superiora de aquí, Sor Ana junto a Sor Verónica, por instrucciones de Madre Dominga, me fueron a buscar al hospital porque ya sabían de mi vocación, y me ubicaron en la casa de la familia López de Victoria. Así llegué a Yauco desde Caguas”, contó la doctora Sor Nelly Arroyo.
Tras finalizado su año de internado permaneció en la casa de la familia estuvo por más de dos décadas sin obviar su trabajo con las Hermanas del Convento las Dominicas.
Durante todos estos años Sor Nelly ha trabajado con centros de servicios a deambulantes en la zona sur del país como el Centro San Francisco y Cristo Pobre. En el Centro de Servicios Ferrán, Punta Diamante en Ponce laboró 21 años y luego colaboró, hasta el pasado, con la Clínica de desintoxicación diurna, Oasis de Amor en Bayamón.
Antes de llegar al sur, en sus años de juventud y estudiante de Medicina también colaboró con las monjas de Notredame en Caguas.
“Yo hice una promesa de servicio a Dios y al prójimo como médico y ahora como monja de velo azul, en total formación de fe. Nunca abandoné mi rol de médico atendiendo las necesidades de mis hermanas monjas y los casos de las familias que llegaban. Recordando siempre que esta congregación se dedica a llevar a Cristo a la familia y la familia a Cristo”, expresó la Galeno quien declinó realizar una sub especialización por no abandonar su vida en el Convento.
“Yo soy una servidora del Señor”, veneró. “Yo dejo fluir el don de la ciencia que viene de Él para hacerlo llegar al prójimo gratuitamente”.
La mujer que le ha brindado a la vida religiosa más de 30 años, comenzó a utilizar hábito el 8 de diciembre de 2014 sin alejarse de sus credenciales como Médico Generalista.
“Desde que me hice médico acostumbro ir a mis cursos y convenciones profesionales en búsqueda de los créditos y conocimientos que necesito para mantener mi licencia al día. Ahora es que llamo más la atención porque voy con mi ropa distintiva de religiosa, antes no”, sonrió.
“Muchos le preguntan si viene a dar la invocación”, concluyó con gracia.