Por: Paula Alejandra Rojas Agencia Latina de Noticias de Medicina y Salud Pública
Padre de la Patria puertorriqueña: así reconoce la historia al doctor, higienista social, poeta, periodista y maestro Ramón Emeterio Betances y Alacán, uno de los médicos latinoamericanos más eminentes del Siglo XIX. Su historia en la práctica médica empieza en 1853, cuando se gradúa de Doctor en medicina de la Universidad de París con una tesis sobre “Las causas del aborto”. Desde esa época demostró su preocupación por las problemáticas sociales. Por ello, después de que vuelve a su natal Puerto Rico en 1855, logra generar un nuevo pensamiento y estilo de vida a favor de la libertad para los esclavos y para los ciudadanos de su país. Así, cualquier pueblo, aldea o nación que visitaba, lo convertía en sanatorio para curar a los más pobres o en tarima donde dejaba escapar su verbo con fuerza de tormenta en contra del dominio español sobre Puerto Rico. Su regreso también trae consigo su instalación en Mayagüez, una bendición para miles de negros y pobres, debido a que en ese año, producto del desarrollo del comercio, llega a la Isla una de las enfermedades epidémicas más peligrosas: el cólera morbo asiático, una pandemia que azotó a la población puertorriqueña causando la muerte de más de 30000 víctimas. Razón por la cual años después escribiría sus experiencias sobre esta enfermedad en “El cólera. Historia, medidas profilácticas, síntomas y tratamientos”, París, 1890. Controlada la epidemia, su propia práctica médica y sus inquietudes políticas, ya francamente independentistas, le habían hecho ver que no solo bastaba con curar a los esclavos y a los pobres, lo que le hizo ganar el sobrenombre de "el padre de los pobres y de los negros", sino que había que luchar por cambiar su condición social, para lo cual fundó una sociedad secreta abolicionista y de su propio dinero pagaba para que niños de madres esclavas nacieran libres. Por estas actividades se vio obligado a emigrar nuevamente a París, aunque por poco tiempo y es allí que, en 1863, ante la Academia de Medicina presenta su estudio “Elefantiasis de los árabes” y en la Sociedad de Cirugía en 1864 su memoria “De la Osqueotomía”. De regreso a Puerto Rico continúa su ejercicio médico principalmente en el Hospital de Mayagüez con un marcado acento higiénico social. No obstante, por sus actividades independentistas sufre nuevamente el destierro a partir de 1867 pero ya de una manera definitiva. Y después de pasar por varios países antillanos, Betances se instala en 1872 en París, donde sin interrumpir su extraordinaria labor a favor de la independencia de Puerto Rico y Cuba, desarrolla una increíble y brillante obra médica que incluye publicaciones sobre higiene pública, en donde se destacan artículos sobre “Viruelas y Vacuna”, Medicina Tropical, sin dejar de citar sus tratamientos originales de las disenterías, fiebre tifoidea y tétanos; siendo a su vez felicitado por las principales autoridades de salud en Francia por su tratamiento de las neumonías, sin ser menos importantes sus técnicas para la uretrotomía. Años después, las enfermedades infectocontagiosas epidémicas, serán el punto de partida de una nueva proyección social de la medicina y la creación de sistemas nacionales y organismos internacionales de salud para combatirlas. Por ello, no se hará esperar la aparición de obras científicas donde se expongan el desarrollo de esta corriente médica y aparezcan conceptos como los de policía médica, que es la organización de la salud pública, de higiene social y de medicina social. En estas obras se propone al Estado una serie de acciones encaminadas a la protección de la salud pública que, partiendo del análisis demográfico, comprende medidas legislativas de beneficio a la mujer embarazada, los problemas de salud del niño, la protección de los accidentados, el control de las enfermedades transmisibles, la organización de hospitales y otras más problemáticas de las que Betances siempre fue el principal abanderado. Fue así como, su asidua colaboración con las sociedades médicas de París, que le ganó la Legión de Honor del Gobierno francés, no le impidió mantener una continua correspondencia científica con las corporaciones médicas de Hispanoamérica hasta su fallecimiento ocurrido en Neully, cerca de París, el 16 de septiembre de 1898.