Yasmine Belkaid (Algeria, 1968) ha estudiado cómo los microorganismos que habitan el cuerpo humano pueden ayudarnos a luchar contra el cáncer y otras enfermedades.
Yasmine Belkaid, investigadora, retratada en el CNIO.
Foto: Olmo Calvo.
Agencia Sinc
Yasmine Belkaid (Algeria, 1968) ha estudiado cómo los microorganismos que habitan el cuerpo humano pueden ayudarnos a luchar contra el cáncer y otras enfermedades. Sinc ha hablado con ella aprovechando su reciente visita a Madrid para saber qué debemos hacer para mantener una ‘bonita amistad’ con nuestra microbiota.
No estamos solos, pero no miren al cielo. Hallarán la respuesta en su interior. Billones de microorganismos conviven en nuestro tracto digestivo y piel en una relación simbiótica cuyo potencial solo hemos comenzado a entender. Los nuevos tratamientos con inmunoterapia, que buscan potenciar el sistema inmunitario, podrían encontrar en nuestros microscópicos vecinos un gran aliado.
Yasmine Belkaid, investigadora del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE UU, ha demostrado que esta microbiota desempeña un papel clave en el control de las defensas del huésped y que la dieta es un factor clave en esta ‘amistad’.
Sinc ha hablado con ella aprovechando su reciente visita a Madrid para asistir al congreso ‘Frontiers Meeting’ sobre inmunomodulación en cáncer, organizado por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas con el apoyo de la Fundación “la Caixa”.
“La fuerza de la microbiota es tremenda. Podemos domarla, pero también causar daños”
¿Cómo evolucionó esta relación tan íntima entre microbios y humanos?
La microbiota evolucionó con nosotros, nunca hemos existido en su ausencia. Somos un metaorganismo compuesto de células mamíferas, bacterianas, víricas y fúngicas; un macrosistema, como un bosque.
Debemos considerar a estos microbios como parte del ser humano en vez de como algo añadido. Solo así podremos entender su funcionamiento, necesario para el del huésped porque forman parte del sistema inmunitario y digestivo.
En ese sentido, ¿podríamos decir que la microbiota es un órgano?
Ahora se habla de ‘órgano adicional’, pero la microbiota controla todos los órganos y funciones fisiológicas. Es más que un órgano, ¡es todos los órganos!
Hace un par de años se puso en duda la afirmación de que tenemos en el cuerpo más bacterias que células. ¿Está de acuerdo?
Es que no solo hay bacterias: también virus, hongos, arqueas… Si miras todos los tipos de microorganismos, estos exceden en número a las células humanas. Es algo cuya complejidad estamos empezando a comprender ahora, aunque no sepamos con exactitud cuántos microbios tenemos.
¿Y si hablamos de genes?
Entonces la diferencia es enorme, de varios órdenes de magnitud. No podemos hacer que nuestros genes evolucionen en vida, pero sí que la microbiota cambie, y esto es algo extraordinario. Algunos de estos microbios son adquiridos desde el nacimiento, otros del ambiente y de la comida; tienen una enorme capacidad de adaptarse frente a la nutrición, el estrés y las infecciones.
“Predisposición genética y cambios en la dieta pueden convertir a nuestros microbios en compañeros peligrosos”
¿Estos aliados pueden convertirse en enemigos?
Por supuesto. Forman parte de nosotros y pueden volverse en nuestra contra, igual que cualquier órgano. Un trastorno inflamatorio, predisposición genética y cambios en la dieta son algunos elementos que pueden transformar la microbiota y convertirla en un compañero peligroso. Por eso debemos comprender cómo sostener una relación pacífica con estos microorganismos si queremos mantener la salud.
¿En qué situación se encuentra hoy esa relación?
En los últimos diez años hemos redescubierto la importancia de la microbiota, cuando la relevancia de los microbios se conoce desde hace siglos. Pero nos volvimos arrogantes y olvidamos que los necesitamos. Uso sin control de antibióticos, cambios dramáticos en la dieta… Nuestra forma de vida actual ha desarrollado una microbiota que quizá no sea la mejor compañera.
¿Qué hacemos para recuperar la ‘amistad’?
Los científicos tratamos de entender los mecanismos de nuestra interacción con la microbiota y los factores que afectan de forma positiva y negativa a esta relación. Creo que no estamos todavía en una fase en la que podamos dar instrucciones oficiales a la gente, pero una apuesta segura es decir que comer sano no hace daño [ríe].
No pueden dar consejos, pero supermercados y farmacias ofrecen probióticos entre grandes promesas. ¿Cree que la microbiota ha sufrido un exceso de ‘marketing’?
Debemos ser cuidadosos y no comprar algo solo porque parezca bueno para la salud. Por desgracia, el campo sufre de afirmaciones no siempre basadas en la evidencia científica. El estudio de la microbiota tiene apenas una década: hay trabajos en marcha de alta calidad, pero debemos tener un poco de paciencia y darles otros diez años. Entonces podremos intervenir la microbiota y cambiar su composición. Mientras tanto, necesitamos que investigadores y periodistas den información correcta al público.
¿Cómo hace la microbiota para que nuestro sistema inmunitario no la ataque?
El sistema inmunitario se comunica con la microbiota, pero no hay ataque sino diálogo. Ahora queremos entender cómo se establece este diálogo, cuáles son las moléculas que permiten la comunicación y cuáles son las propiedades únicas de la respuesta inmunitaria dirigidas contra estos microbios ‘buenos’. Debemos cambiar la forma en que pensamos sobre salud, fisiología e inmunología en el contexto de este continuo diálogo.
“En los próximos cinco a diez años la mayoría de terapias se combinarán con algún tipo de manipulación de la microbiota”
La inmunoterapia consiste en potenciar el sistema inmunitario. ¿Qué papel puede desempeñar la microbiota a la hora de potenciarla?
La calidad de los microbios que viven en el tracto digestivo puede mejorar la respuesta inmunitaria contra un tumor. Esto es muy emocionante si conseguimos promover su crecimiento durante el tratamiento. La microbiota tendrá un papel fundamental a la hora de entender las enfermedades porque no se puede disociar de nosotros.
En los próximos cinco a diez años la mayoría de terapias se combinarán con algún tipo de manipulación de la microbiota para, según la enfermedad, potenciar o disminuir la respuesta inmunitaria. El cáncer se abordará no solo desde las células mamíferas y cancerosas, sino también desde el efecto de los microbios.
Asegura que los microorganismos pueden ayudar en la lucha contra el cáncer, ¿pueden también provocar esta enfermedad?
El sistema inmunitario es empujado a un lado u otro según los microbios que vivan en nosotros. Todas las enfermedades son estimuladas o amplificadas por la microbiota, pero es difícil establecer qué microbios las causan. Esto incluye procesos inflamatorios, provocados por una desregulación entre la microbiota y el sistema inmunitario, que puedan desembocar en cáncer.
¿Podríamos mejorar al ser humano modificando su microbiota en lugar de sus genes?
Es justo lo que intentan algunos investigadores. Desarrollar nuevos probióticos, cambiar la organización de la microbiota mediante los nutrientes, manipular el propio microbio con fagos… La fuerza de la microbiota es tremenda y podemos domarla, intervernir, cambiarla y manipularla. Pero esto tiene un coste: si no lo hacemos de forma saludable podemos causar daños a largo plazo.